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Juan Manuel González

Crítica: 'Bloodshot', con Vin Diesel y Eiza González

Bloodshot no es ninguna maravilla, pero supone un regreso a ciertos postulados de ciencia ficción de lo más interesantes.

Bloodshot no es ninguna maravilla, pero supone un regreso a ciertos postulados de ciencia ficción de lo más interesantes.

Sin las preocupaciones sobre la condición humana en un entorno corporativo de Robocop ni tampoco las implicaciones paranoicas de una (por no salirnos del libro ochentero "verhoeveniano") Desafío Total, esta Bloodshot de Vin Diesel se erige como un inesperado cóctel de no pocos elementos de ambas (y de otras tantas aventuras vengativas, y de cierta película de Tom Cruise que no nombraremos, y de Deadpool...) para la generación de la Playstation 5.

La película, basada en un cómic de la editorial Valiant de Kevin VanHook, Don Perlin y Bob Layton en el que un soldado profesional acaba convertido en un indestructible mercenario, goza de un inesperado interés en virtud de un giro argumental a mitad de la historia que, sin cambiar las expectativas de la misma, sí manifiesta un nivel de cuidado a nivel de guión que, lamentablemente, la convencional y pobre puesta en escena del director y especialista en efectos visuales Dave Wilson, que aproxima el aspecto del filme al de un videojuego de fondo de catálogo, nunca llegan a descubrir del todo.

Bloodshot comienza de manera terriblemente genérica, pero el espejismo de esos primeros compases cobra sentido una vez el guión de Jeff Wadlow (Fantasy Island) y nada menos que Eric Heisserer (La Llegada) retuerce la aventura y añade un plus de perversión al relato heroico tradicional sugiriendo, de hecho, cómo la figura del héroe vengador puede invertirse para resultar más bien una víctima o, incluso, una herramienta de control. Es entonces cuando los retazos "Bond" de la película, con esos paisajes maravillosos de Italia; la presencia de Toby Kebbell como un villano común y corriente, además de otros recursos típicos del cine de acción se reubican en el contexto de un relato de ciencia ficción "dura", dotando de renovados aires a la película.

Una pena, como decimos, que la dirección de Wilson, artista proveniente del mundo del videojuego, limite tanto las posibilidades y el dramatismo de Bloodshot. Existen al menos numerosos momentos de guión (la última matanza de Bloodshot, narrada desde el punto de vista de las ratas de laboratorio y no del soldado) e ideas dispersas pero vivas, como la de evitar ser localizado utilizando un coche vintage sin conexión a internet (una asociación clara con el personaje que dio la fama a Diesel en la saga Fast & Furious), permiten que la película transcurra bien pese a ese feísmo un tanto televisivo de la puesta en escena y la mayoría de sus secuencias de acción. Wilson, hay que reconocerlo, delata su procedencia para bien en algunas secuencias como aquella del final desarrollada en el ascensor, con esa gran "toma del millón de dólares" enteramente digital en la que en todo caso justifica su presencia tras las cámaras y proporciona una dosis extra de espectáculo a una película modesta, pero con más ideas que muchas alargadas franquicias.

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