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Emilio Aragón cumple años estrenando película

Emilio Aragón estrena su segunda película como director.

Emilio Aragón estrena su segunda película como director.
Emilio Aragón | Cordon Press

Este miércoles 16 de abril Emilio Aragón cumple cincuenta y cinco años. Nacido en La Habana, hijo de Emilio Aragón Bermúdez (Miliki), desciende de una saga de cómicos circenses del siglo XVIII. Y de los Thedy, Pompoff, Emig, Zampabollos, Nabucodonosorcito. Sobrino de Gaby y de Fofó. Abandonó sus estudios de Medicina en primero de carrera, que había iniciado con ánimo de licenciarse en Pediatría, pero asistió a un par de operaciones y, en cuanto empezó a ver sangre, se desmayó y comunicó a su progenitor el deseo de ganarse la vida como toda la familia. Me contaba: "Cuando era niño me disfrazaba de augusto. Quería hacer de payaso tonto, pero sin empolvarme toda la cara. Sólo me pintaba de rojo la nariz. Yo siempre he tenido alma de payaso y de artista de circo. Lo que pasa es que el circo de los últimos tiempos no es igual al que conocí de niño con los míos. Se ha desnaturalizado, añadiéndole elementos que rompen con la tradición circense de siempre".

Emilio Aragón es un tipo formidable con el que da gusto conversar, pues a su trato exquisito une su gran sencillez, su cercanía con el interlocutor. De probado talento desde que en 1977 irrumpiera en El Gran Circo de TVE bajo el seudónimo de Milikito ha logrado desde entonces éxitos notables. En los escenarios teatrales, con Barnum, revista musical estrenada en 1984. Como actor, se hizo muy popular en la serie Médico de familia, que batió récords de audiencia durante largas temporadas. Sin duda polifacético, como otros miembros de su familia, reúne una gran disposición hacia la música como compositor, director e instrumentista, de lo que nos ha dado muestras tanto en canciones divertidas como "Me huelen los pies" y "Susanita tiene un ratón" hasta cuando hace ocho años puso ritmos cubanos a la música de Juan Sebastian Bach, con el máximo respeto hacia un genio como éste de la música clásica y en cierto modo introductor asimismo de sonidos avanzados en su tiempo.

Y, algo más en la biografía artística de Emilio Aragón, que es noticia estos días, ante el próximo estreno de su segunda película, Una noche en el viejo México, fijado para el 9 de mayo en los cines españoles y casi simultáneamente en los Estados Unidos. En la clausura del reciente Festival de Málaga el filme fue recibido con el beneplácito de los críticos desplazados al certamen. El realizador considera que éste es en realidad su primer filme, a pesar de que se iniciara tras las cámaras hace unos años con Pájaros de papel, que tuvo una discreta acogida. Se trata de una coproducción hispano-norteamericana, rodada en Texas cuyo argumento gira en torno a un ranchero que se ve abocado a abandonar sus tierras y se embarca en un improvisado viaje en la frontera mexicana, acompañado de un nieto al que acaba de conocer. Una road movie, en el argot cinematográfico, que lleva al protagonista de la historia, encarnado por el veterano secundario de lujo Robert Duvall, al encuentro con seres marginales que le depararán no pocas sorpresas.

En un personaje como Emilio Aragón no se vislumbra una existencia gris. Y, por tanto, en él no anida el aburrimiento. Siempre tendrá en la cabeza algún proyecto nuevo y, tal vez, diferente al anterior. Lo que no abandona es su otra cualidad de empresario de éxito, como propietario de la productora Globomedia, que le ha deparado afortunadas series (7 vidas, Aida, Los hombres de Paco…), con la que ha colaborado muy activamente con el controvertido canal de televisión La Sexta, del que es uno de los principales accionistas y en su día presidente honorario. Claro que él no se ocupa de la programación, por lo que nada podría criticársele en ese sentido. Su ética profesional siempre ha sido recta. No le conocemos injerencias políticas de ningún tipo, como tampoco él mismo se ha manifestado ideológicamente en ningún sentido. Lo demás sería una irresponsable intromisión en su vida privada. De la que sólo puede decirse que, en el plano familiar, formó una encantadora pareja con su mujer, de ascendencia asturiana vinculada a un afamado oftalmólogo, Aruca Fernández-Vega, con quien tiene unas preciosas hijas. Ella le ha sido muy valiosa no sólo en el plano hogareño sino como eficaz colaboradora en sus negocios. Al punto que, con su bonhomía habitual, Emilio comenta a menudo: "Soy un desastre para las cuentas. El día que mi mujer quiera… me deja en la calle". Pura broma de un ser excepcional, querido por cuantos lo conocen, al que a mí siempre me ha parecido un niño grande, tan tierno… como travieso. Y llamarlo payaso, es un piropo que recibe con su perenne sonrisa.

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