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Pedro de Tena

El fanal turco de Guadalupe

Su santuario y el monasterio, antes jerónimo y hoy franciscano, son una sorpresa para cualquier español o americano.

El 8 de septiembre se tuvo presente, una vez más como desde hace siglos, a Santa María de Guadalupe, quizá la Virgen más hispanoamericana de nuestra nación, patrona de la Hispanidad como la Virgen del Pilar en tanto que Reina de las españas (1928), además de Patrona de Extremadura desde 1907. Su santuario y el monasterio, antes jerónimo y hoy franciscano, que la custodian son, entre otras muchas cosas y las más de las veces, una sorpresa para cualquier español o americano. Su presencia, tan desconocida para muchos españoles de ahora en el marco de un sistema educativo incapaz, es un acicate para la reivindicación de otra memoria histórica, la que nos evidencia la realidad de la nación española y, muy especialmente de dónde venimos. Sirva lo que sigue para reflexionar sobre qué se está haciendo y por qué con la educación en este país.

Este mes de agosto mi familia y yo hemos ido a visitar el monasterio y a pasar un rato en el Santuario de Guadalupe de la románica virgen negra, negrísima, nada menos que del siglo XII. "Tengo la tez morena, pero hermosa, muchachas de Jerusalén…No os fijéis en mi tez oscura, es que el sol me ha bronceado", decía el Cantar de los Cantares.

Sánchez Dragó recordó a las poco excepcionales vírgenes negras españolas en Ávila, Cáceres, Cádiz, Ciudad Rodrigo, Compostela, Covadonga, Estella, Fuenterrabía, Guadalupe, Madrid, Montserrat, Nuria, Panzano, Puigcerdá, Salamanca, Sesa, Sevilla, Toledo, Valencia, Veruela, Vich, Zaragoza y la Candelaria tinerfeña.

Pero en el caso de la de Guadalupe añade:

Y la historia de España empezó a fluir del recinto como agua de manantial. La Virgencita de Guadalupe —morena clara— otorgó al undécimo de los Alfonsos la victoria del Salado…En un interminable aposento del enclave produjo Colón el cortocircuito que habría de llevarlo a América. También arrancó de allí la novicia ciencia experimental, se practicaron las primeras disecciones y el cuerpo humano comenzó a despojarse lentamente de los secretos que lo velaban. Guadalupe pudo ser y de hecho fue la cuna del liberalismo español, "según me descubriera un maestro mío de brujerías y ensalmos antes de morir". Lo dice Giménez Caballero, al que nadie podrá acusar de regodearse indina y desiderativamente en tan nefanda ideología.

Todo un resumen de las razones por las que en la educación española debería estar presente.

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Llegamos al fantástico recinto gótico mudéjar de Guadalupe tras pasar por Yuste, otro monasterio en buena parte preterido, donde el primer político de talla europea, Carlos I de España y V de Alemania, pasó sus últimos años, tras haber abdicado en su hijo Felipe II, preparándose para la muerte. Cada vez menos se recuerda a este Rey por lo que verdaderamente fue: el impulsor de un Occidente europeo-americano, como recordó Menéndez Pidal y subrayaba Ortega (a la espera de "la grande y, a la vez, elementalísima averiguación que va a hacer el Occidente en los próximos años, cuando acabe de liquidar la borrachera de insensatez que agarró en el siglo XVIII".)

Ese Occidente, tal vez por venir, tiene muchas raíces en La Puebla de Guadalupe (Puebla de Santa María de Guadalupe), un bellísimo pueblo de Cáceres en medio de montañas donde Richard Ford creía que apenas llovía, huele a pimentón de la Vera, a morcilla y a higo y residen Santuario y Monasterio. Nutre su nombre con las aguas del río Guadalupe, conocido también como el Guadalupejo, que significa, etimológicamente, "río oculto" o "encajonado" ("de los lobos" sostienen otros, más que nada en México) y es un corto afluente del Guadiana. Nunca el nombre de un río tan pequeño de apenas 50 kilómetros de longitud tuvo tan gran destino como origen de topónimos en España, Portugal, Filipinas, Italia o Polonia, por dejarlo aquí, y cómo no, toda Sudamérica desde México, cuya Virgen Patrona de Guadalupe es blanca y tiene otra leyenda aunque el tronco es, naturalmente, común, a Argentina.

No pretenderé cansar con la importancia de Guadalupe, conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993. Cervantes, que lo conoció bien porque lo destaca en su Persiles y Segismunda, ya dejó escrito que sus personajes "comenzaron a ver las grandezas de aquel santo monasterio; digo comenzaron, porque acabarlas de ver es imposible".

Pero sí quiero referirme a un curioso objeto que pende de los techos de la sacristía del Monasterio, sobre una colección excepcional de zurbaranes, que tuvo mucho que ver con la batalla de Lepanto donde nuestro escritor fue herido tres veces perdiendo el uso de uno de sus brazos, "para gloria" del otro. Es uno de estos objetos sorprendentes que relacionan de súbito el pasado y el presente y nos sitúan sin mediaciones ante la importancia histórica de la nación española. Me refiero al fanal de la galera capitana turca mandada por Alí-Bajá, que, recuperada por don Juan de Austria, devoto de la virgen desde sus tiempos de Jeromín, fue enviada al santuario. La leyenda relata que en un sueño la Virgen de Guadalupe le dijo al hermanastro de Felipe II:

Cuando logres la victoria,
en Guadalupe te espero.
Al despertarse Don Juan
no duda, sino que acepta
y está dispuesto a vencer
la flota del agareno.

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La incompatibilidad entre Occidente y el Islam, hasta ahora irremediable, se ha puesto de manifiesto en algunas ocasiones estelares. Una de ellas fue sin duda la batalla entablada por los turcos, cabeza del islamismo de entonces, y las tropas eurocatólicas de la Liga formada por el Papa, España, Venecia, Génova y Saboya en las aguas griegas de Lepanto. Si la conquista turca de Constantinopla, actual Estambul, en 1453, fue decisiva para la historia de Europa, no menos trascendente fue la derrota de los turcos en Lepanto en 1571 cuando todo parecía señalar que se avecinaba la conquista islámica del Mediterráneo y de las naciones europeas.

No todos lo celebraron, ni la fría reina de Inglaterra, ni la monarquía francesa de dos caras, ni otros. Chesterton, que advirtió la importancia del acontecimiento, lo celebró antes de convertirse al catolicismo en un poema que tradujo Borges y que acaba de este modo:

¡Vivat Hispania!
¡Domino Gloria!
¡Don Juan de Austria
ha dado libertad a su pueblo!

Cervantes en su galera envaina la espada.
(Don Juan de Austria regresa con un lauro).
Y ve sobre una tierra fatigada un camino roto en España,
por el que eternamente cabalga en vano un insensato caballero flaco,
y sonríe (pero no como los Sultanes), y envaina el acero…
(Pero Don Juan de Austria vuelve de la Cruzada.)

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Tras la imponente victoria de la batalla del día 7 de octubre de 1571 – en la batalla y aplicando los cálculos de Ferdinand Braudel participó más del 70 por ciento de toda la potencia marítima mediterránea -, Juan de Austria ordenó el destino de unos fanales de bronce forjado al estilo musulmán conquistados a la principal galera enemiga. Se llamaba fanales a las lámparas o linternas emblemáticas que alumbraban las noches del mar para las embarcaciones importantes, como lo era la nave capitana de los otomanos desde donde dirigía la batalla Alí-Bajá. No se olvidó el de Austria de las vírgenes morenas de Guadalupe y Montserrat a cuyos monasterios decidió enviar dos de ellos tras un paso obligado por el monasterio de El Escorial.

En 20 de agosto del año de 1 573 el señor D. Juan de Austria , hermano del Rey Don Filippe nuestro Señor , envió á S. M. cuatro fanales ó linternas de las galeras del Turco, que eran de las que había tomado y vencido en el año pasado de 1571 en la guerra naval, los cuales se pusieron en la librería deste monesterio por memoria de tan señalada victoria. Los tres fanales fueron de la galera capitana de Ali Baxá, al que cortaron la cabeza y el cuarto fué el que tomó el Marqués de Sancta Cruz en el año de 1572 de un nieto de Barbarroja, á quien mató el dicho Marqués en la dicha galera. Después mandó S. M. del Rey nuestro Señor que se llevase uno destos faroles al monesterío de nuestra Señora de Guadalupe, y otro se llevase al monesterío de nuestra Señora de Monserrate, porque ansí lo había prometido el dicho señor D. Juan de Austria. (Memorias de Fray Juan de san Gerónimo)

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Daños de proyectiles

En 1597, el padre Gabriel de Talavera destacó, entre las más de 70 lámparas que tenía el Monasterio de Guadalupe, el vistoso fanal del bajel principal de la flota otomana de Selim, su jefe principal. Según su descripción, porque ahora no se permite observarlo de cerca, en el fanal hay varias señales de impactos de proyectiles que testimonian la dureza de la batalla de Lepanto.

Menos mal que el fanal turco de Lepanto que colgaba de los techos de Guadalupe era de bronce. De haber sido de oro o plata, habría sido fundido y enviado a las arcas vacías de Carlos IV. Pero su escaso valor metálico y económico, hizo que el fanal de la nave capitana turca sobreviviera trasladado a la sacristía pendiendo del cupulín de la capilla de san Jerónimo, como contó en 1962 el franciscano Arturo Álvarez, archivero del monasterio.

Hemos podido comprobar que allí sigue dando testimonio de una historia con mayúsculas que hoy pretende anonadarse para mejor adoctrinamiento de generaciones de españoles privadas de referencias nacionales. Sin conocimiento de los hechos no es posible actividad crítica alguna.

También puede comprobarse, salvo error de percepción o desconocimiento, el bajísimo nivel de seguridad que sufre el complejo histórico-artístico. En los tiempos que corren, no se aprecian medidas rigurosas – al menos en el monasterio de Yuste se pasa por un detector de metales -, en un recinto patrimonio de la Humanidad donde cuadros valiosísimos, algún Goya incluido, tallas de Miguel Ángel, libros miniados de música, bordados de oro, custodias de oro, plata y piedras preciosas entre otros tesoros, además de la propia talla románica de la Virgen, componen un legado esencial para la nación española. Inexplicable.

Pregúntense qué pasaría si un yihadista inteligente, en vez de utilizar la torpe crueldad del asesinato inmisericorde e indiscriminado como argumento, decidiera robar un día el fanal del turco de la Sacristia de Guadalupe para exhibirlo en la Mezquita-Basílica de Santa Sofía de Estambul o, si se quiere, en su Mezquita Azul. En fin. No demos ideas pero,mejor aún, resolvamos lo que puede resolverse.

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