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Pedro de Tena

Félix García, el bailarín madrileño enterrado en vida por el mecenas del Ballet Ruso Diaghilev

Le prometió el cielo y le dio el infierno de un manicomio inglés a los 16 años.

Le prometió el cielo y le dio el infierno de un manicomio inglés a los 16 años.
Detalle del libro 'Treinta castañuelas para Londres' | Antonio Hernández Moreno

Los restos de Félix García, muerto en 1941, reposan en un cementerio de Epsom (Reino Unido) esperando que el Gobierno de la Nación o la Comunidad de Madrid los repatrien y los entierren en España. Contribuyó decisivamente a la forma final del ballet El sombrero de tres picos, con fundamento en la música de Manuel de Falla, que reconoció su aportación a la Farruca del Molinero.

Maurice Ravel le dedicó secretamente su famoso Bolero y en todas las memorias de bailarines de los famosos Ballets Russes de Sergéi Diaghilev, se reconoce su altísimo nivel y su aportación a la danza y a la música. Tamara Karsavina lo vio bailar en el Hotel Savoy y Picasso lo retrató ensayando con Vera Nemtchinova. Lydia Sokolova y otros subrayaron su inmensa aportación a la obra de Falla y a la danza que desde ella se desarrolló. Eso fue antes, claro, de su "cancelación" por Diaghilev.

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Estas, y muchas más informaciones sobre su vida, están recogidas en el libro de Antonio Hernández Moreno, músico, investigador y profesor, Treinta castañuelas para Londres, una biografía novelada, pero minuciosamente documentada, sobre el olvidado bailarín español.

A finales de marzo, se cumplieron 150 años del nacimiento de Sergéi Diaghilev en la ciudad de Selischi, cercana a San Petersburgo. Su autorretrato, confesado a la madrastra, Helen Valerianovna Panayeva, que tanto le influyó, fue el siguiente:

"Soy, en primer lugar, un charlatán, aunque uno bastante brillante; en segundo lugar, un gran encantador; en tercero, no le temo a nadie; cuarto, soy un hombre con mucha lógica y muy pocos escrúpulos; en quinto, parece que no poseo ningún talento. Sin embargo, creo que he encontrado mi verdadera vocación: Ser un Mecenas. Tengo todo lo necesario excepto el dinero, pero eso llegará".

Su principal aportación al mundo de la danza fue la presentación vanguardista del espectáculo de ballet como un todo complejo en el que confluían la literatura, la música y la pintura entremezcladas en unas coreografías que, entre grandeza, sorpresas y escándalos, dieron que hablar en todo el mundo. En España, su protector fue el propio Alfonso XIII.

Bajo su visión empresarial se unieron grandes bailarinas de nombres rusos aunque muchas no nacieron en suelo zarista, una de sus muchas tretas. Anna Pavlova, que estuvo poco tiempo, sí era rusa, como asimismo Tamara Karsavina y la primera esposa de Picasso, Oiga Khoklova. Sin embargo, Vera Savina, Alexandra Denisova, Anna lstomina, Natasha Sobinova e incluso una primera figura como Lydia Sokolova (Hilda Munnings), no lo eran.

Entre los bailarines, músicos, pintores y artistas que le rodearon estuvieron el gran Waslav Nijinsky y Leonide Massine; Igor Stravinsky. Maurice Ravel, Erik Satie, Claude Debussy, Manuel de Falla, Arthur Rubinstein y Joaquín Turina; Pablo Picasso, Joan Miró, Juan Gris, José María Sert y Robert Delaunay; Jean Cocteau, Max Ernst, María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra, Eugenio d Órs, Pastora Imperio…La lista es larga, pero, aun contraída, da una idea de la notoriedad estética que alcanzaron los ballets de Diaghilev en Europa.

En 2016 se cumplieron 100 años de su desembarco en España con la primera guerra mundial de marco y la revolución rusa de horizonte. Es aquí donde comienza el trágico destino del jovencísimo bailarín madrileño, Félix Fernández GonzálezFélix García de nombre artístico y El Loco de infame apodo –, que es conocido, sobre todo, por la versión falseada que, de su vida y circunstancias, dieron el propio Diaghilev y sus favorecidos.

Hasta el Ballet Nacional de España le rindió un homenaje bajo el título de "El loco", aceptando así la sentencia que rompió su alma y lo hizo desaparecer en vida, desde los 16 hasta los 38 años, con los que murió ingresado cerca de Londres, en el Long Grove Mental Hospital de Epsom.

Ni era andaluz, ni era bailaor flamenco, ni estaba loco, ni tenía 25 años cuando lo contrataron. Nació en Madrid en 1903 y aprendió a bailar en la escuela bolera del maestro Molina. Gracias a la patraña que destruyó su identidad, se ha ignorado la aportación que hizo a la coreografía, a la danza y a la propia obra musical de Manuel de Falla, El Corregidor y la molinera, luego El sombrero de tres picos (Le Tricorne,1919) sobre el texto de un cuento largo del mismo nombre debido a la pluma del granadino Pedro Antonio de Alarcón, publicado en 1882.

Según el relato que logró imponer el ruso sin escrúpulos, casi diríamos hoy que un Putin del ballet, conoció al jovencísimo Félix en uno de sus viajes a España, vio que tenía cualidades excepcionales para formar parte de su compañía y, sobre todo, para enseñar ritmos, estilos y pasos de la danza española a los bailarines de su compañía. Así lo hizo un tiempo pero, no estando a la altura del ballet clásico, enloqueció de repente y murió.

En uno de sus trastornos, fue detenido el 8 de mayo de 1919 por la policía londinense cuando bailaba en el interior de la iglesia anglicana de St-Martin in the Fields, en plena Trafalgar Square. Uno de los que extendió esta versión fue Alfred-Marc Pellerin, autor de una biografía novelada titulada El Loco, que se inspira demasiado en los recuerdos de Massine. En ella dice: "Félix bailaba frente al altar, en lo alto de las gradas. Había puesto su sombrero en un banco en la primera fila. ¿Sabía que era Jueves Santo?".

Según esta ficción, que acepta hasta Juan Manuel Bonet en su Diccionario de las vanguardias en España, 1907-1936, Félix García tenía 25 años cuando fue recluido en 1919 (la policía anotó que tenía 22 años) y allí siguió confinado hasta su muerte en 1941. Pero esto pocos lo supieron porque Diaghilev contó a todos que había muerto, lo que motivó la sorpresa de la gran bailarina Lydia Sokolova cuando se enteró, años después, de que estaba ingresado en el Horton Asylum, conocido luego como Long Grove Mental Hospital.

La que triunfó fue la explicación de que era un bailaor andaluz, flamenco indisciplinado, incapaz de aceptar las normas del ballet, hostil al ritmo reglado y preciso del metrónomo, que llegó a obsesionarle, que tuvo que ser apartado por su carácter inestable y que enloqueció sin más. Ni una palabra sobre la promesa hecha de bailar el papel del Molinero, del que fue despojado por el amante de Diaghilev, Leonide Massine. Fue la versión del empresario ruso que consintió su encierro en el infierno del asilo de Epsom cuando sólo tenía 16 años[iv], edad que todos ocultaron.

Sin embargo, en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia, que admite el apodo de "El Loco" y su leyenda, se lee: "En Madrid, en junio de 1918, Falla anotó unos ritmos de farruca que fechó bajo el nombre subrayado de quien se los había dictado, Félix Fernández[v]. No todo cuadraba.

Víctima de una canallada

Es lo que procura hacer la investigación de Antonio Hernández Moreno, que visitó la solitaria tumba del bailarín en Epsom y quiere erigir allí un sencillo memorial a su memoria, como recogió la prensa local inglesa en 2014. Además, desliza que Falla no supo impedir el fatal destino de Félix, que no terminó su obra - que fue concluida con la ayuda de Maurice Ravel y Ottorino Respighi, contratados por Diaghilev para el caso -, y que el Bolero de Ravel fue un homenaje secreto al bailarín español que los inspiró a todos.

El título de su libro, Treinta castañuelas para Londres, es el número que Félix consideraba necesario para bailar adecuadamente la obra de Falla. Se aportan en él el contrato de Félix con Diaghilev, el acta de su detención, bocetos de Picasso y las únicas fotos conocidas del bailarín bolero español.

Su tesis es que en uno de los viajes españoles de Diaghilev con Falla, Massine y otros conocieron al adolescente madrileño en 1917 (con 14 años) que bailaba en un café cantante de un barrio de mercado. Se le hicieron dos contratos falsificando la edad y se le hizo creer que sería una gran estrella de la danza cuando se trataba de utilizarlo como mero instructor en danza española y el estilo del baile español de los bailarines del Ballet.

En el documento, como era la costumbre, Félix quedaba en manos de Diaghilev y una vez que succionó los secretos de la danza española al incauto joven español, decidió que el protagonista principal de la obra fuese su amante, Leonide Massine, que reconoció siempre la inmensa estatura artística de Félix. Es más, le atribuye "haber ideado un sistema escrito de notación para el zapateado" pero extendió la leyenda de que Félix bailó como un demente en la iglesia de St-Martin, algo falso que la Policía que le detuvo no menciona.

Lo más extraño, que aviva las sospechas, fue el anuncio de la muerte de Félix por Diaghilev sabiendo que había sido ingresado en Epsom a los 16 años en 1919 y que nadie de la compañía fuese a la Comisaría o al Hospital a interesarse por él. Ni siquiera Manuel de Falla. Enterrado en vida, Félix murió a los 38 años olvidado por todos y pasando a la historia de la danza como un "loco" cuando seguramente no fue otra cosa que un artista adolescente roto por la manipulación de un influyente ruso sin escrúpulos. Materia hay para una revisión.

El próximo mes de julio hay previsto un homenaje en Epsom a su figura y trayectoria. Pero la mejor reconsideración de su aportación y su figura es que se escriba una biografía minuciosa e indiscutible – algo que sólo puede facilitar Antonio Hernández Moreno -, que aclare cuál fue el el papel de cada uno de los protagonistas en esta honda tragedia. Y, desde luego, que sus restos sean trasladados a Madrid, la ciudad en la que nació. Y una película.

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