Menú
Juan Manuel González

Crítica: 'La Torre Oscura' de Stephen King, con Idris Elba y Matthew McConaughey

'La Torre Oscura' no llega a capturar todo el imaginario de los libros de Stephen King, pero resulta una fantasía amena.

'La Torre Oscura' no llega a capturar todo el imaginario de los libros de Stephen King, pero resulta una fantasía amena.
La Torre Oscura | Sony Pictures

Más de diez años en llegar ha tardado en llegar a la pantalla La Torre Oscura, tras varios cambios de responsables y hasta de estudio. Y, la verdad, no extraña nada: la obra concebida por Stephen King como su versión "a la americana" de El Señor de los Anillos de Tolkien, resuelta a lo largo de décadas (y por tanto, ella misma testimonio de la evolución artística y personal del escritor de Maine, para bien y para mal) nunca fue para estómagos débiles, sino más bien un apartado propio en la propia obra del escritor. Se trata, en su origen literario, de un inclasificable cóctel de western y relato fantástico que no obvia la habilidad de King para el horror y el misterio (son múltiples los pasajes de terror en la serie de libros) junto a su emotiva inclinación a la tragedia familiar. Una saga difícil de trasladar a la pantalla de manera literal, por su escala y por sus múltiples modulaciones de tono, y particularmente y por su extensión, al formato largometraje.

La consecuencia para la película que finalmente ha dirigido con corrección Nikolaj Arcel (Un asunto real) ha sido, para empezar, un varapalo crítico importante, sobre todo del núcleo duro de fans de la saga literaria. Y pese a, en efecto, pecar de ordinaria y apocada, de no capturar todo el enigma y magia del trabajo literario original, esa desbordante imprevisiblidad de lo que La Torre Oscura fue sobre el papel (quizá el mayor error del filme sea, precisamente, desvelar la utilidad de la propia Torre desde el principio del largometraje) el filme sí que puede resultar una amable bicoca de fantasía para fans tolerantes y el público de multiplex en general.

El problema de La Torre Oscura es que sabe a poco, pero no sabe mal, aunque su escasez de pretensiones también reporta ciertos beneficios para quien desee algo de aventura pero no tolere los excesos del blockbuster contemporáneo. Lo que nos llega, tras muchos avatares, no es tanto un viaje épico como sí lo fue la trilogía inicial de El Señor de los Anillos de Peter Jackson sino un ameno y desprejuiciado pastiche de serie B que canaliza, con buen ritmo y aceptable energía, la extensa mitología de King a través de una mezcla inconcebible de spaghetti western (esa cartelera de cine en una de las calles de Nueva York no deja lugar a dudas) y, sobre todo, del actioner y la fantasía juvenil de los 80, junto a esa narrativa de "pez fuera del agua" que también vimos mucho en el cine de entonces.

la-torre-oscura-matthew-idris.jpg
Matthew McConaughey e Idris Elba | Sony Pictures

El guión de Akiva Goldsman y media docena más se apoya, en efecto, en la rivalidad entre el pistolero y el Hombre de Negro, pero, tras cambiar el punto de vista del relato, que pasa del del héroe Roland Deschain al del joven Jake, convierte La Torre Oscura en una suerte de aproximación, en clave de cine de acción, al de la otra célebre (y discutida) adaptación fantástica, La Historia Interminable de Wolfgang Petersen y Michael Ende. Resulta tan decepcionante como comprensible esta destilación del ralato, pero al menos la primera media hora del mismo, con el niño Jake Chambers vagando en un estado de semi locura por las calles de Nueva York, no tiene en sí mismo nada de horrible y nos anuncia un show "pulp" domesticado por el legado de Lost (Perdidos) que es precisamente lo que Arcel acaba por entregar. Pese al evidente adelgazamiento de la historia, al miedo atroz de sus creadores a trasladar los grandes misterios y el imaginario surrealista de la odisea de Roland Deschain, lo cierto es que el bien definido punto de vista infantil y la precisa historia de venganza personal que narra sí consigue rematar una aventura entretenida, preocupada por sus personajes y no excesivamente caótica en sus referencias, y que aboga (en su primera y mejor parte) por reivindicar los sueños como la materia prima misma del universo, reconectar y adecuar la realidad misma a ellos y no al revés. Algo que no resulta ni tan horrible ni tan distinto de la obra de King, que al fin y al cabo, ya en su cuarto volumen re-introducía al personaje de Jake Chambers de una forma similar a la de la película.

Nikolaj Arcel, con toda seguridad limitado por su presupuesto (el filme ha costado unos escuetos 60 millones de dólares), dirige La Torre Oscura como un guiño a ese tipo de cine bien convencional, pero posa sus dos pies en la mitología del escritor de Maine (los guiños se cuentan por decenas) para hacernos ver que sí sabe de lo que está hablando, y por tanto, tampoco le urge la fabricación de una evidente apología de la nostalgia típica de la era post-Stranger Things, por mucho que su película se vaya a integrar en ese panorama y se adapte a él. Y aquí entran también las buenas interpretaciones de un sólido Idris Elba, que se las arregla para imprimir una inapelable ternura a un personaje cuya caracterización sufre por la brevedad del relato (La Torre Oscura apenas roza los cien minutos, y la presentación del pistolero, a través de uno de los sueños de Jake, huele a re-rodaje explicativo y resulta horrible) y sobre todo un notable Tom Taylor, que rompe sin problemas el tópico de las (malas) interpretaciones juveniles. La relación a medio camino entre lo paternal y amistoso del pistolero con él remata una suerte de buddy-movie familiar emotiva y que, eso sí, hubiera requerido de más minutos para salir a la luz.

Aunque parcialmente fracasada por las limitaciones que se autoimpone y un escaso atrevimiento a la hora de plasmar ciertas ideas interesantes (el epílogo en el puesto de perritos calientes es pura desgana), La Torre Oscura resulta un noble y amable intento de capturar la rareza y emoción del original. No hay mucho rastro, eso sí, de su poesía pulp, y desde luego el resultado no es un filme épico sino un tímido comienzo de franquicia que combina la emocionalidad de una fantasía juvenil exaltada y la testosterona de un filme de acción de Idris Elba. Al menos, escenas como el tiroteo en el Dixie Pig (esa partitura de Tom Holkenborg...) y la que transcurre en un parque de atracciones abandonado, que está repleta de sugerencias terroríficas, capturan el tamaño y épica de un relato mayor. Y sí, a algunos nos deja con ganas de alguna secuela que desarrolle el ka-tet de Roland Deschain, aquello que (lo sabemos los seguidores de La Torre Oscura) se ha quedado en el tintero.

Temas

En Cultura

    0
    comentarios