Ibón Martín (Donostia, 1976) ha logrado escalar entre los autores de novela negra españoles con la saga protagonizada por Ane Cestero, una ertzaintza por "pura vocación" que actúa por "instinto saltándose las reglas propias de la policía". Comenzó con La danza de los tulipanes (Plaza & Janés, 2019), título que le aupó como referentes dentro del thriller, y que confirmó con La hora de las gaviotas (Plaza & Janés, 2021). Ahora llega El ladrón de rostros.
En esta ocasión, la trama se desarrolla "en un momento en el que la pandemia está dando sus últimos coletazos, pero está presente, algo que ha marcado el carácter de la gente". El escritor vasco ha elegido Oñati, un pueblo apartado de Guipúzcoa, porque "quería un punto claustrofóbico". "La gente de ciudad creemos que el mundo rural es un mundo bucólico, donde no pasa nada y todo va a otro ritmo. Con este libro he querido descubrir que aquí también hay lugar para la brutalidad, para todo lo malo que ocurre en la ciudad, pero a una escala más pequeña, lo que resulta más opresivo", asegura a Libertad Digital.
En este entono, los mitos y leyendas están muy presentes: "Perduran ritos ancestrales, anteriores a los romanos. Estas supersticiones han ido a más con la pandemia y están muy presentes en el libro". En este escenario, aparece un asesino en serie bautizado como el Apóstol que reproduce la escena de los apóstoles que el escultor Jorge Oteiza esculpió en la fachada del santuario de Arantzazu. "Son catorce apóstoles, nunca explicó por qué no son doce, pero lo que sí tenemos claro es que son apóstoles abiertos en canal, vacíos de órganos, para ofrecerse a dios. El asesino, en mi novela, copia las figuras de los apóstoles", adelanta Martín. Su ladrón de rostros es mesiánico, violento y escurridizo, pero también sumamente inteligente y esquivo, capaz de camuflarse entre sus vecinos.
"Para los vascos, el santuario de Arantzazu es el corazón religioso del País Vasco. Es un centro de peregrinación, apartado de cualquier rincón habitado. Desde Oñati, el pueblo más cercano, hay once kilómetros de carretera de montaña que se cierra en invierno por la nieve. Es piedra pura. El santuario está colgado de un acantilado abrupto".
Ibón Martín cree que España está a la vanguardia de la novela negra. "Podemos competir con el noir noruego, sobre todo los escritores vascos. Hay una corriente bastante potente con Dolores Redondo, Sáenz de Urturi, Mikel Santiago y algunos otros más que hemos bebido de los escritores nórdicos y, a día de hoy, competimos de igual a igual, sin complejos. El País Vasco es un escenario perfecto, muy similar al de los nórdicos", apunta.
El autor apuesta por un estilo alejado del gore, donde "hay una violencia sutil" y "no hay sangre desagradable ni gratuita". "La novela negra nos permite radiografiar nuestra sociedad. Escribes sobre el presente, pero también sobre sucesos que han estado motivados por algún tipo de ambición humana. Nos permite explorar todas las enfermedades que asolan nuestra sociedad y que se llevan al extremo con los asesinatos en la novela, pero que permiten denunciar situaciones que se dan todos los días en nuestro mundo", afirma.
El ladrón de rostros, tercera entrega de la serie protagonizada por Ane Cestero, ha vendido más de 200.000 ejemplares y se ha traducido a más de diez idiomas. Habrá, confirma, una cuarta entrega.