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Juan Manuel González

Crítica: 'The Ice Road', con Liam Neeson y Laurence Fishburne

Liam Neeson protagoniza un thriller de acción supervivencia a bordo, esta vez, de un enorme camión sobre una carretera de hielo.

Liam Neeson protagoniza un thriller de acción supervivencia a bordo, esta vez, de un enorme camión sobre una carretera de hielo.
Liam Neeson en The Ice Road. | eOne

Desde el éxito de la despiadada primera entrega de Venganza (2008), Liam Neeson ha instituido por derecho propio un género: el suyo. El veterano actor irlandés, tras una larga y fructífera carrera, consiguió en aquella despiadada serie B de Luc Besson no solo un soberano taquillazo, sino dar un bandazo a su trayectoria para reivindicarse a sí mismo como uno de los pocos puntales reales de los saldos de ese memorable género de la "action movie" de los ochenta y alrededores.

Ahora, cuando se estrena "una de Liam Neeson" el público sabe a lo que atenerse: una película de acción sin excusas o subterfugios, entre razonablemente modesta y relativamente espectacular, con más o menos estilo visual o violencia, desarrollada en Europa o EEUU, la ciudad o en el campo, en la nieve o en verano. The Ice Road, historia de unos camioneros que deben cubrir a contrarreloj una ruta desde Dakota del Norte a Manitoba para entregar un taladro que salvará la vida a unos mineros, es fácil de encajar en ese esquema: la película escrita y dirigida por Jonathan Hensleigh, viejo conocido de los aficionados al género por su guiones de Armageddon o La Jungla de Cristal III, toma el esquema de El salario del miedo y Carga Maldita al tiempo que repite motivos de los dos grandes éxitos del guionista (ya saben: taladros, obreros y contrarrelojes) y añade interesantes notas de relato de supervivencia a lo Límite Vertical, subgénero que por cierto tampoco le es ajeno a Neeson (ver la excelente Infierno Blanco).


Aunque la película traiciona ese concepto en su segunda mitad, convirtiéndose en thriller conspiranoico convencional, las dos mitades no se llevan del todo mal e incluso reportan momentos de razonable intensidad. En The Ice Road es, en su relativa modestia de intenciones y resultados, el vivo retrato de un oxímoron, de una contrariedad un tanto absurda: ¿es posible que su director, Jonathan Hensleigh, esté haciendo las cosas bien y mal al mismo tiempo? En la misma película tenemos escenas resueltas de manera limpia y excelente (la persecución final a golpe de camión, la de la inevitable ruptura del hielo bajo las ruedas) y otras de una torpeza prácticamente amateur (la muerte de uno de los personajes principales atado a un cabestrante, del que nos ahorraremos el nombre).

En este precario equilibrio como director se mueve Hensleigh, capaz de dar una de cal y otra de arena, presumiendo de una buena fotografía en claroscuros de Tom Stern, uno de los habituales de Clint Eastwood, y un puñado de buenas y bonitas escenas de acción, lo mismo que momentos planteados y plasmados con suma torpeza. Al final lo que queda un divertimento entrañable, simpático y eficaz, que se beneficia de la emotividad apesadumbrada pero dura de su estrella. Y eso es justo lo que esperábamos del tío Liam.

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