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"Tenemos gente que han derivado directamente de pediatría a la Unidad de Género sin evaluación psicológica"

Autodiagnóstico de disforia de género: "Llegar a un médico y que digas prefiero que me quites las tetas, y te diga, pues vale, es muy, muy grave".

Autodiagnóstico de disforia de género: "Llegar a un médico y que digas prefiero que me quites las tetas, y te diga, pues vale, es muy, muy grave".
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En nueve meses la agrupación Amanda ha pasado de 8 a 200 miembros. Familias españolas que, como otras europeas o estadounidenses, se encontraron buscando en Internet respuestas a si a los hijos de otros les pasaba lo mismo que a los suyos: de la noche a la mañana estaban convencidos que habían nacido en un cuerpo equivocado. Son los llamados adolescentes transgénero "de inicio rápido" (nada que ver con los niños transexuales).

Los miembros de Amanda no se achantan. Son muy activos en redes sociales aunque les hayan cerrado las cuentas varias veces. Esta Semana (de diez días) del Orgullo no han parado. Reciben insultos y desprecio cuando defienden que sus hijos menores, entre Primaria y Secundaria, puede que lo que tengan es una alteración psicológica transitoria (por acoso, abusos, una depresión, por inadaptación social) acentuado o desatado por la pandemia, y que la disforia de género que aducen "se ha creado por contagio social". El chorreo de descalificaciones no para: "Entonces, ¿la homosexualidad es contagiosa?", se burlan. "A mí personalmente me duele mucho, porque la orientación sexual no tiene absolutamente nada que ver con lo que estamos hablando".

Los padres de hoy no estamos preparados para negar a nuestros hijos nada y menos cuando lo que te piden, según ellos, les devolverá la felicidad. Hablamos con la portavoz de la agrupación Amanda. Ella misma está en terapia y su hija ha entrado 3 veces en la unidad de psiquiatría. El asunto es dramático, no de selfie en Times Square. "Verle sufrir es lo peor que te puede pasar como madre, te destroza por dentro. Te destroza. O no verle porque le tienes ingresado. Que les tengas que curar las marcas del cuerpo. No se lo deseo a nadie. Cuando a nosotros nos tachan de tránsfobos, que no queremos a nuestros hijos, no son conscientes de lo que nos están diciendo. Jamás una madre, ningún padre, desearía eso para sus hijos".

Lo primero que nos pide la portavoz es que no emitamos su voz. Igual que lo trans inunda marquesinas publicitarias y discursos políticos, los que piden "prudencia, sólo prudencia", "un protocolo médico" y una solución "más adecuada que una cirugía o un tratamiento hormonal" deben proteger su intimidad de actitudes totalitarias. Hacen lo imposible: dar un grito de auxilio silencioso: "¿Por favor, que se lo piensen muy bien, estamos hablando de tratamientos irreversibles?". Pero lo que digan los padres poco importa, aquí y en todos los países aquejados por este fenómeno.

Aunque se pone el foco en la futura Ley Trans del gobierno, no hay que olvidar que la mayoría de las comunidades autónomas ya tienen su propia ley, la de Madrid es del año 2016. Y todas permiten lo que más se critica de la ley Montero: las terapias afirmativas, "autoidentificación de género, un nuevo palabro que nos hemos sacado de la manga". Lo que diga el paciente va a misa: "Doctor, soy Napoleón". "Sí, ya lo veo". En España, tenemos un problema legislativo. Las terapias de exploración son consideradas terapias de conversión". La multa que le puede caer a un profesional que ante una chavala autodiagnosticada de disforia decida "saber cómo ha llegado a esta conclusión" es de hasta 150.000 euros. O el cese. Por supuesto todas las leyes equiparan sexo e identidad de género. Ideología pura. La portavoz no tiene duda: "No hace falta una ley trans nacional cuando ya tenemos unas legislaciones autonómicas que nos tienen limitados a los padres a la hora de poder ayudar a nuestros hijos y a los mismos profesionales médicos".

La portavoz de Amanda explica, aunque no es necesario, que "en ningún momento desde la agrupación hemos cuestionado que no haya una legislación acorde para las personas transexuales y tienen que tener sus recursos médicos".

Recursos como las Unidades de Identidad de Género, que, nos cuenta, carecen de protocolos "que se adecúen a cada caso", es decir, que acompañen a las personas que transicionarán (entre el 0,3% y el 0,5% de la población mundial, según la OMS) y para menores que "lo único que saben es que no les gusta estar en su cuerpo". "Tenemos gente que los han derivado directamente desde pediatría a la unidad de género sin ningún tipo de evaluación psicológica", afirma. En cambio, "otros sí han tenido una evaluación psicológica, pero ha sido privada, es decir, por lo público es mucho más complicado". E insiste "la adolescencia es súper conflictiva, súper revolucionaria, muy transgresora porque están buscando su propia identidad, pero no sólo la identidad sexual. Entonces en esa etapa tan compulsiva llegar a un médico y que digas no me gusta enseñar las tetas y prefiero que me las quites y te diga, pues vale, perfecto, no hay ningún problema, es que nos parece muy, muy, muy grave".

Según nos relata esta madre actualmente "hay lista de espera" para las unidades de salud mental adolescente. "Ayer teníamos una reunión en una comunidad autónoma y en la unidad de género en un año han tenido el mismo número de casos que la suma de los tres anteriores. Ese dato tendría que haber saltado las alarmas". La agrupación ha publicado que "en la Unidad de Identidad de Género de Madrid, de 100 nuevos solicitantes/año en 2017 (se ha pasado) a 600 en 2019. Un 500% de incremento".

Como Amanda se han reunido con colegios profesionales médicos, con partidos políticos, con entidades, centros educativos, "o sea, intentamos hablar con todos". También enviaron sus solicitudes al Consejo de Estado, que ha emitido un informe crítico con la futura ley. En cambio, Los "Ministerios implicados y la Presidencia del Gobierno" les han ignorado.

La ideología queer y trans cala en la sociedad como una lluvia fina, pregunto. "Sí, sí" dice la portavoz, "esto es una campaña perfectamente orquestada, agresiva, con diferentes protagonistas, en diferentes entornos y contextos". Explica que han "comprobado que el incremento de presupuesto que antes era para gays, bisexuales y lesbianas ahora mismo se está derivando casi todo a la transexualidad". ¿Por qué? "Yo estoy completamente segura de una cosa, si esto no generará dinero, no tendríamos este problema. Si no hubiera intereses de una industria muy poderosa y de parte de un colectivo que ha visto que podría hacer negocio, esto no hubiera pasado y a las pruebas me remito: hay muchísimas familias sufriendo enfermedades raras que a las que nadie les hace caso".

La bandera trans es rosa y azul. Un rosa y azul dulces, los colores clásicos de las niñas y los niños. "Eres una chica y te gusta el fútbol, eres un chico. Si eres un chico y te gusta pintarte las uñas, eres una chica. O sea, nosotros somos de la opinión de que ellos tienen que experimentar y que los estereotipos no deberían estar ahí". Salimos del armario para meternos en cajones perfectamente etiquetados. En España hay más de 30 géneros. Y concluye, "porque además, si le diera la felicidad, la transición, ten por seguro que decía: venga, adelante". Pero "ese dolor sigue ahí, porque no se ha tratado, simplemente se ha parchado con una operación física o médica".

Las familias de Amanda "se han puesto las pilas" y traducen estudios científicos y noticias de otros países. Trabajan con la organización europea Genspect, "una aproximación racional al género", así se presentan. No recibe subvenciones porque "somos de la opinión de no vincularnos con nadie".

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