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Don Mancini, creador de Chucky: "Pienso que he hecho algo malo, pero me siento orgulloso"

El creador de Chucky, Don Mancini, visitó nuestro país para recibir un premio en el Festival Nocturna de Madrid. 

El creador de Chucky, Don Mancini, visitó nuestro país para recibir un premio en el Festival Nocturna de Madrid. 
Mancini en la Puerta del Sol | Twitter

La visita a Madrid de Don Mancini, guionista norteamericano al que el Festival Nocturna concedió el premio de Maestro del Fantástico, confirmó una cosa: los fans y artesanos del terror que maquinan cómo acabar de manera sádica con sus personajes pueden ser estupendas personas en el trato personal. Mancini, vinculado al Muñeco Diabólico Chucky durante toda su carrera, y creador por tanto de este icono del terror de los 80, desveló todos los secretos de una serie de películas que se mantiene hasta hoy, e incluso desveló en su charla mantenida en la SGAE de Madrid y un posterior desayuno con la prensa sus intenciones a la hora de continuar su historia en una serie televisiva. "Pienso que he hecho algo malo, pero me siento orgulloso", dijo entre risas al público sobre su propio icono, Chucky.

"Mi padre trabajaba en marketing, y su trabajo siempre estuvo muy presente en casa", explicó sobre su creación Mancini, quien, por tanto, se crió con una idea en mente que acabaría cristalizando en su personaje estelar: "El cinismo de vender lo que no necesitas, particularmente a niños, a quienes denominaban aprendices de consumidores". Su primer guión de Child's Play, escrito todavía en su período de estudiante universitario en UCLA, nació con una ambición un tanto distinta a la de otros famosos asesinos en serie del cine de la época, la de realizar "una sátira oscura sobre cómo el marketing afecta a los niños". Mancini, homosexual bien fuera del armario, iría aportando después nociones de familia desestructurada al añadir una novia, Tiffany, y un hijo transgénero, Glen, por no citar un fuerte componente antiautoritario: tal y como señaló, Chucky acostumbra a atacar a los maestros, militares y otras "figuras de autoridad", lo que lo convierte en un personaje con una cierta carga subversiva; "el tipo al que te gusta odiar"... y una respuesta (sangrienta) a una pregunta inquietante: "¿cómo algo tan pequeño puede ejercer tanto dominio?".

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Child's Play, o Juego de Niños, se tradujo en España con el sonoro título de Muñeco Diabólico. Lo que a su vez da idea de las modificaciones iniciales introducidas en el texto por el director, Tom Holland. "En el guión original Chucky no era poseído por un asesino en serie, sino que era una manifestación de la rabia del niño". Concebido como parodia de las Cabbage Patch Kids, el muñeco de moda en la época, Chucky poseía la facultad de sangrar, igual que otros muñecos la de orinarse o hacer pompas de jabón. El pequeño Andy Barclay, huérfano de padre, sin hermanos y en ausencia de su madre, una mujer trabajadora, decidía hacer un juramento con su "amigo hasta el final" mezclando su sangre con la sustancia sintética del muñeco, a partir de ese momento una entidad viva concebida como prolongación del Ello freudiano.

Nada de eso ocurre en la película, o al menos explícitamente, gracias a Holland, entonces reputado guionista (Psicosis II) y director (Noche de Miedo). Pese a que Mancini reconoce que sus modificaciones fueron para bien, permitiendo a la saga sobrevivir hasta ahora y aportando a la misma el fichaje del imprescindible Brad Dourif como el asesino (y voz de Chucky), el psicópata Charles Lee Ray, lo cierto es que Mancini no guarda buen recuerdo de su colaboración con el realizador. "Desde mi punto de vista Tom fue poco generoso". Mancini reconoció que los cambios ejecutados en el guión por Holland, que restaron suspense psicológico al filme pero dieron a Chucky todo su carisma, fueron esencialmente "cambios buenos". Pero la situación de un director afamado trabajando con un guionista novato de 25 años también arrojó sombras. "Le gusta decir que él creó a Chucky cuando, simplemente, no es verdad. Legalmente, yo le gané". Mancini encontró un aliado en el diseñador de juguetes y productor de Fievel y el nuevo mundo, David Kirchner: "David me dio libertad total, me mantuvo a su lado en la postproducción. Es algo muy inusual en un mundo, el de Hollywood, donde habitualmente se aparta al guionista". Mancini fue ganando posiciones en la franquicia, consiguiendo convertirse en uno de los pocos casos de guionista que consigue escalar puestos en la industria, ganando poder en su propia franquicia en lugar de cederlo.
Y en este sentido, con Mancini pilotando ahora el destino de la pequeña pero querida saga, tanto como director como productor y guionista, situó sus influencias cinematográficas en el terror estilizado de De Palma o Dario Argento, una corriente de terror y violencia estilizada en la que la sangre parece pintauñas y que en su caso se concreta en filmes como La Furia (el deceso de Chucky en la secuela es todo un homenaje al final de John Cassavettes en aquella película), la inevitable El Resplandor de Kubrick (las cajas de muñecos se apilan formando un laberinto final) o las obras góticas de James Whale, tan devotas de encerrar la acción en un único escenario y durante un periodo limitado de tiempo. "El contraste entre la violencia y una bonita presentación", explicó, es la clave en lo estético, bromeando sobre su propia obsesión por atacar la cara de sus personajes: "¿Qué dice eso de mí? Que me hago mayor, me da miedo pudrirme ante el espejo".

A propósito de sus trucos de realizador, Mancini da la clave de la pervivencia de la franquicia: no ceder al empuje de los efectos CGI digitales en beneficio de las marionetas de siempre. "Me encantan los animatrónicos y las maquetas. De niño vi El Coloso en Llamas, y la versión de los 70 de King Kong, con los FX de Rick Baker. Pese a que la película no gustó, yo la encontré fascinante. El rostro de King Kong en ella el precursor de los Gremlins y de Chucky", dijo, rememorando una época dorada -la última- para los efectos especiales físicos. Dado que Chucky es un muñeco en la historia, debía ser también un muñeco encarnado, un objeto que (al fin y al cabo) "se parece a nosotros aunque algo resulta distinto, algo está mal en ellos; nuestra respuesta es a la vez de fascinación y rechazo", explicó sobre la apariencia del muñeco, diseñado sobre el papel por Kirchner y ejecutado por los magos del "puppet" Kevin Yagher y Tony Gardner en sucesivas secuelas. El mérito de Chucky es que haya pervivido así en las últimas películas, aquellas que precisamente han restaurado al personaje en toda su fama, realizadas en un período en el que el ordenador ha tomado el control de los efectos especiales en el cine.

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Chucky en su encarnación de 1990 | Cordon Press

La cuestión del humor es otro de los puntales que ha logrado convertir a Chucky en un icono. Y es algo que ha aumentado en el transcurso de la saga, incluso en las dos últimas entregas concebidas como un regreso (gótico) a los orígenes. "Es por varias cosas. Al hacer muchas películas, tienes que mantener la frescura. Y me gusta cambiar de género", apuntó el autor del muñeco diabólico. A ello ayuda una cosa, algo que convierte a Chucky en un producto autoconsciente y con personalidad: "La propia noción de Chucky es absurda, hay una comedia latente en que te persiga un muñeco. ¿Por qué no abrazarla, convertirla en una ventaja y una oportunidad para explorar el personaje?", explicó, puntuando el discurso con una expresión de difícil traducción: "Take the dissonance like a man".

¿Cual es el futuro de Chucky? De momento saludable, más vivo que el de otras estrellas del slasher de los 80 como Freddy Krueger y Jason Vorhees, envarado este último en mil discusiones de derechos. En lo referido a Mancini, una serie de televisión bajo el título del primer filme, Child's Play, y que por tanto profundizará en la aportación de la película original: "No puedo decir mucho, pero vamos a cambiar de nuevo la ecuación entre humor y terror. La premisa es la más perturbadora que hemos hecho con Chucky desde la primera, y está relacionado con algo actual, real". La serie de la que ahora está escribiendo el capítulo piloto -explicaría después- ahondará en la figura del primigenio Charles Lee Ray y volverá a incluir niños, esos mismos que ya no juegan con muñecos sino con teléfonos móviles. Fuera de la influencia de Mancini está el ya vilipendiado remake que está rodando Metro Goldwyn Mayer con la dirección de Lars Kevlerg, usando una argucia legal relacionada con los derechos del primer guión (la saga comenzó en ese estudio, pero continuaría en Universal Pictures) y en el que el autor no toma parte. El estudio ofreció a Mancini y Kirschner un crédito en la producción ejecutiva en un filme destinado a aportar "sangre fresca", propuesta que educadamente rechazaron: "Que les jodan, no quiero dar mi aprobación a mis competidores directos. Obviamente no se lo dije así", rió. El creador de Chucky reconoció sentirse "raro y un poco herido", pero nunca dejó de confiar en su propio producto, su propia franquicia en el seno de Universal.

Y es que Chucky ha sobrevivido a los noventa y los 2000 gracias a sucesivas secuelas de distinto éxito y tonalidad, pero que han contribuido a mantener el personaje vivo. Mancini se las toma con la vocación y humildad del artesano devoto de su disciplina, y conocedor de su área de trabajo: "Las secuelas son fascinantes, son un género en sí mismo. Y una oportunidad para sorprender. Hay nociones preconcebidas sobre ellas que puedes aprovechar".

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