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Juan Manuel González

Crítica: 'La casa de la esperanza', con Jessica Chastain

'La casa de la esperanza' es un correcto drama sobre el Holocausto que no pasa de eso, correcto.

Uno saca un par de cosas en claro tras proyectarse La casa de la esperanza. La primera es el talento incontestable de Jessica Chastain, camino a sus 40 años de convertirse en una nueva diva de la actuación cuya versatilidad y empaque va más allá de la de una estrella de cine al uso. En la película de Niki Caro, adaptación del best-seller La casa de la buena estrella (The Zookeeper's Wife) de Diane Ackerman, la Chastain adopta acento polaco y manifiesta fortaleza y vulnerabilidad con la habilidad de una actriz que juega en las grandes ligas.

La segunda no habla tan bien de la película, por otro lado un correcto drama de época ambientado en la Varsovia de la ocupación nazi que vale el precio de la entrada, pero nada más. Si la propuesta del filme, en la que la familia propietaria del zoo de Varsovia decide utilizar sus instalaciones para salvar a cuantos más judíos, mejor, les parece una suerte de variación de La Lista de Schindler o, en mucho menor grado, El Pianista, están en lo cierto. Pero hay cierto sustrato de best-seller femenino, en el que Antonina (Chastain) debe lidiar con el interés romántico del ambicioso nazi Lutz Heck (Daniel Brühl), con el consiguiente desgaste personal y familiar, que tal y como está plasmado en pantalla no contribuye particularmente bien a reflejar el terrible drama humano que sirve de escenario.

Si ello ocurre no es por esa nueva subtrama que sirve de novedad al drama del Holocausto, sino porque La casa de la esperanza parece una suerte de versión sobria, soportable, de una situación horripilante. Niki Caro trata con todas sus fuerzas de que el tormento a los judíos tenga empaque, pero no hay ni un solo personaje secundario que apoye esa visión y tampoco Johan Heldenbergh como Jan Zabinski, esposo de Antonina, tiene el peso específico necesario para erigirse en eso que en ocasiones apunta su película, el tercer vértice de un triángulo peligroso (que no amoroso) junto a Chastain y Brühl. Generar tensión y suspense con una historia real (Antonina y Jan salvaron a unas 300 personas) tampoco está en los intereses de la directora, que adorna con un par de correctas secuencias el devenir de la historia, pero en general opta por intentar conmover sin llegar al melodrama.

Todo lo demás emana corrección en la película, que trata de cubrir todos los ángulos de la situación y progresa adecuadamente durante sus dos horas sin que pueda ponersele ningún pero excesivo a su academicismo. Pero su sometimiento a las reglas de cierto drama de época nazi, ya casi devenido en subgénero, y su renuncia a abordar los recovecos que la historia de Ackerman ofrecía (o probablemente sin ir más allá de ellos) convierte La casa de la esperanza en un drama bien facturado, sin acartonamientos y de indudables buenas intenciones, pero en absoluto una aportación memorable.

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