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Crítica: 'Infiltrado en el KKKlan', de Spike Lee

'Infiltrados en el KKKlan' tiene la sutileza de un cañonazo en la cara, pero nada oculta un hecho demostrado: Spike Lee sabe ser un buen director.

Infiltrado en el KKKlan es una buena película solo arruinada por cuatro, cinco o seis momentos transitorios en los que Spike Lee se deja llevar por ese entusiasmo didáctico lindante en el sensacionalismo que le es tan propio. También una que será juzgada en base de criterios de pura corrección política para demostrar que, ya saben, rechazamos de manera radical ese racismo que algunos parecen haber descubierto ahora. Lo cierto es que a Lee, con perdón, esto último parece importarle un huevo. Su película, con todos sus defectos, es mejor que eso. Porque el resto del tiempo, cuando no nos da codazos en el costado para recordarnos la existencia (y resistencia) de esa América racista y demente, la historia basada en hechos reales del policía negro Ron Stallworth (John David Washington), que logró infiltrarse en el Ku Klux Klan de Colorado con la ayuda de otro agente judío, Flip Zimmerman (Adam Driver), evita no solo los lugares comunes del cine de polis, sino también del cine de denuncia política, erigiéndose como un notable ejercicio cinematográfico.

Y no me entiendan mal: Infiltrado en el KKKlan es una película de Spike Lee y, casi por extensión, concibe su existencia en base a una urgencia social mostrada en pantalla con sutileza cero: la de la violencia racial en Estados Unidos y su repunte tras la elección de Trump como presidente, sumando un revisionismo cultural (los dardos a obras maestras como Lo que el viento se llevó, al principio del largometraje, y El nacimiento de una nación, al final, son evidentes… y obvios). Por suerte viene de un buen director, y pese al trazo grueso de la denuncia, de lo manipulador que pueda parecer según por qué ángulo lo veamos, el autor de Plan Oculto dispone aquí de nuevo todas sus armas como cineasta, que no son pocas, para que la experiencia cinematográfica sea satisfactoria para el espectador. Spoiler: en términos generales, lo es.

Los problemas de esta Infiltrado en el KKKlan son, por tanto, más estéticos que realmente morales, porque de moral y política se puede discutir. De violencia y odio, cuando se ejerce, ya no tanto, y ahí es donde se apoya la historia la mayor parte del tiempo. Es algo parecido al hecho de que el policía negro sea capaz de fingir el acento de un blanco por teléfono, y con ello convencer a medio KKK de su "pureza", una escena que parece importar bastante a Lee ya que la repite y verbaliza hasta tres veces, en ocasiones incluso para generar humor y simpatía. También da la impresión de que Lee asume parte del discurso de los Panteras Negras, pero a la vez pone sobre el tapete un enfrentamiento social evidente. Mucho más interesante en este sentido, el de la apariencia de las cosas, es la reflexión del agente judío (excelente Adam Driver) sobre el papel del judaísmo en su vida... hasta que tuvo que renunciar a él ante los racistas: es obvio que el agente negro nunca tuvo esa opción, la de "ser menos negro" aunque solo fuera para encajar.

Concluímos que la película tiene la sutileza de un cañonazo en la cara, pero nadie ha dicho ha dicho que lo sutil sea mejor que lo tosco. Porque incluso moviéndose en esos términos, Lee vuelve (aunque no siempre) ese trazo grueso a su favor, simplemente cuando se dedica a narrar con paso firme y de manera seria pero entretenida los avances de la investigación de estos colegas a la fuerza. La parte mala, ya la hemos dicho: el análisis político no es lo suyo y al firmante de Malcolm X parece no importarle. Lee mete la pezuña para subrayar con rotulador fosforito que lo que vemos en esa América setentera sigue existiendo en 2018, llegando a ese discutible final donde enlaza los hechos con los sucesos ocurridos en Charlottesville el año pasado con la trama del filme. El montaje es poderoso, la idea pertinente, pero seguramente a la película no le hacía ninguna falta. E incluso ahí se recrea más de la cuenta cayendo en el sensacionalismo.

Cuestión de gustos, en todo caso, compatibles con la noción de que Spike Lee todavía sabe ser un buen director. Durante el resto del largo metraje de esta Infiltrados en el KKKlan, que transcurre con comodidad pese a durar dos horas y cuarto, la abundante sátira añade un punto divertido a un policial muy bien contado, para nada afectado de una seriedad excesiva y con una excelente música de su habitual y absolutamente brillante Terence Blanchard (y van…) que subraya la disfrutable atmósfera blaxploitationdel filme.

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