
Pocas películas he visto en un festival que hayan causado tanta expectación como Alcarrás, la nueva de Carla Simón. La directora catalana ganó la Biznaga de Oro en Málaga en 2017 por Verano 1993 y cinco años después, con su segundo largometraje, ha ganado el Oso de Oro de la Berlinale.
Ese prólogo, unido a que era la primera vez que la película se veía en España, ha hecho que ni el horario de la proyección, 8:30 de la mañana, haya desanimado a ni un solo periodista de los acreditados en el Festival de Cine en Español de Málaga que este 2022 cumple 25 años. Una sala abarrotada ha culminado con un doble aplauso, el primero tras la última escena y el segundo tras los títulos de crédito, que han visto una buena parte de los asistentes. Una prensa totalmente entregada a Carla Simón que entraba en la rueda de prensa entre aplausos.
En Alcarrás Carla Simón sigue hablando de su familia, en este caso inspirándose en sus tíos, unos pequeños agricultores de melocotones en Cataluña. La película comienza con una reunión familiar en el que un anciano busca y rebusca entre un montón de papeles ante dos de sus hijos y sus familias. Busca un papel que acredite que su familia tiene el derecho a cultivar la tierra ya que el propietario quiere arrancar los melocotoneros para instalar un campo de placas solares.

La cesión del terreno fue un acuerdo verbal entre el padre del anciano y el abuelo del propietario como agradecimiento a que la familia del primero resguardase durante la Guerra Civil a la del segundo para que no lo fusilaran por "terrateniente". Una época "en la que los acuerdos verbales eran sagrados", explica Carla Simón a Es Cine.
Carla Simón vuelve a usar la técnica que tan bien le funcionó en Verano 1993, hacer una historia de personajes y la relación entre ellos. En esta ocasión hay diferentes capas, empezamos con los niños pequeños, una mirada limpia y sencilla, para ir pasando a la del actual cabeza de familia, ahogado en un mar de problemas que no verbaliza con ningún miembro del clan y al que iremos comprobando cómo la situación comienza a desbordarle.

Carla Simón explica que esos pequeños agricultores no quieren ayudas sino "un precio justo, sé que no es fácil, pero que no les cueste más producir que el precio al que venden". Mención aparte merece el elenco, actores no profesionales, una práctica que empieza a usarse demasiado con resultados muy dispares. Sin embargo, a Carla Simón le ha funcionado, en parte porque como reconoce a esRadio "alquilé una casa en Lérida e iba invitando a los actores para ver con ellos cómo reaccionarían sus personajes a determinadas situaciones y cómo son las relaciones entre ellos".
La película peca, como casi todas en la actualidad, de excesiva duración, no son necesarias dos horas. Por otro lado, tengo que reconocer que, a diferencia de muchos compañeros, me ha decepcionado un poco ya que de Carla Simón, una de las cineastas más prometedoras, esperaba algo más que ver la misma fórmula que tan buen resultado le dió en Verano 1993.
Aunque el resultado final sea bueno, salgo de la sala con la sensación de haber visto una continuidad de su primera película. La cinta forma parte de la Sección Oficial pero no compite, al haber ganado el Oso de Oro en Berlín los organizadores sabían que previsiblemente podría arrasar en este certamen. Veremos si en los Goya del año que viene será protagonista, de momento llegará a las salas de toda España el próximo 29 de abril.