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Desintegrando a Einstein: 'Regreso al Futuro III' cumple 30 años (y por qué no es la hermana tonta de la trilogía)

Regreso al Futuro III cumple 30 años. Celebrémoslo buscando un poco de plutonio, Doc.

Regreso al Futuro III cumple 30 años. Celebrémoslo buscando un poco de plutonio, Doc.
El Delorean de Regreso al Futuro 3 | Universal

Percibida desde siempre como la hermana tonta de la familia, Regreso al Futuro III cumple 30 años. Incluso en su momento, todos los que crecimos marcados por la trilogía dirigida por Robert Zemeckis, para quienes el Delorean y las zapatillas de Marty resultaban iconos de valor similar a un crismón, así lo pensamos aunque lo negáramos al principio. La película también fue la de menor recaudación de la trilogía, quizá por la cercanía del estreno de la segunda apenas seis meses antes (ambas fueron rodadas de manera consecutiva por razones de agenda y presupuesto).

Normal: al final se imponía cierta sensación de tristeza, como cuando la fiesta se acaba y hay que regresar a casa. Y además ¿por qué el Oeste americano y no ese vibrante futuro lleno de aeropatines patrocinados? La máquina del tiempo arrollada por un tren sellaba el trayecto heroico de Marty McFly, su paso a la edad adulta. Su chiflado mentor Emmet Brown se quedaba con la chica y maestro y discípulo se despedían para siempre. Joseph Campbell estaría orgulloso del cierre de Bob Gale y Robert Zemeckis, pero nosotros queríamos regresar, regresar al pasado de la primera entrega y vivir allí durante más tiempo.

Hoy ese desenlace espectacular adquiere texturas más simbólicas. El tiempo todo lo cambia, al final siempre lleva la razón. Los que entonces teníamos nueve años sabemos ahora que esto es así; el tic-tac del reloj suena con la fuerza de un tren de mercancías, lento pero imparable, capaz de destrozar sueños y retorcer rodillas (¿acaso eso no es lo que subyace en toda película de viajes en el temporales?). Sí señor, el tiempo exige un respeto, es intocable como la historia, y si no me creen pregunten a los de El Ministerio del Tiempo, que tienen que arreglar desaguisados semana sí, semana también. Ahora sabemos que el que una locomotora destruyese la máquina del tiempo solo puede calificarse como hilar fino. Y, escuchen esto: el Hill Valley del futuro en realidad era un lugar un tanto decadente… ¡Diablos, diablos!, diría Doc.

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Doc y Marty | Universal

A Regreso al Futuro III le pasó un poco como a su coetánea Gremlins 2. La película, secuela de un icono de los 80, llegó cuando los 90 asomaban la patita, cuando la firma Amblin que tanto gusto nos dio desde que se estrenó E.T. comenzaba a declinar su ochentero atractivo y la nostalgia de esa década aún no se podía rentabilizar como ahora, treinta años después, para la generación Stranger Things. La culpa —lo han adivinado— el tiempo, que todo lo percute y todo lo gasta. Y, bueno, que las películas que hicieron a partir de entonces no eran tan buenas. Pero todo vuelve, y si no lo creen piensen en esto: la serie de Netflix habla de los 80 como Regreso al Futuro I lo hacía de los 50.

Como hemos dicho, Regreso al Futuro III dejó cierto poso a decepción, pero una vez vista y revista, revisada y revisitada, no hay en ella (como en la hilarante Gremlins 2, que escogió eso sí una vía contraria: la iconoclastia) un solo segundo tirado. El comienzo es glorioso, la partitura de Alan Silvestri añadió temas country (el del baile) que van directos al cerebro, el desenlace con maquetas (no se pierdan los "así se hizo" del Blu-Ray o las fotografías nostálgicas que divulga Twitter) es puro gozo. Es Zemeckis en su apogeo justo antes de ponerse medio serio con rarezas de culto como La muerte os sienta tan bien y, después, obras tan importantes como Forrest Gump o Náufrago. Regreso al Futuro III sirvió al director para reunir recursos más allá de la comedia y los efectos especiales en obras más ambiciosas y adultas, registro que mantiene aún hoy. El aniversario de la película no recibirá tanta atención como la segunda, con sus profecías temporales a punto de cumplirse con Donald Trump, pero su romanticismo sienta bien precisamente por ese contraste.

La película sabía que parte de su propuesta estaba gastada y puso toda la carne en el asador en dotar de alma a Doc; creó en Clara (Mary Steenburgen), la maestra que le robó el corazón, un personaje a la altura del "Me Too" décadas antes del "Me Too" (y sin sus aspavientos ni cursilerías) y dio a Marty un porte de adulto que Michael J. Fox compatibilizó con su lado payaso. Dos héroes memorables surgidos del mismo averno de los suburbios USA cuyo eco llegó hasta la retorcida serie de culto actual Rick & Morty. La película también tuvo ocurrencias a la altura de las entregas previas, como esa cita a Clint Eastwood que para muchos novatos de entonces asentó el aura legendaria de la Trilogía del Dólar.

Incluso The Hollywood Reporter titula su pieza de aniversario a la película con un "mejora con la edad", añadiendo que aportó aquello que Regreso al Futuro II, con sus futuros alternativos y paradojas temporales, no tuvo tiempo de sumar a la fórmula: desarrollo emocional para los personajes. En todo caso, cada una de ellas, y la presente también, se mantienen en plena forma: el condensador de flujo de Regreso al Futuro III es el de un western en toda regla que logra diferenciarse de sus entregas previas en ambientación, un poco en espíritu, pero no en tono, a la vez que se inserta en un conjunto que permanece incólume al paso del… tiempo.

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