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Juan Manuel González

Crítica: 'Larga vida y prosperidad', con Dakota Fanning

Dakota Fanning brilla como chica autista en esta "feel good movie" emotiva y bonita.

¿Se acuerdan de las feel-good movies? Se trata de una tradición hollywoodiense perdida en estos tiempos de ira homicida tuitera. Tras un éxtasis comercial y cultural en los 90, con filmes como Jerry Maguire, Forrest Gump o Love actually, por nombrar solo tres, triunfando en las taquillas y en las preferencias del público (no tanto de la crítica) este género eminentemente optimista cayó en desgracia porque, ya saben, el escepticismo, lo oscuro y lo crispado son las normas que ahora nos definen, incluyendo el cine "mainstream".

Larga vida y prosperidad es todo lo contrario a eso. No ganará un (polémico) Oscar, como la también muy "feel good" Green Book, pero el filme protagonizado por una espléndida Dakota Fanning reserva un puñado de bonitas emociones. No es, les anticipamos, un dechado creativo: todo en la película de Ben Lewin es convencional y tirando a fácil. Pero la película resulta tan leve como convincente, divertida y conmovedora, y toca justo las fibras que pretende activar y ninguna más para no resultar lacrimógena.

La historia es la de Wendy, una joven autista de 28 años que decide huir de su residencia para presentar un guión de Star Trek a la Paramount. La improvisada aventura de esta heroína que rompe sus propias barreras recuerda a esos dramas que Amblin o Walt Disney solían presentar al público antes de que solo les importasen las franquicias.

Lo curioso es lo importante que resulta precisamente una de ellas, la de Star Trek, para el particular mundo interior de la chica protagonista. Larga vida y prosperidad establece paralelismos entre el muro emocional del autismo y el insobornable vulcaniano Spock, capaz de descifrar complejas ecuaciones pero no la dinámica de un chiste, en lo que supone una bonita manera de trazar relaciones y analogías entre la condición de la protagonista y ese personaje de ficción, es decir, entre realidad y fantasía, reflexionando de manera ligera pero absolutamente clara sobre la fina membrana que nos separa del caos y esos muros que todos nos ponemos (no solo la chica autista, también nosotros) ante una realidad que, comprensiblemente, podemos percibir como cambiante, amenazante y peligrosa. Si eso supone, de paso, poner por las nubes a la generalmente excelente saga Star Trek, mejor que mejor.

La película toma forma de una road-movie sencilla y bonita, preñada de actores sobrados de capacidad (atención a la aparición final de Patton Oswalt) y nos recuerda que la excelente Dakota Fanning, últimamente apagada por su hermana Elle, sigue ahí para interpretar cualquier cosa que se cruze en su camino. Larga vida y prosperidad se las arregla para no caer en el melodramatismo de un vulgar telefilme, y representa un pequeño rayo de luz en eso que ahora se trata de destacar tanto: heroínas femeninas y personajes con capacidades limitadas. Porque eso es, precisamente, lo que hace Wendy en la película, lo que siempre han hecho los héroes al margen de discursos perentorios: romper barreras, sean cuales sean sus capacidades y sexo.

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