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La 'bella Simonetta', la niña que compró una condesa y otros famosos rostros del arte

Hablamos en Es la mañana de Federico de las modelos que inspiraron a grandes pintores de la historia.

Pintores de la historia: Musas desconocidas y modelos que han inspirado a los artistas

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Hablamos en Es la mañana de Federico de las modelos que inspiraron a grandes pintores de la historia.
'A Greek Captive', de Henriette Browne | Tate Gallery

Hay retratos en la Historia del Arte que han generado tanto interés que las investigaciones por descubrir la identidad de quien se esconde tras ese rostro anónimo han sido constantes. Hoy en día conocemos el nombre de muchos de estos modelos y la historia de sus vidas.

Una de las biografías más interesantes se esconde en el famoso cuadro de El nacimiento de venus, de Sandro Botticelli. La retratada era conocida como la bella Simonetta. Los artistas florentinos del siglo XV anhelaban pintarla porque representaba el ideal de belleza femenino del Renacimiento.

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Se llamaba Simonetta Vespucci y se casó muy joven, con 15 o 16 años, con Marco Vespucci, familiar de Américo Vespucio, el cosmógrafo que dio nombre al continente americano. Al instalarse con la familia de su esposo, su belleza no pasó inadvertida para Botticelli, amigo y vecino, quien la escogió de modelo para una de sus grandes obras maestras.

Otros artistas también la retrataron y pronto los más poderosos de Florencia quedaron prendados de su encanto, entre otros, Lorenzo y Juliano Médici. Tanto es así, que en un torneo entre caballeros, en una justa, Juliano Médici puso su rostro en el estandarte que portaba, una imagen de Simonetta representando a Palas Atenea que, como no, había sido pintada por Sandro Botticelli. Juliano la declaró públicamente "dama de su corazón" y fue nombrada "Reina de la belleza".

Apenas un año después de este torneo, Simonetta murió de tuberculosis. Tan solo tenía 23 años. Botticelli quedó devastado por la muerte de la joven y tardó nueve años en acabar, en 1485, El nacimiento de Venus. Además, le puso el rostro de Simonetta a muchas de las mujeres de los cuadros en un homenaje póstumo que parecía no acabar.

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'La Virgen y el Niño en un nicho', de Botticelli

Nunca la olvidó y pidió expresamente ser enterrado junto a Simonetta. En Florencia, en la iglesia franciscana de Todos los Santos, está la tumba de la joven y a sus pies, la del pintor, exhumados con 34 años de diferencia el uno del otro.

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Retrato de Maria Pasqua, por Henriette Browne

Avanzamos hasta el siglo XIX para hablar de Maria Pasqua. Nació en 1856 al sur de Roma y era la cuarta hija de unos campesinos italianos. Desde los seis años, posó como modelo para artistas como Jalabert, Hébert, Bonnat o Henriette Browne. Hoy en día, vemos su rostro en la Tate Modern o la National Gallery. Era la niña italiana a la que querían pintar todos los artistas parisinos y esto llamó la atención de la condesa de Noailles, una viuda inglesa de un aristócrata francés, que decidió comprar a la niña.

Es muy probable que con este impopular gesto, la condesa quisiera proteger a Maria. Era conocido que parte de su fortuna la destinó a crear centros educativos para niñas. Maria nunca más volvió a posar y la condesa la crio como a una hija.

Modelos sin nombre

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'La joven de la perla'

Algunas modelos han inspirado incluso novelas y películas, como La joven de la perla, de Vermeer, la que algunos llaman la Mona Lisa del norte, más por el interés que ha generado en las últimas décadas que por su parecido. La vemos en todo tipo de merchandising: camisetas, delantales, libretas, bolsos o fundas de móvil. Pero no siempre ha sido tan famosa. De hecho, ni se sabe para quién la pintó Vermeer entre 1665 y 1666 ni el nombre de la modelo. Los estudios apuntan a que no es un retrato de una persona en particular, sino es una tronie, es decir, una joven "tipo" sin intención de ser identificable. Curiosamente, tras estudiar el cuadro con infrarrojos, parece que la joya que le da nombre al cuadro no es tal. No porta una perla sino que se trataría de un metal tallado en forma de lágrima.

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La dama del armiño

Si hablamos de modelos y en Leonardo Da Vinci es inevitable no pensar en La Gioconda. Sin embargo, el genio del Renacimiento tuvo otra musa: Cecilia Gallerani o La dama del armiño. Cuando tenía 16 años conoció al duque de Milán, Ludovico Sforza. Era una chica muy inteligente, hablaba latín, sabía de música, le interesaba la política, en definitiva, era muy inquieta intelectualmente y esto llamó la atención del duque, que la invitó a unirse a la corte de Milán. Allí la muchacha captó el interés de Leonardo. Se hicieron grandes amigos, compartieron tertulias sobre todo tipo de asuntos de la actualidad y la retrató, por petición del duque, en el cuadro titulado la Dama del armiño. La joven guardó el cuadro durante toda su vida y su pista se perdió hasta el siglo XVIII, cuando se le atribuyó a Da Vinci. Hoy está expuesto en el Museo Czartoryski de Cracovia.

La virgen de Caravaggio

Caravaggio fue un artista que despertó mucha polémica con su obra. Aplaudido por unos y censurado por otros, fue la comidilla entre los intelectuales de su época. Según sostienen algunos historiadores – no hay consenso-, Caravaggio habría tomado como modelo para pintar a la virgen al cadáver de una mujer ahogada en el Tíber. Dicen que se llamaba Lena y que había sido amante del pintor.

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La muerte de la Virgen, el último cuadro que Caravaggio pintó en Roma antes de huir tras haber matado a un hombre en una pelea, sitúa a la Virgen en su lecho de muerte, con el cabello enredado, la piel verdosa y sin el halo celestial que se espera de esa figura. Optó por reflejar de manera realista el dolor de la pérdida. Por este motivo, los canónigos de Santa Maria della Scala, la iglesia de Roma para la que le habían encargado el cuadro, lo rechazaron.

El cuadro fue entonces adquirido por una rica familia por recomendación de Rubens. Años más tarde sería propiedad de Carlos I de Inglaterra y hoy se expone en el Louvre.

Pese a las críticas, se consideró que Caravaggio retrató la muerte de la forma más cruda que supo. Aparece rodeada de los discípulos y de María Magdalena, que lloran su muerte de manera desconsolada.

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