Acabo de enterarme de la muerte de Armando Cáceres Expósito. Tenía 70 años, joven para los tiempos que hoy corren. No hace mucho que mantuve contacto con él por lo que deduzco que se ha visto atropellado por una enfermedad sin compasión alguna. Era mi amigo desde los 18 años en que coincidimos en el movimiento que la editorial ZYX puso en marcha a partir de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). Aunque nuestros caminos ideológicos se separaron, siempre seguimos siendo lo que fuimos, amigos fieles, y siempre que pudimos y supimos, devenimos cómplices en la lucha contra la corrupción que el PSOE, con ayuda de otros, extendió por Andalucía.
Diré que Armando Cáceres era un libertario español –un sustantivo más luminoso que el de anarquista– que pertenecía a una estirpe que ha dado algunos hombres nobles, buenos y amantes de la justicia y de la emancipación en libertad de los más desfavorecidos. Ha habido otros, pero se me vienen a la cabeza Anselmo Lorenzo, Cipriano Mera, Melchor Rodríguez y algunos más que trataron de evitar la violencia y el terrorismo que siempre se ha asociado al anarquismo, en muchos casos por instigación del comunismo prosoviético.
En la historia del anarquismo español, desde la Asociación Internacional de Trabajadores a la CNT y la FAI, hubo dos grupos diferenciados: el de los partidarios de la bomba, el puñal, la propaganda por el hecho, el magnicidio y la pistola, siempre minorías escasamente iluminadas, y el de una serena corriente que bebía más en Jesús de Nazareth y Tolstoi que en Bakunin o Kropotkin, pacifistas, no violentos, defensores de la naturaleza, honrados hasta la médula, incompatibles con el robo, la extorsión o el asesinato, aunque, eso sí, indignados contra las desigualdades, defensores de los más pobres y partidarios de un sistema más humano de organizar la economía y la convivencia.
Armando Cáceres, nacido en Camas y criado en el polígono de san Pablo de Sevilla, era de estos últimos. Cuando la vida nos unió, Armando era de origen cristiano e inclinación laica, siempre vinculado a grupos de base ensartados en el movimiento ZYX. En su vida, a pesar de sus altibajos, siempre estuvo Julia, su delicada y hermosa mujer, que lo ha acompañado hasta esta muerte tan inesperada y arrolladora. Con ella, bailó algunas de las sevillanas más hermosas que recuerdo.
En aquellos tiempos, ambos sufrimos las contradicciones de un movimiento inspirado por las nuevas directrices de una Iglesia posconciliar que se enfrentaba ya abiertamente a la dictadura animando la construcción de un sindicalismo que no dependiera de los comunistas. En su seno se coqueteaba con ideas diferentes, muchas veces contrapuestas como evidenciaba el catálogo de la editorial ZYX, luego Zero.
Junto a libros del cristiano Guillermo Rovirosa, se sucedían otros que promocionaban el libertarismo personalista de Carlos Diaz o las posiciones de la democracia cristiana del Cardenal Herrera Oria, textos que inducían al cultivo del marxismo, historias del anarcosindicalismo, la autobiografía de Ángel Pestaña y su decepción de la URSS, teorías sobre el Movimiento Obrero… En fin, un batiburrillo que fácilmente podía conducir, y así fue en muchos casos, a un infantilismo izquierdista (I), como lo ha calificado José Miguel Oriol (II).
Pero Armando Cáceres nunca fue un teórico ni un leído. Fue un hombre de acción guiado por unas intuiciones básicas pero potentes: defensa de los no privilegiados, utopía social donde ser pobre e ignorante no fuera un destino, honradez personal sin concesiones al dinero ni a la compraventa espiritual (léase ahora subvención) y práctica de la libertad personal sin más limitaciones que el dolor ajeno innecesario.
Desde muy joven, sabiendo como sabía cómo fue la represión comunista sobre el anarquismo en la Guerra Civil, sintió una animadversión muy especial por el socialismo marxista. Me acusaba repetidamente de haberme convertido en un marxista cuando me dedicaba a estudiar aquellas doctrinas mientras yo le reprendía por negarse a estudiar lo que intuitivamente combatía.
Listo como el hambre y muy apto para conseguir dinero –tuvo cinco hijos a los que mantener—, trabajó en diversos menesteres. Siendo trabajador de Gillette España en Sevilla comenzó su andadura de sindicalista tenaz. Luego fue experto en publicidad y otras muchas cosas. Cuando nos encontramos de nuevo en 1987, estaba a punto de sacar cinco oposiciones en Canal Sur donde trabajó en su contabilidad.
Allí comenzó nuestra colaboración sistemática en la denuncia de la corrupción. Gracias a la información que suministró (ahora que ha muerto puede y debe decirse), Diario 16 sacó el primer gran escándalo de la cadena controlada por el PSOE que conllevó la dimisión del director general de la Radio Televisión Andaluza y del director de Canal Sur TV, además del descrédito de un clan de periodistas enriquecidos por el Ente.
Armando fue evolucionando desde el sindicalismo libertario –estuvo en la fundación de la Confederación General de Trabajadores, CGT –hasta lo que realmente siempre le había atraído: la defensa del medio ambiente, sobre todo en el medio rural, medio en el que vivió la última parte de su vida en una pequeña finca donde cría ovejas y cochinos ibéricos.
Gracias a esa dedicación, pudimos denunciar desde la apropiación de las vías pecuarias públicas que caían en manos de los propietarios de fincas que las incluían dentro de sus lindes hasta cacerías ilegales o inmorales organizadas por altos cargos de la Junta de Andalucía.
Cuando dejó Canal Sur, fue a parar como productor especializado a Antena 3 Televisión en Madrid, ciudad en la que coincidimos uno o dos años. Ya era un ecologista convencido, libre de intereses y de buena voluntad al que molestaba sobremanera el encubrimiento “ecologista” de intereses espurios y falsarios. Puso mucho empeño en que cuajara la organización Ecologistas en Acción, que tiene gran presencia en Andalucía y a la que ha dedicado críticamente los últimos años de su vida.
Toda mi vida recordaré aquellas tardes de soledad en mi casa de Tomares, donde copa tras copa de brandy - que, por cierto, nunca puso él -, recordábamos aventuras pasadas y cruzábamos informaciones que daban lugar a planes de futuro. No podré olvidar la amargura que sintió cuando algunos de sus amigos se sumaron a los bebederos subvencionadores del PSOE andaluz traicionando la necesaria independencia que sólo concede la libertad.
Vivimos muy cercanamente cuando nuestras familias se rompieron en un momento en el que tanta tensión acumulada, tanta distancia acunada, tanto nervio desatado y seguramente tantos defectos sin control, pudieron más que el amor y las promesas. Yo tuve la suerte de reconstruir mi familia desde un amor nuevo, un regalo de la vida, y él supo volver a su familia de siempre, tarea a la que le ayudó su siempre fiel Julia.
Toda la vida, cuando ha sido necesario, hemos colaborado para erradicar la corrupción, las malas artes y la falta de respeto a la gente sencilla por parte de la gente sin escrúpulos que existe tanto en la derecha como en la izquierda. Aunque más distanciados ya, no tengo duda de que hubiéramos seguido en esa tarea si la muerte no hubiera venido a interrumpirla.
De Armando Cáceres Expósito podrán decirse y pensarse muchas cosas. Que era disperso, impulsivo, apasionado, tal vez poco prudente a la hora de evaluar los riesgos para sí y su familia, que tenía unas ideas poco elaboradas, incluso simplistas, que podía ser excesivo… Pero nadie podrá decir que cedió ante la corruptela y el mamoneo. Defendió lo que creyó era bueno para la gente de a pie y los más humildes, no tuvo miedo de enfrentarse a los más poderosos a izquierda y derecha y no tuvo nunca tentaciones de eliminar la libertad para imponer sus ideas.
Muchas veces hablamos de la necesidad de establecer una España común y compartida en la que la libertad, la convivencia y el respeto fueran los ejes de un camino pacifico hacia una sociedad donde los derechos y deberes, no sólo los derechos, fueran el caldo de cultivo de la dignidad de todos. No creía mucho en la política como buen libertario, pero sé que era consciente de que cualquier otro camino era mucho peor y conducía a infiernos conocidos.
Me han dicho que quería que a su muerte se celebrase una fiesta. Allí estaremos, cómo no, querido Armando. Me dijo un amigo que conoció en París a Cipriano Mera que, cuando se moría siendo lo que siempre fue, un albañil, profesión a la que no renunció a pesar de haber sido general republicano durante la Guerra Civil , dijo aquello tan terrible de “ojalá la tierra me dé el calor que los hombres no me han dado”. Sé que tu familia te ha dado calor. Y espero que, a lo largo de nuestra vida, yo también te haya dado un poco.
(I) Aquel infantilismo innegable fue la causa de su desgarramiento interno durante la transición asediada por las ideologías organizadas de la izquierda histórica.
(II) Oriol, desde hace mucho dedicado a la Editorial Encuentros, ha trazado líneas que pueden dar pie a una historia de lo que fue el movimiento ZYX, desconocido hoy pero muy influyente en la oposición al franquismo desde 1968 hasta después del fin de la dictadura.