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Juan Manuel González

Crítica: 'A 47 Metros 2', de Johannes Roberts

'A 47 metros 2' no vale para nada en su andamiaje dramático. Pero ofrece una montaña rusa de sustos bastante divertida.

Puede que A 47 Metros 2, secuela de ese moderado éxito también dirigido por Johannes Roberts hace dos años, no sea más que una resultona serie B de verano. Pero al menos, con toda su modestia (no reñida con la eficacia) la película hace lo suyo para sacar el género de la monster-movie, variedad tiburón, de esa sima de "sharknados" que parecía haber condenado el subgénero a la humorada televisiva. Sin ser una película memorable (Infierno bajo el agua, que sale en unos días, es bastante mejor) la de Roberts es una película, una que trata de generar pavor y a menudo lo consigue gracias a permitirse todas las facilidades posibles, proporcionando un buen-mal rato al personal ansioso de un subidón de consumo rápido.

Pero como a sus desobedientes chicas protagonistas, el espectador también debe ir advertido: a esta A 47 metros 2 hay que perdonarle unos 25 minutos de inane dramedy adolescente que afortunadamente concluyen cuando el grupo de chicas decide sumergirse en las ruinas submarinas donde transcurrirá el resto del filme. A partir de entonces, Roberts ilustra la acción, basada sin disimulo en la ya clásica The Descent, como si de una casa fantasma submarina se tratase, rodando en la más absoluta oscuridad (digital) y postergando al máximo la aparición de los escualos (atención a la primera de ellas, más discreta de lo esperado). Pero su visualización, como un indistinguible e imparable espectro flotante que surge de la oscuridad, resulta casi siempre terrorífica por sus matices irreales y grotescos. El resultado es una fiesta de sustos absolutamente ridícula en su andamiaje dramático e interpretativo, con guiños visuales tanto a la Bruja de Blair como Deep Blue Sea, pero que mantiene el interés hasta un desenlace delirante... pero también brillante, enervante.

Si Roberts hubiera acabado de perpetrar esa broma circular que apunta en sus últimos minutos, que él mismo parece estar muerto de ganas de resolver (y que hubiera aproximado el filme a la secuela más cabrona de Destino Final o a la entrega precedente) su nuevo trabajo hubiera mejorado un trecho. Lo que tenemos, de todas formas, puede ser suficiente para el aficionado al género, siempre que no considere el cine de terror como herramienta de postureo.

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