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Juan Manuel González

Crítica: 'Espías', con Melissa McCarthy y Rose Byrne

La campaña de promoción de 'Espías' engaña un poco. Estamos ante una comedia muy divertida pero una parodia regular.

En 2011 el director Paul Feig dio un importante giro de timón a la comedia americana con La boda de mi mejor amiga, una comedia femenina que se convirtió en uno de los más sorprendentes -y merecidos- éxitos de aquel año. Dos de sus estrellas eran Melissa McCarthy y la australiana Rose Byrne, dos actrices de diferente pero probada trayectoria (la última, además, en un brillante cambio de registro) que también protagonizan la presente Espías, una parodia del género Bond con la que Feig y su estrella favorita, la propia McCarthy, han obtenido otro notable éxito de taquilla en EEUU. Ahora mismo, por cierto, el dúo se encuentra rodando la tercera entrega de Cazafantasmas, que se estrenará el próximo verano, de nuevo con un reparto casi por completo femenino.

La verdad es que pese a la poco apetecible apariencia de Espías, que bien podría ser una comedia de segunda o tercera categoría, el resultado es una válida muestra del talento de Feig, versado en mil series televisivas, para elaborar una comedia no necesariamente feminista pero sí marcadamente femenina. También de su sintonía con los actores y su buena mano para escribir y dirigir diálogos absurdos, descontextualizados e imposibles, que parecen darle un toque improvisado, orgánico a sus escenas, sin insistir en moralinas tanto con en la pura confusión e intuición cómica, y llevando la comedia norteamericana a territorios menos peterpanescos que la que ha sido hasta ahora otra de sus derivadas, el cine Apatow.

Precisamente el contraste de esta pura energía cómica con las delimitadas pautas de una trama de espionaje internacional es lo único malo de esta Espías, cinta que se crece en los momentos cómicos -o si quieren, cuando podría funcionar como una secuela de La boda de mi mejor amiga- que cuando toca simplemente desenredar una intriga sobadísima. En esto segundo Feig nos deja ver sus limitaciones, tanto como realizador de acción (preñando cada movimiento de molestos ralentís) como simplemente narrando cine de otro género, prolongando demasiado la duración (por alguna razón, Espías dura casi 120 minutos) pese a que, justo es reconocerlo, el guión se reserva un par de relativas sorpresas y giros más o menos imprevisibles, logrando mantener sin problemas la energía.

Espías es, sin embargo, una muy buena comedia que sorprende por la labor de esa buenísima actriz que es Melissa McCarthy, y lo es tanto por el diseño de su personaje como por la defensa que hace de él la intérprete, muy alejado de lo que ha dado a entender su campaña de promoción. La comedia jamás surge de su torpeza o estupidez (rol que recae, ahí está la broma, en el forzudo Jason Statham) sino en su manera de reaccionar ante las situaciones y relacionarse con los personajes. Su rivalidad con Rayna (Rose Byrne demuestra que no hay nadie como ella para hacer de pija malvada); su amor no correspondido por el agente Fine (Jude Law, por fin cambiando de registro); su amistad con la analista Nancy (Miranda Fine: atención a su instante final con el rapero 50 Cent)... Todos estos elementos son los que animan la función, como esa memorable sección de película que transcurre en Roma y que aúpa a Espías como una de las mejores comedias de lo que llevamos de año (otra cosa es que la cosecha tampoco haya sido especialmente abundante o positiva).

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