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Agapito Maestre

Creatividad empresarial: Cedro

Ruego encarecidamente a Cedro que siga luchando por mis derechos como lo ha hecho hasta ahora y un poquito más.

Mucha imaginación, inteligencia y humor debe desplegar una empresa para que en su balance anual de gestión no presente pérdidas ni beneficios. Y, sin embargo, ganen todos sus socios. Eso se llama creatividad empresarial. El Estado a veces tiene buenas ideas. Nos gusten más o menos ese tipo de empresas, hemos de reconocer que están alentadas y patrocinadas por el Estado. Son las famosas entidades, según la legislación española, sin ánimo de lucro. Miles hay en España que no sirven para nada, pero hay otras, ay, que si no existieran, habría que inventarlas. Es el caso de todas aquellas asociaciones que defienden los derechos de autor. Hoy, en el mundo del pirateo digital, son más necesarias que nunca. Si a eso le sumamos que en España, por desgracia, nunca se le ha tenido un gran aprecio al escritor, casi siempre maltratado por las editoriales, las imprentas, las librerías y, en fin, el público en general, entonces diría que entidades como el Centro Español de Derechos Reprográficos (Cedro) son más necesarias que nunca.

A pesar de que Cedro es una sociedad tutelada por el Ministerio de Cultura, creo que es difícil hallar en España una empresa de estas características con mayor grado de autonomía e independencia respecto del poder. Cedro es una entidad que lucha no sólo por los derechos de propiedad intelectual de tipo patrimonial de autores y editores, sino también contra el prejuicio de considerar que el escritor es un proscrito de lujo de la sociedad. Yo soy socio, uno más entre los más de 30.000 que tiene esta empresa, y he asistido a su asamblea anual. He aprendido muchísimo y he salido encantado. Se nos ha dado cuenta a los socios de los asuntos fundamentales. La presentación del estado de cuentas, a cargo de la tesorera de la empresa, ha sido un modelo de transparencia. Fácil, claro y al alcance de todo el mundo fue el balance financiero. Por supuesto, también he podido hacerme cargo de todas las tareas que realizan en favor de la cultura escrita.

Tengo la sensación de que sus directivos y trabajadores son todo un modelo de excelencia entre las entidades sin ánimo de lucro en España. Valoración que se acrecienta, si se tiene en cuenta que el legislador, o peor aún, el Gobierno de turno, puede cambiar en cualquier momento las reglas del juego sobre las que opera la empresa. Ningún pero tengo que hacer a Cedro, y, sí, una propuesta sobre cómo incrementar la recaudación de sus ingresos para que luego el reparto entre sus socios sea mayor. Me parece que las universidades y el préstamo público, según el desglose de la recaudación de 2020-2021, pagan muy poco para el daño y uso ilegal que hacen sobre miles de libros. Son cifras de risas sobre todo comparados con el canon que pagan las universidades y las bibliotecas públicas de otros países de Europa a este tipo de asociaciones.

Así las cosas, me parece que Cedro debería concentrarse en que las universidades paguen y no roben. O sea, presionen sobre la CRUE (Conferencia de Rectores de las Universidades de España) para que dejen de fotocopiar, subir contenidos de libros en sus redes, etcétera, es decir, muéstrenles a los rectores y a toda la sociedad española que la Universidad, la institución que da acreditaciones de sabiduría, es la primera entidad que sacrifica la cultura escrita española. Las universidades españolas, sí, son hoy por hoy el mayor cáncer para la sostenibilidad de nuestra cultura escrita. La otra enfermedad está en las bibliotecas públicas (municipales, autonómicas, universitarias, etcétera), que ingresan poco o nada por los préstamos que hacen; basta un dato para hacerme comprender: Cedro obtiene casi el doble de recaudación de las bibliotecas públicas británicas que de las españolas. ¡Bochornoso!

Mientras que las universidades españolas y la Administración pública no ingresen en Cedro lo que deben, seguiré manteniendo, junto a miles de escritores, que en España, aquí y ahora, quien escribe, sin duda alguna, corre el gravísimo riesgo de proscribirse. Porque no quiero ser un proscrito, le ruego encarecidamente a Cedro que siga luchando por mis derechos como lo ha hecho hasta ahora y un poquito más.

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