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El Delorean DMC-12 de 'Regreso al futuro', una máquina del tiempo con estilo

El que iba a ser el gran deportivo americano nunca llegó a levantar el vuelo, pese a las alas de gaviota. El cine lo convertiría en leyenda.

El que iba a ser el gran deportivo americano nunca llegó a levantar el vuelo, pese a las alas de gaviota. El cine lo convertiría en leyenda.
El DeLorean | Archivo

Si vas a construir una máquina del tiempo ¿por qué no hacerlo con estilo?" Así respondía el doctor Emmett Brown (Chistopher Lloyd), a un perplejo Marty McFly (Michael J. Fox) en Regreso al futuro, la comedia de ciencia ficción producida por Steven Spielberg que marcó a la generación de los ochenta y que daría pie a dos populares secuelas. Casi podemos oír la que sería la contestación del joven protagonista: "¡Qué fuerte, Doc".

La plataforma utilizada por el científico para ubicar su invento era nada menos que un Delorean DMC-12, un deportivo con puertas de ala de gaviota fabricado por DMC durante poco más de un año, entre 1981 y diciembre de 1982.

Muy pocos saben que el célebre coche, diseñado por Giorgetto Giugiaro, estaba compuesto de piezas de acero inoxidable y estaba fabricado en Irlanda, pese a ir dirigido al mercado estadounidense. En la fábrica de DMC en Dunmurry había dos puertas, una para católicos y otra para protestantes. El comportamiento deportivo del Delorean no fue, sin embargo, especialmente destacable. El coche montó un motor de 170 cv –que se redujeron a 130 cv tras someterse a una férrea regulación de las emisiones contaminantes-, y muchos usuarios han modificado los tarados de suspensiones delanteras, impuestos también por la vía legislativa, para evitar cabeceos molestos.

Ellos aseguran que el Lotus Esprit está en la base del diseño del DMC-12, y que no le faltan buenas maneras. Desde luego, más de lo necesario para alcanzar los 150 km/h necesarios para viajar en el tiempo...

El principio y el final de su historia lo puso John Delorean, fundador de la compañía y antiguo ejecutivo de General Motors, que fue detenido en octubre de 1982 por tráfico de drogas. Ese mismo año, Delorean Motor Company se declaró en quiebra. Adiós a la carrera de uno de los empresarios más prometedores de América. Su ansiado proyecto de fabricar un automóvil propio le llevó a fundar su propia firma.

Pero en sus planes se interpuso el conocido proteccionismo inglés, que instauró un impuesto exclusivo a Delorean por su fábrica en Irlanda, y con ello comenzó a minar un proyecto que tras su detención acabó por venirse abajo. Su caída en desgracia, pese a ser exonerado de los cargos, acabó con un sueño que la película de Robert Zemeckis elevaría inesperadamente a la categoría de icono.

Del DMC-12 finalmente se fabricaron sólo poco más de 8.500 unidades, de las que perviven solamente algo más de 6.000. Poco importa: el cine se encargó de perpetuarlo para generaciones y generaciones.

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