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Cristina Losada

'1980' o cómo no se ha contado antes el terror de ETA

Vean '1980', que la cuenta un cineasta de raro y exquisito talento.

Imagínese un país donde un grupo terrorista comete un asesinato aproximadamente cada tres días y en el telediario, el único que hay entonces, el presentador anuncia un tanto cariacontecido, no demasiado, quizá por la costumbre: "Ahora pasamos a informarles, como decía Joaquín, de los hechos terroristas del día". Como quien informa del estado de las carreteras. ¿Ficción? No. Es la nueva película de Iñaki Arteta sobre el terror de ETA, sobre el año en que más asesinaron los terroristas nacionalistas vascos: exactamente noventa y ocho asesinatos y más de doscientos atentados. 1980, ése fue el año y ése es el título. Un relato apoyado en documentos fotográficos, televisivos, periodísticos, y en testimonios de los que sufrieron el terrorismo y de los que vieron cómo sucedía y aún se preguntan cómo fue posible. Cómo fue posible la indiferencia.

En aquel telediario utilizaron el término terrorista, pero no se piense que eso era habitual. La prensa, dice uno de los entrevistados por Arteta, procuraba no utilizar la palabra. La prensa vasca en especial, pues era allí donde las redes de complicidad con ETA eran extensas, mucho más extensas entonces, como señala Teo Uriarte, que en los años de la dictadura. Es en democracia, con el estatuto de autonomía, cuando se produce una gran afluencia de jóvenes a la banda, que llegó a contar con decenas y decenas de células gracias al dinero de la extorsión y al refugio, auténtico santuario, que tenía en Francia. Esto es bien sabido, como es sabido que el grueso de la actividad criminal de ETA sucedió en democracia, pero procede repetirlo: no hace tanto que incluso miembros de un gobierno español consideraban a ETA como un "último residuo del franquismo". Su supervivencia, entonces, les debe resultar inexplicable.

Mientras caían asesinados ¡sólo aquel año! noventa y ocho ciudadanos, muchos guardias civiles, policías y militares, muchos otros civiles de toda clase de oficios y profesiones, el apoyo social a ETA en el País Vasco crecía, como si se cumpliera aquello que observó Sebastian Haffner en la Alemania que se fue haciendo nazi: primero participaron sólo por miedo, pero al cabo no puede uno aceptar que es un ser tan despreciable, así que "terminaron incorporando el convencimiento político necesario". Al tiempo, los políticos no nacionalistas eran blanco preferente del terror, y partidos como UCD fueron prácticamente exterminados. Y al hacerse rutinario el terrorismo, como apunta Aurelio Arteta, perdió las aristas, perdió el horror. Se podía, tranquilamente, mirar para otro lado. No sólo allí, aunque ciertamente más allí, también en el resto de España.

Las víctimas del terrorismo no existían. Eran invisibles. Los periodistas Cayetano González y Florencio Domínguez dan testimonio de ello. Los protagonistas de la información sobre el terrorismo eran los propios terroristas. Se les daba un tratamiento personalizado y extenso, se contaba hasta en qué escuela habían estudiado. Pero apenas nada de las víctimas. La mayor parte de los asesinados eran de fuera del País Vasco, a sus familiares los llevaban allí para unos funerales exprés y solitarios, y enseguida regresaban a sus lugares de origen, con los féretros. Cuando los familiares sí vivían allí, sus vecinos les dejaban de saludar. Las muestras de desprecio hacia los de fuera eran constantes. "Nos llamaban coreanos y maquetos", recuerda un familiar. El historiador Gaizka Fernández Soldevilla da cuenta de tan perverso estado de cosas: "Cuando los familiares de las víctimas aparecen en la prensa es para rebatir las acusaciones de ETA". No para decir que ETA ha cometido un crimen, sino para asegurar que se había equivocado y que su pariente no era un chivato ni un ultraderechista. Se había aceptado la culpabilidad de las víctimas de ETA. "Algo habrá hecho".

Cómo una banda de asesinos pudo apoderarse de las vidas y las almas de tantos individuos no es materia que llegue a agotarse en una película. Es más, tanto se apoderó que no hay prácticamente películas que exploren esta gran tragedia española de nuestro tiempo. Tuve ocasión de preguntarle a Arteta sobre ello, y esto me dijo: desde la Transición se han estrenado unas cuatro mil películas españolas, sólo cincuenta se han acercado al mundo de ETA, la mayoría desde la figura del terrorista y sus dilemas, sólo nueve de esas cincuenta se aproximaron a las víctimas, y de ellas cuatro son del propio Arteta. De ahí que en el tráiler de esta película extraordinaria surja esta pregunta: "¿Cómo no se ha contado antes una historia así?". Vean 1980, que la cuenta un cineasta de raro y exquisito talento.

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