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Juan Manuel González

Crítica: 'Cenicienta' (2015), de Walt Disney

De todas las adaptaciones a imagen real de los cuentos Disney, Cenicienta es probablemente la mejor.

Póster Cenicienta
Puntuación: 7 / 10

En un momento clave de Cenicienta, la nueva adaptación del cuento legendario dirigida con fogoso clasicismo por Kenneth Branagh, la sufrida protagonista interpretada por Lily James se hace su propio vestido renovando uno antiguo, perteneciente a su fallecida madre.

Se trata de una metáfora perfecta del filme, y estando a los mandos el realizador británico, me aventuro a decir que totalmente intencionada: no faltará quien critique la falta de originalidad de la nueva propuesta familiar de Walt Disney Pictures y la compare con eso mismo, un traje viejo cosido para que parezca otro... de la misma manera que habrá quien no sepa o quiera saber lo que significa un clásico Disney, tanto a nivel puramente industrial (o comercial) como también moral.

Digo todo esto porque, en tiempos de hipocresía general y relecturas post-post-modernas del relato, Kenneth Branagh y Walt Disney Pictures se han atrevido a entregar una nueva versión del clásico cuento totalmente pura y abiertamente romántica, que puede pecar de escasamente novedosa pero que, en manos del responsable de Mucho ruido y pocas nueces, acaba resultando incuestionablemente bienintencionada, inusualmente sincera y -por supuesto- apabullante en lo visual.

La protagonista es Ella, una joven desdichada que se redimirá con el amor de un príncipe (Richard Madden, Robb Stark en Juego de Tronos) que no es azul... pero casi. Afortunadamente, la nueva Cenicienta llega después de Frozen, la película que supuso el definitivo giro de timón dentro de la casa del ratón a la hora de presentar sus cuentos de heroínas femeninas. Por ello, pese a guiarnos a través de la peripecia de una mujer que es, efectivamente, salvada por un príncipe, también triunfa a la hora de crear un personaje alejado de perspectivas de género facilonas, que no se guía por esperanzas bobaliconas sino que resulta digno de su comprensión de dolor y la memoria familiar, que se guía por una ética incuestionable... pero que vive en un mundo de cuento que es cruel y difícil como el real, uno en el que -como en este último- cada vez es más difícil que los buenos sentimientos encuentren recompensa. Al menos, una que sea inmediata.

El filme de Branagh se reivindica a sí mismo gracias a esa convicción, la de presentar una heroína víctima de las circunstancias pero también capaz de hacerse su propio vestido e invitarse ella misma al baile. Inserta en las nuevas adaptaciones de los clásicos Disney en imagen real iniciada con Alice in Wonderland, continuada por Oz: un mundo de fantasía, y que encuentra en Maléfica su última (y discutible) encarnación, a diferencia de ellos Cenicienta contiene escasas variaciones del material sobradamente conocido, destacando por un mayor academicismo, un mayor apoyo en los diálogos y sus actores y una peripecia más romántica que aventurera.

Branagh sale airoso del reto, en primer lugar cuidando todos y cada uno de los aspectos visuales del filme. Su confianza en la exuberante banda sonora de Patrick Doyle, su voluntad de entregar secuencias elaboradas (la primera aparición de Cate Blanchett, la entrada de Cenicienta en el baile, su posterior huida en el carruaje...) para animar el relato y dotarlo de continuo interés, manifiestan un estilo que podría calificarse de meramente artesanal, pero que también destaca por su autenticidad, atmósfera (ya sabemos lo bien que se mueve Branagh en escenarios de corte) y hasta, en efecto, valor cinematográfico.

Cenicienta está, gracias a él, repleta de secuencias esplendorosas que aseguran el entretenimiento familiar de todos, sin caer en lo grotesco, lo infantiloide ni tampoco lo excesivamente (más bien innecesariamente) oscuro. Pinceladas de todo ello hay, pero en manos de Branagh todo parece un juego sencillo de ética incuestionable. Clásica pero contemporánea, Cenicienta es un formidable espectáculo que demuestra que los cuentos Disney siguen siendo necesarios.

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