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José Sazatornil 'Saza' ha perdido la memoria

El célebre actor, a sus 88 años, ha perdido la memoria. Además, la historia de cuando un diario madrileño lo dio por muerto.

El célebre actor, a sus 88 años, ha perdido la memoria. Además, la historia de cuando un diario madrileño lo dio por muerto.
José Sazatornil, en febrero de 2013 | Cordon Press

Perder la memoria es un drama. Para un actor que tanto nos ha hecho reír y que siempre hizo gala de aprenderse los papeles con rigor, significa el final de su carrera, la postración en casa, mientras pasan los días y él sólo reconoce a su familia más cercana. José Sazatornil Buendía, "Saza", el de la mandíbula pronunciada y la fácil carcajada, vive a sus ochenta y ocho años esa enfermedad. Lo mismo que le pasa a Carmen Sevilla, como saben. Igual que le ocurrió a la reina de la revista, Celia Gámez. Y a aquel otro gran actor, Juanjo Menéndez. El llamado "mal de Alzheimer" supone un limbo para quien lo sufre, y una desgracia que han de sobrellevar sus allegados con cariño y mucha paciencia.

Se celebraba semanas atrás un cuarto de siglo del estreno de una película estupenda, de disparatado guión, que figura entre lo mejor de nuestro cine contemporáneo: Amanece que no es poco. Y, en torno a su director y guionista, el albaceteño José Luis Cuerda, se congregaron para una grata reunión, con sesión fotográfica incluida, algunos de sus principales protagonistas: Tito Valverde, José Miguel Rellán, Enrique San Francisco, Pastora Vega, Guillermo Montesinos… y "Saza". Saludos, risas, cómo estás, qué haces ahora… Y "Saza" que, aunque sonriente y educado… ¡no reconocía absolutamente a ninguno de sus compañeros! Carmen, su única hija, lo había acompañado al lugar de esa cita, pendiente de él en todo momento. Aparentemente normal, risueño como siempre, de una exquisita afabilidad… pero atrapado por su mal en esa para él ya persistente nube que lo aísla del pasado. Intervino en más de un centenar de películas, en docenas de funciones teatrales… y ahora aquel mundo le es completamente desconocido. Se le recordará por su vis cómica, por películas inolvidables como La escopeta nacional, donde personificó a un empresario catalán que aprovechaba una cacería con prohombres de la política para cerrar un negocio; o Espérame en el cielo, donde interpretaba a un funcionario falangista en el Palacio de El Pardo, trabajo que le deparó un merecidísimo Goya en 1988. Fue asimismo el cabo de la guardia civil en la antes citada Amanece que no es poco. El rostro de "Saza" siempre ha invitado a los espectadores a la sonrisa, cuando no a la espontánea carcajada.

Este barcelonés, residente en Madrid desde hace más de medio siglo, comenzó actuando en funciones de aficionados a los seis años de edad. Con Paco Martínez Soria alcanzó en la década de los 40 su alternativa profesional. Por su físico, tuvo siempre claro que el género en el que mejor se desenvolvería es la comedia. Un hombre encantador, aferrado a sus costumbres, de las que nadie logró jamás disuadirle. Me contaba un día: "Yo no sé conducir, ni tengo coche ni lo necesito. Infinidad de veces, mis compañeros han tratado de llevarme en sus automóviles al lugar de un rodaje, al teatro donde actuábamos… Y yo, ¡que no, que me voy en tren, o en autobús, o en lo que sea! Y en los contratos cinematográficos, claro está, yo ponía la cláusula de que si tenía que ponerme ante un volante… escogieran a otro. ¡Ah!, y otra cláusula: como no sé nadar, por nada del mundo yo aceptaría un papel que me obligara a meterme en el agua. Como mucho… ¡hasta la cintura! Y aún así, con un flotador, si fuera preciso".

Ni qué decir que cuando me contaba esto, lo hacía con gestos característicos que ocasionaban una situación hilarante. Pero nada comparado con esta historia de la que fue involuntario protagonista. Un veterano diario madrileño publicó la noticia del óbito de José Sazatornil, acompañada de un artículo necrológico firmado por un conocido cronista de la farándula. Empezó a sonar el teléfono en casa del actor. En la primera llamada, el comunicante, tras hablar con la supuesta viuda, insistió: "¿Está usted segura que su marido vive?" Y la respuesta de ella: "¡Hombre, cómo no voy a estarlo si lo tengo aquí conmigo al lado, en la cama…!" Parecía la escena de un vodevil del propio "Saza". Había fallecido, efectivamente, un señor llamado como éste, José Sazatornil, sin parentesco alguno, en Guadalajara, donde ejercía de cronista deportivo. Aquel comentarista teatral del diario madrileño se precipitó al no verificar la identidad de la víctima de un accidente de automóvil, guiándose por un apellido que no es muy común. Al preguntarle yo a "Saza" qué impresión le produjo "leer su propia muerte", me dijo: "No me afectó. Pero comprobé, a tenor de las muchas personas que se interesaron por mí, que me tenían cariño". Y aquél recorte de periódico, con su obituario, figura desde entonces, enmarcado, en una de las paredes de su domicilio. "Saza", por fortuna, sigue en este mundo… aunque ahora su mente esté velada, ayuna de ése y otros miles y miles de recuerdos; los que engloban ochenta años dedicados al arte de la interpretación.

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