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Juan Manuel González

Crítica: 'Underworld: Guerras de Sangre', con Kate Beckinsale

Underworld llega a la quinta entrega dando más de lo mismo, pero abortando el "progresa adecuadamente" de las últimas entregas.

En un momento cualquiera de esta Underworld: Guerras de Sangre, el siempre insigne y amenazante vampiro Charles Dance (ocupando la cuota de "actor inglés respetable" para, ya saben, dar pedigrí al show) le espeta a otro personaje que "tratará de recordar su nombre". Es más o menos lo que le ocurre a un servidor con la saga que protagoniza Kate Beckinsale, de la que apenas recuerdo nada salvo el lejano eco haberlas visto todas... y del hecho de que las dos anteriores entregas (la concebida a modo de precuela con Michael Sheen y la cuarta, en la que se recuperaba el personaje de Selene y ésta se convertía en madre) estaban bastante mejor que las dos primeras de Len Wiseman.

Tanto da que me da lo mismo: con esta quinta entrega, dirigida por la realizadora de origen alemán Anna Foerster (vinculada hasta ahora a los filmes de Roland Emmerich o la serie de televisión Outlander), la saga Underworld aborta ese limitado pero apreciable "progresa adecuadamente" y vuelve a las sombras de donde salió. Continuando la historia de Selene, ahora reclamada para entrenar un pelotón vampiro que haga frente a una nueva amenaza licántropa, la película sufre de una realización entre desganada y fea que anula el ritmo demencial y videoclipero que Måns Mårlind y Björn Stein imprimeron a la entrega anterior, y que ni siquiera entiende ese potencial de folletín familiar y fantasioso que podría elevar la saga Underworld como una entidad distintiva.

Guerras de Sangre simplemente empieza mal y nunca se recupera, desaprovechando con una realización distante las posibilidades de un guión simpático que, el menos, tiene la dignidad de dejar lo mejor para el final. Pero aquí nadie ha tratado de arreglar un poco el producto, plagado de secuencias dramáticas que parecen la intro de un videojuego, diálogos explicativos recitados sin gracia o amor, de explicaciones en voz en off y flashbacks de los cuatro largometrajes previos (que al menos llenan tres minutos de proyección del presente). Dirigida sin cariño, montada con premura e indiferente a cualquier posibilidad de su argumento (que sí se esfuerza en proporcionar avances) Underworld 5 desaprovecha incluso sus momentos más grotescos y heroicos: la reaparición final de cierto personaje, concebida como un renacimiento tras regresar del Más Allá, luce barata y solo despierta risas en un filme que no resulta ni primitivo ni sofisticado, que no se molesta en gestionar irónicamente el ridículo como otras coetáneas, sino simplemente dar más de lo anterior (bueno, vale) pero encima, un poco peor.

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