Menú
Antonio Robles

La premonición de Notre Dame

El pasado viernes se estrenó 'Arde Notre Dame', la última película del director francés Jean-Jacques Annaud.

El pasado viernes se estrenó 'Arde Notre Dame', la última película del director francés Jean-Jacques Annaud.
Cordon Press

El pasado viernes se estrenó Arde Notre Dame, la última película del director francés Jean-Jacques Annaud. Es una fiel reproducción de la pesadilla vivida en directo el 15 de abril de 2019 por el mundo entero. Annaud pudo hacer un documental, pero optó por una película de 110 minutos de angustia y desolación. Podría haber especulado con el origen del fuego. No lo hizo. Se limitó a dejar en imágenes detalles de una colilla mal apagada, un cortocircuito casual, la negligencia de la rutina o la inexperiencia del vigilante incorporado ese mismo día a las tareas de vigilancia… Ni rastro de las fake news racistas que se difundieron en plena tragedia. Con elegante maestría, Annaud dejó al espectador hacerse una idea vaga de la fatalidad.

Había asistido a su estreno con la esperanza de encontrar una metáfora del alma en llamas de Occidente. Una premonición de su decadencia. Sentir el dolor, la irresponsabilidad de un tiempo que ha olvidado las calamidades, el esfuerzo inmenso, la inteligencia derrochada, las dificultades que debieron superar las generaciones anteriores para construir en piedra el alma espiritual de Occidente. Pero me encontré con una película de catástrofes al mejor estilo americano. Nada que objetar si el director hubiera salido de la factoría Hollywood y las llamas no hubieran sido las de Notre Dame. Pero Jean-Jacques Annaud había realizado En busca del fuego, El nombre de la rosa o Siete años en el Tíbet, todas ellas con magia. Incluso la adaptación de El nombre de la rosa, de la novela homónima de Umberto Eco, había logrado no decepcionarnos a los que ya habíamos leído antes la novela.

Un hombre entusiasmado por el arte medieval, laico, pero atraído por el pulso del misterio y la fuerza de los símbolos, podía haber intentado trasladarnos a través de mudas intermitentes al recorrido de Occidente en su larga lucha por superar las contradicciones entre superstición, religión, razón y ciencia. Además de las dificultades arquitectónicas. Y todo mientras la catedral gótica con más fuerza evocadora de ese esfuerzo titánico se convertía en ruinas y cenizas.

En sus cimientos duermen las huellas de cultos paganos celtas y romanos. También la primera iglesia católica, del siglo V. Hasta que en 1163 (s. XII) se inicia la construcción de Notre Dame. Sus contemporáneos hubieron esperar dos siglos para verla terminada, en 1345 (s. XIV), a solo dos años de la Peste Negra que asoló Europa. ¡Cuánto habrán llorado sus vidrieras!

En sus piedras está tallada la cosmovisión religiosa de la Cristiandad, las raíces de nuestros demonios y de nuestra cultura. Por ellas han pasado siglos, remodelaciones, reyes y belleza. Y la huella de nuestra ignorancia. Durante la Revolución Francesa, la galería de los reyes y parte de los pórticos sufrieron graves destrucciones. En su ignorancia, los revolucionarios franceses confundieron las 28 figuras reales de Judea e Israel con los reyes de Francia. Y convirtieron Notre Dame en Templo de la Razón y almacén de vinos. Como la destrucción de los Budas de Bamiyán en 2001 por los talibanes.

Nada de esto se plasma en Arde Notre Dame. El Bosque de Notre Dame no era solo de robles, era parte del contexto de nuestra historia, los avatares que nos deberían recordar el inmenso esfuerzo humano que nos precedió e hizo de nosotros lo que somos. Jean Jacques Annaud lo obvió, sólo los salmos de los fieles que iluminaron con sus cánticos la noche del incendio y dieron fuerza a los bomberos en su lucha contra el fuego conectaron por un instante el pasado y el presente.

¿Por qué no se cayó Notre Dame?

A modo de fábula: la desolación que deja tras de sí Pedro Sánchez, disolviendo todos los valores que inspiraron nuestras instituciones democráticas y sus reglas, es más dañina aún que las llamas que convirtieron en cenizas el Bosque de Notre Dame. No son bienes materiales, son ideas, reglas, símbolos, esfuerzos de siglos de libertad para construir el Bosque de la Constitución Española. No permitamos que un ignorante desaprensivo arriesgue nuestras instituciones democráticas por un puñado de votos de quienes quieren destruirlo.

Temas

En Cultura

    0
    comentarios