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Agapito Maestre

¡Reordenación o revolución del Museo del Prado!

Una vez hundido casi todo el patrimonio espiritual de la nación española, se ha iniciado ya el asalto final a su mayor patrimonio material.

Una vez hundido casi todo el patrimonio espiritual de la nación española, se ha iniciado ya el asalto final a su mayor patrimonio material.
Imagen tomada en el Museo del Prado | Archivo

Se va a cambiar por voluntad de la dirección del Museo del Prado la ordenación de la colección de arte más valiosa del mundo. La noticia es inquietante en el orden artístico, estético y político. Cualquiera que sepa el significado del mayor bien público de la cultura española, el Museo del Prado, debería preocuparse por el anuncio hecho por su director. Se trata de una reordenación de su colección permanente. Se pretende nada más y nada menos que volver a organizar, u ordenar, en el lenguaje políticamente correcto de los políticos, un bien artístico de carácter público legado a los españoles de hoy por muchas generaciones, que han luchado por conservarlo de manera limpia y transparente. Una mente filosófica, o sea a contracorriente del buenismo imperante en una sociedad anestesiada por los políticos, diría que una vez hundido casi todo el patrimonio espiritual de la nación española, es decir, atacada por todas partes la conciencia nacional, se ha iniciado ya el asalto final al mayor patrimonio material de la nación: el Museo del Prado. 

La reorganización de ese bien público supone, sin duda alguna, su instrumentalización con obvios fines políticos. No es una mera organización sino una revolución y, si me apuran, una revolución cultural, apoyada por las grandes empresas privadas… Se pretende que un bien público de carácter cultural, valorado por millones de seres humanos como una obra única, pase de la noche a la maña a ser reclasificado y reestructurado. Naturalmente, si esto se lleva a cabo, es porque no se cree que la colección sea un genuino bien público y como tal deba ser respetado. El simple anuncio de la reordenación de la colección permanente es para echarse a temblar. Si cualquier decisión, acción o transformación, por insignificantes que pudieran parecernos, sobre el Museo del Prado siempre deberían ser tomadas con el máximo esmero y prudencia, aún más debería extremarse esas cautelas en todo lo que se refiere al máximo bien del museo, su colección permanente. 

Sin embargo, ni la forma ni el lenguaje adoptado por los responsables de la institución hacen presagiar nada bueno sobre un asunto que se ha presentado como un proceso imparable. El modo de anunciarlo por parte del director de la institución es sospechoso. Aprovechando la inauguración de una exposición temporal, se nos avisa de la decisión; como si se tratara de una mera cuestión “instrumental” y anecdótica, el director del museo dice que se va a reordenar y, por lo tanto, a trastocar, dislocar  y, por supuesto, manipular el actual orden de la colección. Y los que deberían protestar, callan, o peor, sólo se quejan cobardemente en privado y a escondidas. No se trata de una renovación de la colección, o sea, de la gestión habitual de unos fondos tan grandes e inmensos como los del Prado, que eso lo han hecho todos los directores que han pasado por la institución,  sino de una nueva reordenación e  interpretación de lo básico y fundamental del museo. Quieren una “reconstrucción”, más nada puede reconstruirse, si previamente no se ha destruido…

Por favor, señores responsables de la pinacoteca más importante del mundo, tengan un poco más de respeto a la obra de arte, incluida la propia ordenación de la colección permanente tal y como nos ha sido transmitida de generación en generación. Tengan respeto por  todas aquellas personas que, desde la fundación del museo, han trabajado dando lo mejor de ellos mismos para conservar el mayor patrimonio cultural de la Nación. Si las autoridades del museo quieren tener alguna credibilidad, por favor, expliquen con claridad y precisión por qué y, sobre todo, para qué quieren cambiar el orden de la colección. Respondan con criterios racionales, o sea dejen a un lado las motivaciones políticas, a estas preguntas: ¿Cuál es el significado de la proyectada reordenación?, ¿cuáles son los criterios de orden estético  y artístico para acometer esa tarea?, en fin, ¿qué intereses emancipatorios, si es que estos se contemplan en su ideología, existen en los dirigentes políticos que controlan el mayor bien cultural de España por trastocar el orden de la colección permanente? Sospecho que no responderán, porque detrás de esa decisión están los intereses políticos contra la nación española, quizá el estro clave que da vida al gobierno de Sánchez-Iglesias. 

Tratándose de la institución cultural más importante de España, es de suponer que  nada de lo que en ella se decida puede ser ajeno a los intereses políticos del Gobierno. Y también por parecidas razones yo diría que la Oposición debería reaccionar ante esta decisión. Sí, sí, porque cualquier decisión sobre el bien público más importante de España nos interesa a todos, la Oposición en pleno debería exigir explicaciones al Gobierno sobre qué es exactamente lo que se pretende con la reordenación de la colección permanente. Si no se toma muy en serio la sospechosa decisión de reordenación del fundamento del museo, consideraré que la industria política española, o sea, el montaje de toda la casta política para vivir de espaldas a la nación, ha decidido tocar la mayor joya de la corona cultural española: el Museo del Prado. En otras palabras, si la reordenación de la colección permanente no es asunto de debate nacional, entonces es que toda la castuza política española ha pactado la muerte de su bien más preciado: el Museo del Prado. Si no se discute en el Parlamento la reordenación de la colección permanente del Museo del Prado, entonces es que ha desaparecido el valor absoluto de todo bien público, empezando por el arte, para el Gobierno y para la Oposición. 

El sentido nacional del Museo del Prado está en peligro de extinción (sic), con la ayuda de las empresas privadas que sacarán su preciado provecho, pero el personal no quiere enterarse de la catástrofe. Bastaría pensar el significado de las palabras que usa el director del Museo del Prado, por ejemplo, nuevas narrativas y apuestas para saber cuál es el objetivo último de la reordenación: la destrucción de la obra de arte. Éste es el verdadero peligro de la reordenación de la colección permanente. Sí, amigos, eso se llama revolución cultural. Destrucción de un patrimonio a partir de una agenda cultural. Los ideólogos maoístas del Gobierno saben de qué va la cosa y los de la Oposición, mientras no les quiten el chusco de la boca, les basta con seguirlos.

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