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'Luz de luna', la última película de Gonzalo García Pelayo

Ainur, la segunda entrega del largo proyecto de siete películas en un año que tiene por delante el director Gonzalo García Pelayo.

Ainur, la segunda entrega del largo proyecto de siete películas en un año que tiene por delante el director Gonzalo García Pelayo.
Gonzalo García Pelayo rodando su nueva película ‘Ainur’. | Academia de cine de Andalucía

Ainur (AuHyp en kazajo) es el título de la última película de Gonzalo García Pelayo. Su traducción al español es Luz de luna. Millones de mujeres de Kazajistán se llaman Ainur. Es un nombre propio tan popular en el país de los antiguos escitas como corrientes son los de María y Carmen en la lengua de Cervantes. Ainur es una película surgida de la vida real y transformada, de acuerdo con las leyes de la lógica artística, en materia poética. Ha sido rodada enteramente en la capital de Kazajistán, Nursultán, antes llamada Astaná (1998-2019), y mucho antes, desde su fundación hasta 1998, Akmola. Su actual nombre, como dice cualquier guía turística, hace honor al primer presidente del país, Nursultán Nazarbáyev, después de su separación de la antigua Unión Soviética.

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​Este nomadismo de denominaciones pareciera un tributo de los kazajos de hoy a la vida ambulante de sus antepasados. O sea nadie se extrañe, si en el futuro esta ciudad fuera renombrada con el título de la película de Gonzalo García Pelayo: Ainur. Sería mérito del director español la asociación del vocablo Ainur, exacto y poético, a la capital de Kazajistán. Estaríamos asistiendo a un nuevo homenaje del sedentario kazajo de hoy a sus tradiciones más profundas. Respeto sagrado por la tradición para construir el presente y vislumbrar con nitidez el futuro.

​A la luz de la luna, el mundo se ve de otros mil modos sin necesidad de desplazarse continuamente de lugar. Ainur muestra los orígenes poéticos de un pueblo nómada contenidos en la actualidad de una ciudad construida para ser modelo de sedentarismo universal. Ainur, más que la protagonista de toda la obra, es el estro de una mujer que representa a todas la mujeres de Kazajistán. Y, sobre todo envuelve la vida de dos hombres, uno español y otro argentino, que han ido a su encuentro. Han recorrido miles de kilómetros para hallar su espíritu. Ninguna de las mujeres que aquí conocen es Ainur, pero todas juntas tienen algo suyo.

​La bella Ainur murió, pero resucitó en miles de mujeres kazajas. Mereció la pena el esfuerzo. Porque Luz de luna ha brotado directamente de la realidad, observada con paciencia y con amor, se ha convertido ya en una imagen poética de la ciudad de Nursultán. Valiéndose de unos versos de San Juan de la Cruz, el amante platónico, casi secreto de Ainur, termina declarando su amor a dos chicas a la vez. Quizá la suma de las dos sea Ainur. ¡Quién sabe! "Entreme donde no supe/ y quédeme sin saberlo/ toda la ciencia trascendiendo".

​Poniéndose el mundo por montera, y sorteando con desparpajo la pandemia de la Covid 19, después de rodar, en Sevilla, Dejen de prohibir que no alcanzo a desobedecer todo, la primera de las siete películas que pretende hacer en un año, el director Gonzalo García Pelayo ha viajado, junto a todo su equipo y el productor Gervasio Iglesias, hasta Nursultán para rodar la segunda entrega del proyecto más sugerente de la industria cinematográfica española.

​Apoyado en una bonita historia de amor y bicicletas, y con un reparto mayoritariamente kazajo, García Pelayo nos muestra con naturalidad la gran arquitectura de una ciudad casi de nueva planta. Los mejores arquitectos del mundo han formado parte de las espectaculares construcciones y edificios de la que se presenta como modelo de ciudad del futuro. Si civilización viene de ciudad, y de eso sabían algo los españoles del Renacimiento que fueron capaces de construir en menos de cincuenta años ciento de ciudades en América y Asia, entonces un español del siglo XXI, Gonzalo García Pelayo, ha continuado la tradición de los descubridores para mostrarnos con el buen gusto que le caracteriza cómo es, o mejor, cómo podría ser la civilización que nos espera a la vista de Nursultán.

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​Muestra con gran armonía los colores dominantes de este modelo civilizador: el azul celeste y a veces el dorado del amarillo. Porque este reflexivo director cuenta en su equipo con un sutil catedrático en Colorido, José Enrique Iglesias, uno de los mejores directores de fotografía de Europa, digo que esta película será un bellísimo canto lírico a uno de los paisajes urbanos más espectaculares y desconocidos del mundo. Veremos con placer que Gonzalo se adorna con toques de Marienbad, Antonioni y Rosselini.

​Reflexiva será la cinta, como todas las de Gonzalo, porque obedece a las pautas artísticas de un director que observa el mundo, el nuevo mundo de la ciudad, con un concepto que nunca agota lo real, lo empírico, sino que lo potencia y lo transmuta en materia poética. Espiritual. Esta película nos mostrará, otra vez, que el cine, el gran cine no comercial, es de mirada limpia o no es.

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