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Juan Manuel González

Crítica: 'Hércules. El origen de la leyenda', de Renny Harlin

La película del antaño grande Renny Harlin hubiera necesitado de una estrella con más carisma que Kellan Lutz.

Póster Hércules: El origen de la leyenda
Puntuación: 5 / 10

¿Qué es lo que hace mala una película? Hay algunas como Hércules: el origen de la leyenda que, desde luego, parecen llevarlo en el ADN. La nueva versión de las aventuras del personaje mitológico es también la típica película de su estudio, Summit Entertainment: un poco de romance marca Crepúsculo por allí, ídolos juveniles por allá, una producción media (unos 60 millones de dólares, que no lucen especialmente bien) y, en este caso, un director que en su momento fue un artista más que solvente en el género de acción, pero que ahora parece condenado a atravesar sus horas más bajas.

Vale. Aceptamos Hércules. El origen de la leyenda como película mediocre, e incluso mala. Pero al menos es una que resulta simpática en su modestia. Se trata de una serie B eficaz en su falta de pretensiones que sustituye el cartón piedra por las texturas digitales de la muy exitosa epopeya 300 (de la que, por cierto, está a punto de estrenarse un tardío spin-off) y que, pese a su falta de emoción y verdadero espectáculo, al menos supone una oportunidad para ensalzar anteriores trabajos de su director Renny Harlin, un realizador vinculado a cintas de terror y acción de los ochenta y noventa que, para este cronista, resultan arrebatadoras.

En efecto, películas como la espléndida Máximo Riesgo, la más que solvente (y violenta) La Jungla 2: Alerta Roja, la infravalorada Deep Blue Sea (uno de mis grandes placeres culpables), la casi revolucionaria Memoria Letal... hasta Pesadilla en Elm Street 4, una más que recomendable secuela que exprimía el potencial cómico de Freddy Krueger, definieron un estilo de cine comercial esteticista, pero también burlón y eficaz de acuerdo a sus pretensiones. Un modelo de espectáculo bastante alejado de armatostes pesimistas postmodernos y que todavía privilegiaba cierta concisión narrativa y sí, por favor, violencia gratuita.

Desgraciadamente, esos rasgos aparecen un tanto oscurecidos en esta Hércules. El origen de la leyenda, una aventurilla mitológica demasiado derivativa de 300, Immortals y otras odiseas similares que son, en realidad, mucho peores que el cine que solía facturar el finlandés durante los 90, una vez establecido en EEUU. Oscurecido por las exigencias de una productora a la caza del público joven, la cinta carece de un protagonista carismático (comparar a Kellan Lutz, de la saga Crepúsculo, con Arnold Schwarzenegger o Dwayne Johnson da bastante risa) y finalmente paga el peaje de ciertas digresiones románticas. Pero al menos todo esto lo hace con desvergüenza y humildad. Ese equilibrio entre película de sábado por la mañana y trash-movie viene dada por, precisamente, el buen hacer de Harlin en las secuencias de acción, siempre claras y vibrantes pese a la ridiculez reinante, y su equilibrio entre la acción artesanal (ya sea digital o puramente física: el uso del 3D es superior al de producciones mayores) con el escueto guión. En otras palabras, esta Hércules es una película obsoleta pero que no renuncia combatir con fuerza, y que podía haber estado mucho mejor si su director no hubiese trabajado con las limitaciones propias del cine franquiciado para la estrellita de turno. Que la de Hércules se trate de una batalla perdida depende de las pretensiones del espectador.

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