Hay una escena en esta El gran desmadre, en la que las protagonistas pierden el control ante unos strippers masculinos, donde la película por fin participa del doble juego que uno le atribuiría a un Resacón en Las Vegas pero con chicas. Sus gestos de asco ante un bailarín inesperadamente obeso evidencian, en la misma dirección pero distinto sentido, tanto los desmanes machistas a la hora de representar a la mujer en estos filmes (y quién puede negar eso) como, también, los devaríos de ese atribulado tribunal de nuevo feminismo de internet dispuesto a hacer pagar años de excesos por la vía express.
Desgraciadamente, aquí acaba todo lo que podemos comentar de la secuela de Malas madres, película que ni se plantea tratar ese problema de representación y que desde luego es incapaz de ofender tanto al feminista de rebajas como al macho ibérico más talludo. El gran desmadre se conforma demasiado pronto y demasiado mal, un problema que se extiende a su temática navideña: si el filme comienza haciendo un comentario sobre eso que podríamos llamar las presiones de la "vida moderna" (aquí la obligación sí o sí de pasarlo bien y disfrutar la Navidad a toda costa) al final se le olvida su punto de partida y acaba cayendo descaradamente en su propia premisa y los tópicos feístas que dice criticar.
Estamos ante una película cocinada rapidamente y estrenada como plato previo a esta temporada navideña, y que huele precisamente a eso: a plato descongelado y servido antes de tiempo. Fea, editada a machetazos e incapaz de conciliar (y no, no es un chiste) su faceta más absurda con la de retrato de tres mujeres comunes y corrientes, la película se queda en mero ejercicio ordinario sin llegar a crear ni un solo personaje relevante: Susan Sarandon está de adorno, a Christine Baranski solo le han pedido que repita su personaje en Big Bang y Peter Gallagher literalmente no pronuncia palabra alguna hasta que el guión exige utilizar a su personaje (aunque quizá este era el chiste). Teniendo en cuenta que el filme tampoco aborda las diferencias sociales y de comportamiento entre los tres personajes por pura vagancia, pues las tres desempeñan el mismo rol, lo único que quedan son un puñado de chistes de desigual fortuna. El gran desmadre provoca alguna sonrisa y alguna risa (y sí, a eso habíamos venido) pero eso en absoluto conforma por sí mismo una buena comedia gamberra.