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Juan Manuel González

Crítica: 'First Love', de Takashi Miike

La fábula criminal de Takashi Miike está salpicada de humor negro y una afabilidad no demasiado habitual en el autor de Audition.

La fábula criminal de Takashi Miike está salpicada de humor negro y una afabilidad no demasiado habitual en el autor de Audition.
Imagen de First Love | Barton Films

Salpicada por películas de éxito, de culto o ambas cosas, la filmografía del ultra-prolífico Takashi Miike, capaz de firmar anualmente dos, tres y hasta cuatro películas de los más variados géneros sin que al desgana o el descuido asome la cabeza, demuestra la capacidad del autor japonés para tamizar géneros según una óptica personal. O, por decirlo en otras palabras, para hacer parecer fácil lo que en absoluto lo es.

A la vez ligero y efectista, nihilista y tierno, el Miike de First Love cuenta una historia de amor juvenil forjada a balazos en la noche tokiota. Esencialmente un thriller con altas dosis de comedia negra y cierto lejano parecido a la mítica Amor a Quemarropa del gran Tony Scott, en la mirilla de Miike hay también guiños al terror japonés, el de samuráis, el drama y la pura acción (y no nos olvidamos de cierto momento de dibujos animados). Ninguno de ellos confunde o distrae al autor de Audition, Ichi the killer o 13 asesinos, pese a las apariencias iniciales.

La historia, compuesta de varias subtramas aparentemente desconectadas entre sí pero que pronto se forman parte de una sola, resulta inicialmente algo deslavazada. Por un lado, Leo, un joven boxeador afectado de una enfermedad terminal, y Mónica, una joven secuestrada y prostituida por unos matones. Ambos se cruzan en el camino de la yakuza y la mafia china por culpa de un policía corrupto y un matón traidor que tratan de dar el golpe de sus vidas. Por supuesto, todos ellos se perseguirán y matarán durante una noche interminable.

Algo carente de foco y quizá un tanto demasiado coral, lo que perjudica el retrato de los que parecen ser sus dos protagonistas, Miike maneja sin embargo el embrollo con una agilidad y limpieza enormes. Todo el tercer acto en la tienda es testimonio de su absoluto dominio de la acción y también de cierta caradura, la imprescindible para dotar de espíritu fabulador a una trama criminal que así escapa de lo genérico. Por aquí y por allí aparecen destellos especiales, poéticos, ya sea de la mano de una puesta en escena capaz de resultar expresiva con cuatro rasgos o de su capacidad de dotar de personalidad a una galería de caracteres extensa pero siempre vistosa. Sobre el papel First Love, de su efectista comienzo hasta su anticlimático final, es una película que no debería estar bien, pero ese pegamento, esa seguridad nacida de una tormenta perfecta de experiencia y talento, convierten la película justo en aquello que quiere ser.

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