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Un Van Gogh en un gallinero y otras surrealistas situaciones vividas por obras de arte

Hoy están expuestas en museos pero algunos cuadros y esculturas han tenido unos inicios difíciles.

Pintores en la Historia: Situaciones inverosímiles y surrealistas en el arte

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Hoy están expuestas en museos pero algunos cuadros y esculturas han tenido unos inicios difíciles.
Doctor Felix Rey (1889), de Vincent van Gogh | Museo Pushkin

Resulta bastante descriptivo y curioso conocer la historia detrás de cada cuadro, su recorrido vital hasta alcanzar la sala del museo en la que hoy se exhibe. Muchas han sido despreciadas en su origen, vendidas por una cantidad irrisoria o tratadas como basura. Una de las anécdotas más inverosímiles que guarda la Historia del arte es la del Retrato del doctor Félix Rey de Vincent Van Gogh, descubierto en un gallinero de Aix-en-Provence, la ciudad natal de Paul Cézanne.

En diciembre de 1888, tras ese popular incidente con Paul Gauguin en el que Van Gogh se cortó una oreja, el artista postimpresionista fue ingresado en el hospital de Arlés, diagnosticado de un trastorno mental. Permaneció al cuidado de un joven interno de 23 años, Félix Rey, desde el 24 de diciembre al 7 de enero, aunque el estrecho vínculo que nació entre ambos se prolongó en el tiempo. Rey le recomendó dejar de fumar y beber, se preocupó por que tomase la medicación prescrita y le escuchó. Como agradecimiento a su amable trato, Van Gogh le regaló un retrato.

El lienzo recorta la figura del facultativo sobre un fondo de colores y evoca las estampas japonesas, un estilo que el médico rural, como la mayoría de sus contemporáneos, no supo entender ni valorar. Casi puede decirse que se sintió ofendido al verse con barba verde y pelo rojo. Pauline, la hija del médico, confesó pasados los años que aquel cuadro a su padre le pareció "ridículo". No se puede despreciar por ello a Félix Rey, recordemos que Van Gogh vendió en vida, que se conozca con exactitud, tan solo una obra: El viñedo rojo cerca de Arlés (La vigne rouge).

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'El viñedo rojo cerca de Arlés'

Félix Rey aceptó el retrato por cortesía a pesar de no ser de su agrado y lo ocultó en el desván, lejos de las miradas desaprobatorias del resto de la familia. Un día, su madre le encontró mejor utilidad: tapar el hueco dejado por un cristal roto en una ventana del gallinero. Ahí, contemplado por estas aves domésticas, pasó una década.

En 1900, un artista marsellés y soldado destinado en la zona, fingió estar enfermo para conocer al médico que había tratado a su admirado Van Gogh y descubrió la historia del cuadro en el gallinero. Tras alertar al marchante de arte Ambroise Vollard, éste ofreció 50 francos por el lienzo, una cantidad que a la familia Rey le sonó desproporcionadamente alta. Aun así, pidieron más, 150 francos, y la oferta fue aceptada. Tres semanas después, se pagaron 25.000 francos por él.

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Sin embargo, la cadena de desgracias del Retrato del doctor Félix Rey, que hoy en día se expone en el Museo Pushkin de Moscú, no termina aquí. Fue adquirido por distintas galerías hasta acabar luciendo en uno de los lujosos salones del palacio del coleccionista ruso Serguéi Schukin. Durante la Revolución de 1917 fue confiscado y relegado por Stalin a un sótano del museo Pushkin por "perturbador", hasta que en los 70 comenzaron a sacarle rédito y exponerlo en el mundo. Esta es una de las anécdotas de las que se ocupa Maureen Marozeau en el libro Un Van Gogh en el gallinero, donde cuenta doce historias insólitas relacionadas con el mundo del arte.

Las Meninas no se prestan

Al igual que este Van Gogh, una de las obras de las que más presume España también vivió a la intemperie. Fue durante la evacuación del Museo del Prado en la Guerra Civil. "Las grandes dimensiones de ambos lienzos hicieron, por increíble que parezca, que se ataran a los laterales del camión; pero ni siquiera en esas lamentables condiciones pudieron atravesar el puente sobre el Jarama en Arganda (…) En plena noche fue necesario descargar los cuadros a la entrada y, utilizando unos rodillos, desplazarlos hacia otro extremo, donde volvieron a cargarse", recoge el ensayo El milagro del Prado (Arzalia), de José Calvo Poyato, en referencia a Las Meninas de Velázquez y Carlos V en la batalla de Mühlberg de Tiziano.

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Museo del Prado, galería central durante la Guerra Civil | Museo del Prado

Entre el 10 de noviembre del 36 y el 5 de febrero del 38, la Junta republicana del Tesoro Artístico sacó del Prado 525 obras y las trasladó primero a Valencia, después a Barcelona y Figueres, y por último a Ginebra, donde llegaron en 1939. Con las prisas, las obras ni siquiera estaban siendo embaladas correctamente. Viajaron en camiones de techo abierto, protegidos solo por una lona.

Las pinturas volvieron al Museo del Prado a principios de septiembre de 1939, con la II Guerra Mundial ya iniciada. El tren que las trajo circuló con las luces apagadas por temor a un posible ataque de la aviación alemana. Esta fue la primera y única vez que Las Meninas salieron del museo. La pinacoteca madrileña tiene muy claro que no se prestan.

Un tesoro español en el Louvre

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La Dama de Elche

El 4 de agosto de 1897, un campesino desenterró en una zona conocida como la Alcudia, en Elche, un busto femenino de 65 kg de peso y 56 cm de altura que terminó por ser el vestigio más importante de la cultura íbera. Esta escultura de piedra caliza, que estuvo originalmente policromada, fue exhibida durante unos días por el dueño del terreno en el balcón de su casa en Elche. Pero le llegó una buena oferta por ella: 4.000 francos, al cambio, unas cinco mil doscientas pesetas. Se la vendió al arqueólogo francés y profesor de la Universidad de Burdeos Pierre Paris, que la depositó en el Museo Louvre.

Faltó poco para que, para disfrutar de uno de los tesoros más importantes del patrimonio español, tuviésemos que viajar hasta París. Sin embargo, al inicio de la II Guerra Mundial fue trasladada por motivos de seguridad al Castillo de Montauban, al sur de Francia, una zona no ocupada. Aprovechando la tesitura, se negoció su regreso a España, que se hizo efectiva el 10 de febrero de 1941. A cambio de que Francia devolviese a España la Dama, se le entregó, según recoge la Real Orden de la Dama de Elche, el Retrato de Doña Mariana de Austria de Velázquez, el Retrato de Covarrubias de El Greco, tapicería de Goya La Rixe de l’anberge nouvelle y los dibujos del siglo XVI Vie d’Artheuise de Nicolás Monel.

El Museo del Prado albergó la Dama de Elche durante 30 años hasta que en marzo de 1971 fue trasladada al Museo Arqueológico Nacional, donde continúa. Elche no ha tirado la toalla y sigue reclamando la vuelta de su "Reina Mora" a la localidad alicantina. Hasta allí ha viajado dos veces: en 1965 y en 2006.

Un robo de patas muy cortas

Y otra dama, pero esta vez de Gustav Klimt, se buscó en medio mundo tras ser sustraída de la Galería Ricci Oddi de Piacenza en 1997. Su valor estimado era de 60 millones de dólares. Se investigó a los guardias de la galería, se apuntó a un conocido ladrón de cuadros e incluso se señaló como culpables a un grupo satánico, pero en realidad, la obra nunca salió del museo.

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Justo antes del traslado de Retrato de una dama a una exposición dedicada a Klimt, la obra se evaporó misteriosamente. Su marco apareció en una claraboya del exterior. Veintidós años después, durante unas obras de limpieza y mejora, la dama de Klimt fue encontrada en la cavidad de un muro. Estaba cubierta por una chapa y dentro de una bolsa negra de basura. Se cree que los ladrones lo colocaron allí con la intención de volver a por él, pero ante el revuelo mundial que produjo la noticia del robo, decidieron que era demasiado peligroso recuperarlo.

Lo más curioso es que este cuadro ha sido objeto de un doble misterio. Ocho meses antes de desaparecer, se descubrió que bajo esa pintura había otra, un cuadro que se creía perdido desde 1912 y que representaba a la misma joven, pero con otra ropa. Por alguna razón, Klimt decidió cubrirlo.

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