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Juan Manuel González

Crítica: 'Ambulance: Plan de Huida', de Michael Bay, con Jake Gyllenhaal

Ambulance es un nuevo thriller de Michael Bay en la que desata su visión desencantada, pero patriótica, de la vida en Los Angeles.

Ambulance es un nuevo thriller de Michael Bay en la que desata su visión desencantada, pero patriótica, de la vida en Los Angeles.
Ambulance | Universal

Existen películas con acción y luego existen otras como Ambulance. La nueva obra de Michael Bay, feliz y libre tras abandonar la franquicia Transformers, no es una película que alterne escenas dramáticas y otras de alto voltaje destructivo, sino un thriller (de evidente aroma noventero, década en la que Bay debutó con Dos policías rebeldes y La Roca) donde brilla el talento de su realizador para convertir toda la película en un monumento al pandemónium, a esa realidad imposible de descifrar en el que ha devenido el gran sueño americano al que se suma, y emborrona, el escándalo que montan las redes sociales, la tecnología y las mil partes implicadas en una trama absolutamente inverosímil en la forma... y desconcertantemente acertada en el fondo.

Ambulance no es tanto una película de robos (fíjense en la escasa atención que Bay prodiga al propio atraco) sino una persecución constante en la que Bay monta literalmente a todas las partes implicadas, desde ladrones a autoridades, instituciones, víctimas, medios de comunicación y bandas callejeras a lo Training Day. No hay, como decimos, un tránsito suave o abrupto entre acción y diálogo, porque toda su dramaturgia es caos, un enorme cuadro impresionista donde no solo se disuelven imágenes de atractiva destrucción, sino los tres actos convencionales de un largometraje, y en la que Bay "metaficciona" descaradamente con su propia condición de autor maldito en un par de ocasiones.

Vocacionalmente patriótica y moral, negrísima y gruesa en su abundante sentido del humor (no, Bay no renuncia a sus coordenadas de autor pese a abrirse a un mundo más evidentemente diverso y, ojo, presentar a su primera heroína en Eiza González) el director californiano factura aquí otra feliz aventura de transición hacia una nueva condición de autor cinematográfico. Ambulance, remake de una película danesa de tono más dramático, se apunta a la liga de las maravillosas 13 horas, Dolor y Dinero y, en menor medida, 6 en la sombra, para canalizar una poética del gran relato americano, ahora en crisis de ética e identidad, que mezcla como nadie la destrucción del parque automovilístico de toda una ciudad con la vocación de contar una historia que, tal y como dice uno de sus protagonistas, solo podría ocurrir en Los Angeles.

Resulta imposible, repetimos, destacar una secuencia de acción sobre otra porque están todas disueltas en un conjunto de 140 minutos avasallador, un enorme lienzo impresionista que demuestra la facilidad de su autor para proporcionar espectáculo con "solo" 40 millones de dólares de presupuesto gracias al rodaje en un Los Angeles vacío y en plena pandemia (verdadera minucia, ese dinero, comparado con los de Transformers o su película de Netflix). Sus personajes, antiheroicos en el mejor de los casos (todos, incluso los buenos, hablan y se comportan como sociópatas) revelan la cara herida y oculta de un sistema que amenaza con el colapso y una mirada ambivalente, entre deshumanizada y satírica, de la vida en la gran ciudad. Pero sobre todo Ambulance es un soberbio ejercicio de cine de acción, histriónico y gritón como dramático y terrible, pero siempre precioso de ver en calidad de espectador, demostrando que Bay es un talento casi inconmensurable, un artista histrión de infinito olfato visual en gran formato en tiempos de mediocridades televisivas al que lamentaremos no haber adorado como merece en tiempos venideros.

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