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Rosa Belmonte

Las mujeres olvidadas

Pero de Clara Campoamor lo que más me impresiona, aparte de su independencia y perseverancia para defender ideas en las que creía, es sus estudios.

Lo mejor de The Undoing es la abogada. Da mucho miedo. Basada en la novela Tú ya lo sabías, de Jean Hanff Korelitz, David E. Kelley ha dado a la serie su toque de malas artes televisivas (eso es bueno). Se le ven las costuras, pero ver gente guapa y rica metida en problemas siempre es divertido. La serie no es nada importante, pero sí entretenida. Además, está protagonizada por Nicole Kidman y Hugh Grant. Donald Sutherland es el padre rico de ella. Y la razón por la que la que abogada Haley Fitzgerald (Noma Dumezweni) acepta del caso (no voy a contar nada). La abogada da más miedo que Donald Sutherland en Novecento. Mucho más que Viola Davis en Cómo defender a un asesino, sobre todo porque Analise Keating sólo asusta a los jóvenes de su bufete, pero no a sus clientes. Tener de abogada a Haley es como tener de ama de llaves a la señora Danvers y ser tú Joan Fontaine (no Laurence Olivier, claro).

'The Undoing', con Nicole Kidman y Hugh Grant. | HBO

No es una serie de abogados. The Split (Filmin) sí lo es. De abogadas. Madre y dos hermanas. Las Defoe, como el autor de Robinson Crusoe. La hermana más protagonista (Nicola Waller) es como Vanesa Martín pero en rubia. La serie, que empezó a emitirse en la BBC en 2018, es una creación de Abi Morgan, escritora de la estupenda serie The hour o de La dama de hierro (la película donde Meryl Streep hace de Margaret Thatcher mejor que Gillian Anderson). Son abogadas matrimonialistas. La madre y una hija siguen en Defoe. La mayor (Vanesa Martín) se ha ido a otra firma más grande. Esta es una ficción contemporánea de las de toda la vida, sin alharacas, cosa que se agradece. Aunque moderna. El otro día pillé en La 2 un capítulo de Anillos de oro, el protagonizado por Ana Marzoa y Manuel Tejada (era guiñazo porque habían sido matrimonio en Cañas y barro). Eso sí que se veía antiguo. Pero el divorcio era una cosa nueva en España, al menos en los años 80 del siglo XX. Se había aprobado el 7 de julio de 1981 y entró en vigor el 9 de agosto, con los juzgados de lo civil de vacaciones. En septiembre llegaron las demandas. La serie se estrenó el 7 de octubre de 1983. Ana Diosdado era la abogada Lola. Pero España había tenido mucho antes abogadas extraordinarias de verdad.

La otra ley de divorcio fue en 1932, tras la Constitución de 1931 (y se derogó el 5 de octubre de 1939). Licenciada en Derecho en 1949, Mercedes Formica, tuvo que bregar con la legislación franquista y la situación jurídica de segunda clase de la mujer. También conocía lo que un divorcio de la República podía hacer. "El divorcio no fue para los míos la solución a un problema entre seres civilizados, sino el triunfo del más fuerte protegido por la ley" (Memorias, Renacimiento). Porque ese divorcio del 32 mantenía el artículo 1.880 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, que regulaba el depósito de la mujer casada al considerar el domicilio conyugal casa del marido. El padre de Mercedes Formica obligó a su ex mujer y a sus hijas a irse a vivir a Madrid, mientras él vivía tranquilamente con su amante.

Desde luego, nadie como Mercedes Formica defendió los derechos de las mujeres en tiempos de Franco. Publicando en 1955 A instancia de parte (Renacimiento, en edición de Miguel Soler Gallo), donde el adulterio era el tema principal. Por supuesto, siempre ha sido despreciada, como escritora y como figura feminista, porque, claro, era falangista. Cuando en la Sección Femenina no la podían ver ya que era una defensora incansable de la libertad de las mujeres, tanto en el derecho privado como en el público. "No es trigo limpio", decían en ese gineceo comandado por Pilar Primo de Rivera. El 7 de noviembre de 1953 se publicó en ABC El domicilio conyugal, artículo que llevaba meses retenido por la censura. Reclamaba la igualdad en el matrimonio, cuando el sometimiento de la mujer era lo normal. Hablaba de malos tratos en el matrimonio. Josefina Carabias escribió que el revuelo por su publicación sólo era comparable al Yo acuso de Zola. Robert Capa mandó a Inge Morath, de Magnum: "Irás a España. Tienes que conocer a una mujer extraordinaria. Se llama Mercedes Formica, es abogado y defiende a las mujeres que no pueden separarse de sus maridos. España es tu país" (lo cuenta Formica en Espejo roto. Y espejuelos). Consiguió la reforma de 1958, que suprimía el depósito de la mujer. La casa del marido pasaba a ser la casa de la familia.

Clara Campoamor tuvo también reconocimiento en su época. Y muchos desprecios y ninguneos. Fue uno de los diputados más importantes durante la II República. Conocida es su lucha para conseguir el voto femenino. Y contribuyó a traer el divorcio, cosa que la derecha no le perdonó. Y la izquierda no le perdonó otras cosas, como denunciar las salvajadas en el Madrid republicano durante la Guerra Civil (y antes). Ríete de Chaves Nogales como representante de la tercera España. Clara Campoamor llevó divorcios conocidos. El de Concha Espina y Ramón de la Serna o el de Valle-Inclán y Josefina Blanco. Para esta consiguió la mitad del sueldo del escritor como Conservador General del Patrimonio Artístico. Se cogió tal cabreo que dimitió para no darle un duro. Pero al final Josefina tuvo una situación ventajosa porque a la muerte de Valle en 1936 obtuvo los derechos de autor de casi toda su obra.

Clara Campoamor

Pero de Clara Campoamor lo que más me impresiona, aparte de su independencia y perseverancia para defender ideas en las que creía, es lo de los estudios. Se sacó los seis cursos del Bachillerato entre abril y septiembre de 1922. A Celaá le daría un patatús. En 1923 estaba matriculada en Derecho en Oviedo. Tras pasar por la facultad de Murcia y la Universidad Central de Madrid, se licencia el 19 de diciembre de 1924. En febrero de 1925 ya estaba inscrita en el Colegio de Abogados de Madrid (la segunda después de Victoria Kent). El 30 de abril, ambas se estrenan en el foro. Más interesantes como abogadas Clara y Mercedes para una serie que Haley, Analise, las Defoe o Lola.

Hay una película para televisión titulada Clara Campoamor. La mujer olvidada, con una enorme Elvira Mínguez. Para mujer olvidada, Mercedes Formica. Que a Campoamor Franco no la dejaría volver por masona (ya ves, una cosa coyuntural), pero ahora la respetan. Lo de Mercedes Formica es incomprensible. O muy comprensible teniendo en cuenta los zopencos que manejan el cotarro cultural. Y el feminista.   

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