I care a lot destaca por su retrato de un espécimen no exactamente nuevo, pero que sí navega a dos aguas en el propio sistema (sanitario, judicial) estadounidense con un descaro sin igual. Más o menos como la propia película, que podríamos definir como una sátira que progresivamente se va deslizando hacia el thriller criminal sin asomo de vergüenza. Ojo, que lo que propone el guionista y director J.Blakeson es definitivamente efectista e inverosímil, pero también entretenido si el espectador posee las agallas necesarias.
Marla (Rosamund Pike) es una tutora de ancianos que se ampara en su necesidad de cuidados para robar, apoyada por una legislación garantiste, todo el patrimonio de sus víctimas… hasta que se encuentra con una anciana (Dianne Wiest) que no es lo que aparenta. La propia delincuente, un grotesco parásito de los recursos del sistema público que especula con ancianos, se alimenta y recrea en una avaricia sin igual que la aproxima al famoso Jordan Belford que encarnó DiCaprio en El Lobo de Wall Street.
Rosamund Pike, que ganó el Globo de Oro por el papel, es consciente de ello y convierte la película de Blakeson en su fiesta particular. Marla funciona también como un derivado de Amy, el papel que la británica encarnó en Perdida de David Fincher (por el que se la nominó al Oscar), que también se atrevió a plantear un depredador femenino capaz de alimentarse, escondido a plena luz, de los vicios más profundos de una sociedad distraída.
I care a lot, tras una primera media hora negra y amarga pero con los pies más o menos en la tierra, pronto toma vuelo hacia derroteros más absurdos, aunque también algo menos complicados y más lúdicamente manipuladores. J. Blakeson logra, sin embargo, picar la curiosidad del espectador en una película bien rodada que es capaz de reptar entre el thriller de secuestros, de mafias y hasta de torturas, con una ambición social que va y viene pero que no confunde, y que resulta siempre entretenido. Aquí cada uno es el héroe de su propia trama y el espectador debe elegir a qué tipo de criminal debe apoyar, y de ahí proviene una ambigua y líquida moralidad que al menos posibilita no pocos giros descarados.