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Juan Manuel González

Crítica: 'Ejército de los ladrones', la precuela de 'Ejécito de los Muertos' de Zack Snyder y Netflix

Ejército de los ladrones coge al personaje más extraño de Ejército de los muertos y lo sitúa en una nueva aventura más romántica que la anterior.

Ejército de los ladrones coge al personaje más extraño de Ejército de los muertos y lo sitúa en una nueva aventura más romántica que la anterior.
Ejército de los ladrones. | Netflix

Concebida como spin-off y a la vez precuela de la reciente Ejército de los Muertos, la película de Netflix Ejército de los Ladrones es una producción de Zack Snyder (300, El Hombre de Acero) y Netflix que destaca por dos factores: el primero, y al margen de sus ambiciones como película de género, en este caso "una de robos", el ser un producto cuidado y de peso cinematográfico por mucho que haya sido concebido para su exhibición directa en la pequeña pantalla. El segundo, y una vez desahuciado su director de la franquicia de superhéroes DC, tratar de erigir una constelación de películas en torno a la invasión zombi propuesta por Snyder en su propio título, estrenado este mismo año (y también, obvio, en la que fue su primera y para muchos mejor obra, el remake del Amanecer de los muertos presentado en 2004, sin nada que ver con las aquí presentes).

En este segundo sentido, Ejército de los ladrones, una Heist-movie bastante genérica sin que ello suponga nada excesivamente malo, es en sí misma un sinsentido. Y eso que funcionar como precuela de Ejército de los Muertos es su rasgo más particular, el más especial: los robos que tiene que afrontar el joven Dieter (de nuevo, Mathias Schweighöfer) en su camino de maduración y enamoramiento personal europeo tienen lugar mientras la epidemia zombi se desata en Nevada, un factor que al igual que en un clásico de la serie B como La noche del cometa, solo adivinamos por los noticiarios de fondo o algunos sueños (¿o serán profecías?) del protagonista. Se trata de una decisión creativa aleatoria, o "random" que diría ahora el público de Snyder, casi tanto como una lista de música de Spotify, un rasgo más bien caprichoso y altamente innecesario que sin embargo provoca algunos estimulantes interrogantes. Si extirpamos esas breves nociones o insertos zombis, la película funcionaría exactamente igual que lo hace, pero a la vez causa curiosidad la artimaña de Snyder en tanto confirma a Ejército de los ladrones como, efectivamente, una película, pero una película serializada, concebida para su exhibición en streaming y por tanto para un consumo que admite ciertas interpelaciones entre distintas obras que tendremos que ir adivinando en el futuro (la segunda parte de Ejército de los Muertos, que se llamará Planeta de los Muertos, acaba de ser anunciada), por mucho que estas resulten evidentemente caprichosas. Lo dicho: ¿capricho o ensayo? ¿Acaso importa realmente?

Por lo demás, Ejército de los ladrones presenta a Dieter (Schweighöfer debe ser una celebridad en su país y también dirige la película, y lo hace bastante bien) saliendo de su zona de confort gracias, o por culpa, de la hipnótica Gwendolyne (Nathalie Emmanuelle, Juego de Tronos). Lo que sucede a continuación es una carrera contrarreloj por abrir, que no robar, tres míticas cajas fuertes que sirven a Snyder para ahondar en sus conceptos favoritos: la mitología, en este caso nórdica, y en cómo este contenido legendario tiene capacidad para resonar, repetirse y estimular en una sociedad que ha dejado de soñar y se dirige directamente al Apocalipsis; "un mundo jodido", como dice Gwendolyne, que parece no admitir caminos heroicos campbellianos como el que, a su manera, vive el empollón Dieter. Abrir las cajas equivale a respetar el enigma, recordar la tradición, continuar la historia.

Al margen de esa interpelación con un universo fílmico en pañales y de su apuesta romántica por la pervivencia del mito, el relato, la película se dedica a recorrer los clichés del género sin aportar demasiado, pero a la vez de manera muy efectiva y bastante entretenida. Los tres robos del as cajas articulan un metraje demasiado largo que resiente al espectador (casi 130 minutos) pero a la vez concediéndose tiempo para explorar sus personajes, incluso cuando tampoco hace demasiada falta, y repleto de secuencias de acción discretas pero, en los tres casos principales, admirables. La comedia no siempre funciona (pese a su reivindicación pop de Con Air y Le Llaman Bodhi) y tampoco lo hace el romance, tan abrupto como sería de esperar en una producción de su director, pero todo desprende una extraña candidez que se balancea entre el optimismo y cierto aliento trágico, reforzado lo primero por la banda sonora de Hans Zimmer (la, quizá, octava, novena, décima de este año, y esta vez recuperando sonidos de su Sherlock Holmes) y el buen trabajo de Schweighöfer, en su doble faceta de actor y director. Esta caprichosa apuesta entre lo convencional y clásico y los nuevos flujos digitales quizá se resume en el narrador, que es el propio Dieter: un YouTuber que si embargo nos introduce en un cuento de hadas digno de Eduardo Manostijeras, pero que al final te pide el "like". Ejército de los ladrones, además de por sus prodigiosos paisajes rurales austriacos y checos, es un amable y digno entretenimiento.

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