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Juan Manuel González

Crítica: 'Dead Man Down (La venganza del hombre muerto)'

Póster Dead Man Down

Hace un par de años, el danés Nicolas Winding-Refn adornó con su particular sentido de la atmósfera el telegráfico guión de Drive, convirtiendo un escueto neo-noir en una de las películas más interesantes y fascinantes de los últimos años. Ahora, otro danés, Niels Arden Oplev, responsable de la primera entrega de la saga Millenium (la sueca, no la superior versión americana dirigida por David Fincher) realiza la jugada contraria en Dead Man Down, un thriller protagonizado por Colin Farrell y, de nuevo, Noomi Rapace, y que pese a apuntar maneras y ofrecer momentos interesantes, acaba resultando una muestra un tanto espesa de thriller criminal romántico.

Dead Man Down, si bien no merece acabar en la basura (la pareja Farrell-Rapace me parece de un morbo notable) sí desperdicia las posibilidades de su convencional pero voluntarioso libreto. En este caso Farrell interpreta a un secuaz cuya vecina desenmascara su coartada asesina por casualidad voyeurística. Lejos de sentirse acongojada por el guapo protagonista, ésta le propone que trabaje a su servicio y se vengue convenientemente de una persona que marcó su vida… mientras el propio chantajeado trata de llevar a cabo su propia agenda de venganza. Un argumento estimulante por sus perturbadoras implicaciones, tanto en la vertiente romántica como en la puramente criminal, y que Oplev se encarga de arrasar con su estilo rutinario, monótono y televisivo.

El danés confunde la creación de atmósferas con languidez visual y narrativa, y en vez de disimular las imperfecciones y arbitrariedades de la aventura, ya sea detonando la pirotecnia de acción como pisando el acelerador en el erotismo o el drama (por no hablar del suspense), se queda en la casilla de salida y nos ofrece algo así como una nueva entrega de los Millenium sueco, pero adornada con rostros mucho más interesantes. Oplev se carga las connotaciones sexys y torturadas del romance, anula la espectacularidad y el artificio, pese a su válido final, y fundamenta todo –por pura desidia- en el reparto y en especial en su pareja protagonista, un Colin Farrell que merece echarse al coleto un taquillazo, y Noomi Rapace, una actriz poderosa y capaz de mostrar todas las facetas de su torturado personaje.

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