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José García Domínguez

"Barcelona no necesita el Hermitage"

Ramoneda, por lo visto, sí que nos hacía falta a los barceloneses, pero el Hermitage, uno de los principales museos del mundo, se ve que no.

Ramoneda, por lo visto, sí que nos hacía falta a los barceloneses, pero el Hermitage, uno de los principales museos del mundo, se ve que no.
EP / UIMP

Leo que el Ayuntamiento de Barcelona acaba de llevar a los tribunales al puerto de la ciudad por la concesión de una parcela a los promotores del Hermitage. Ya tiempo antes había tenido noticia del informe sobre el particular que el tertuliano y filósofo Josep Ramoneda había elaborado a petición de la regidora Colau. Documento que lleva por encabezamiento un título rompedor. "Barcelona no necesita el Hermitage", le puso. Parece claro que Barcelona necesitó - y sigue necesitando- al propio Ramoneda, de ahí que se haya pasado más de 20 años (hasta un fatal cambio en la mayoría de gobierno de la Diputación) cobrando una nómina como director de la principal institución cultural pública de la capital catalana, el CCCB. Ramoneda, por lo visto, sí que nos hacía falta a los barceloneses, pero el Hermitage, uno de los principales museos del mundo, se ve que no.

Así, y aprovechando que nos van tan bien las cosas, sobre todo en lo económico, semeja que lo más sensato, tal como prescribe el pensador al Ayuntamiento, es que nos quitemos de encima a esos pelmas rusos, amén de a sus socios catalanes, y que se vayan con la música del Hermitage a otra parte. A Málaga, a Madrit o a donde les plazca. A nosotros, con el Museo del Barça, el más visitado del País Petit, ya nos va bien. Porque para más inri, tal como denuncia su reporte con dolida crudeza, el contenido cultural del Hermitage "no está arraigado en el territorio". Nada que ver, pues, con el Guggenheim de Bilbao, que en la entrada de cada sala te pone a uno del PNV tocando el txistu y a otro de Bildu cortando troncos de madera con un hacha.

Si bien lo inadmisible radica, siempre a decir del informante municipal, en la dimensión mercantil del proyecto. Un repudio moral ante el afán de lucro, el de Ramoneda, lógico en alguien que es miembro del Comité Ejecutivo del Círculo de Economía, una de las mayores concentraciones de dinero por milímetro cuadrado que existe hoy en España, si no la mayor. Suculenta pomada hipercapitalista que no impide al siempre juvenil, rebelde y desenfadado Ramoneda confesar su condición de votante de la CUP. Revolucionario e institucional, como los compadres del PRI en México. Igualito.

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