Escuadrón Suicida es, desde luego, una película hija de su tiempo. Lo es tanto en contenido (en su visión desencantada del poder, en su dibujo de un mundo antipático siempre a las puertas de una nueva guerra en territorio doméstico, y por supuesto, en apuntarse a la masiva moda de los superhéroes) como cuando atendemos a los vericuetos complicados de su propia realización. Lo es en la medida que trata de conciliar, de manera tan válida y fascinante como en ocasiones fallida, los intereses corporativos de un estudio manejando provechosas propiedades con la visión personal de un director, David Ayer, que de todas formas y pese a las terribles dificultades logra dejar su impronta personal en el producto.
Digámoslo ya: la nueva película de (anti)héroes DC no es ni mucho menos redonda ni tan buena como prometía. Tal y como ha revelado Hollywood Reporter, un estudio en estado de pánico tras la nefasta (y hasta cierto punto inmerecida) recepción a Batman v. Superman encargó un importante rodaje adicional y un montaje paralelo al que el propio Ayer estaba realizando, con vistas a no solo convocar, sino también encantar, a ese enorme público potencial que ahora mismo está completamente seducido por los amables shows de la productora rival, Marvel Studios. Pero de ahí a creerse las terribles reseñas que la prensa extranjera ha dispensado a la película va un mundo.
Una cosa es cierta. Esa voluntad de agradar a cuanto más público, mejor, lastra hasta cierto punto el encanto de una propuesta que hubiera necesitado algo más de violencia e incorrección (aquella de la que, precisamente, presumen sus protagonistas) en una suerte de bizarra versión de Doce del Patíbulo con poderes sobre cuyos hombros (y no por azar, sino por un tejemaneje del Poder) recae la responsabilidad de salvar una ciudad de una amenaza autogenerada. No hace falta irse a una referencia excelsa como la citada película de Robert Aldrich: la muy noventera Con Air mostró más claridad, diversión y atrevimiento en este punto que la presente obra. Por no citar, salvando mil distancias, Depredador, donde los protagonistas iban cayendo de uno e uno en un esquema similar al de Aliens que no hubiera venido mal a la presente (pero que Ayer parece sugerir en algún momento).
Pero afortunadamente la presencia del director de la oscurísima, antipática e infravalorada Sabotage, así como la excelente Corazones de Acero (que sí seguían muy claramente ese bosquejo) se sigue notando y mucho, logrando un balance de cosas que funcionan que gana por bastante a las que no lo hacen. "Gente mala haciendo cosas buenas" es el lema del filme, y pese a un primer acto de presentación un tanto confuso y farragoso (pero con elementos de interés incluso en sus peores momentos: ver esos flashbacks subjetivos que dislocan todavía más el tono) sabe mantenerlo hasta el final. Pero la gran paradoja de Escuadrón Suicida es que sigue necesitando la seguridad de un referente sólido, y cuando éste llega (pero solo cuando llega), todo en ella mejora. Una vez que el filme de Ayer se transforma en una versión de la excelente 1997: Rescate en Nueva York, de John Carpenter, cosa que ocurre pasada la media hora inicial, el asunto despega y el filme empieza a balancear adecuadamente su propia ecuación entre fealdad, estupidez y dignidad, a jugar con la incorrección y epicidad de sus referentes. "Normal es una posición de la secadora", dice una excelente y a ratos insoportable (pero seductora) Margot Robbie.
Es entonces cuando Ayer puede plantear algunas de las interesantes apuestas del guión, introduciendo un romántico Joker (Jared Leto) convertido en una inusual aleación punkie de Tony Montana y Christian Grey; obviando la mayoría de las escenas de destrucción urbana masiva que se desprenden de la historia (del surgimiento de la apresurada amenaza pasamos enseguida a la reacción del grupo) mediante una bienvenida economía narrativa que, además, ayuda a reforzar ese espíritu de serie B que planea por la película; y, por supuesto, a enlazar un tiroteo macarra tras otro con escenas de inusual introspección (como la que transcurre en el bar, y en la que empieza a cobrar un agradable protagonismo el atormentado -y muy "Ayer"- pirómano de Jay Hernandez), que el filme remonta. En esos momentos, que son bastantes, Escuadrón Suicida es un blockbuster revoltoso, histérico y un pelín sádico, que es más o menos lo que esperábamos de él, mostrando trazo firme y una particular lógica interna que nos descubre las excelentes maneras del guionista de Training Day.
Una pena, por eso, de ciertas secciones (la mayoría en su primera mitad) en las que Ayer parece superado por las exigencias de crear franquicia DC, malgastando ideas en una película que ni modula ni escala y en la que sus personajes caen en la caricatura escandalosa justo cuando el filme debería mostrar algo de personalidad, paciencia y -en definitiva- cimientos. Salvo esto y esa violencia demasiado medida, Escuadrón Suicida es un filme que transmite y entretiene, que no se atasca en moralinas sino que define sus entrañables y antiheroicos personajes (aunque en ocasiones se olvide de los secundarios) y que sabe transmitir una moderada amargura por el fracaso del sistema. En suma, un buen filme con algunos problemas que, ante todo, no necesita de idiotas comparaciones con los de la competencia Marvelita para jugar sus cartas.