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La impactante película de una ministra de Zapatero dedicada al dolor permanente de las víctimas de ETA

Angeles González-Sinde, la que fuera ministra de Cultura con Zapatero, vuelve a la dirección con una historia centrada en las víctimas del terrorismo.

Angeles González-Sinde, la que fuera ministra de Cultura con Zapatero, vuelve a la dirección con una historia centrada en las víctimas del terrorismo.
Mikel Larrea

Los terroristas de ETA no sólo matan a la víctima, en gran medida también matan a su familia. Una familia que tendrá que intentar aprender a vivir con el duelo el resto de su vida, que nunca es fácil porque el entorno de los terroristas está muy presente en las calles, incluso en las instituciones en los últimos años.

Con algunas víctimas, además, la banda terrorista se ha cebado especialmente. Es el caso de la familia Ybarra. Todo comienza cuando en 1977 la banda terrorista secuestra a Javier de Ybarra, político y empresario que fue presidente de los periódicos El Correo y El Diario Vasco y miembro de la Real Academia de la Historia.

Su nieta, Gabriela Ybarra, decidió en 2015 publicar una novela que se convirtió en todo un éxito de ventas, El comensal, donde cuenta de forma desgarradora la historia de su familia. Novela que ha servido para que Ángeles González-Sinde vuelva a dirigir después de 14 años una historia que le conmovió nada más leerla.

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Fotograma de 'El Comensal'.

La cineasta ha tardado tanto en dirigir, entre otras cosas, porque durante un tiempo se dedicó a la política llegando a ser ministra de Cultura en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, periodo en el que aprobó la polémica ley Sinde. Periodo en el que ETA hizo público su "cese definitivo de la violencia", única pega de la película resumida en una frase, "es lo que queríamos todos". Sí, pero no así.

La película de El comensal, presentada en el BCN Film Fest, comienza en 1977 con el secuestro de Javier de Ybarra. Posteriormente damos un salto hasta 2011 donde veremos a su hijo mayor, Fernando, (Ginés García Millán) junto a su mujer (Adriana Ozores) y su hija (Susana Abaitua), están en un hospital porque a su mujer le han detectado cáncer. Fernando es un hombre huraño, distante. Y muy pronto entenderemos por qué.

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Fotograma de 'El Comensal'

Mientras González-Sinde nos va mostrando el duro trance que vive esta familia iremos asistiendo a diferentes flashback en los que empezaremos a entender a Fernando, quien tras el secuestro de su padre tuvo que hacerse cargo de sus tres hermanos menores siendo tan solo un chaval. Todo ello mientras intentaba que algún banco le prestase los 1.000 millones de pesetas que los etarras pedían para la liberación de su padre y trataba de asimilar la experiencia de que un pistolero te saque de la cama a punta de pistola.

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Fotograma de 'El Comensal'.

Pero lo interesante de El comensal es que González-Sinde no se queda sólo en el momento del secuestro de Javier de Ybarra, tampoco en cómo en el "presente de 2011" Fernando tiene que asimilar la muerte fulminante de su mujer, sino que nos hace un recorrido durante décadas mediante pequeñas secuencias que sirven muy bien para entender el horror al que se han tenido que enfrentar las víctimas de ETA.

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Fotograma de 'El Comensal'.

Años después del asesinato de su padre, Fernando – ya casado y con una hija – recibió en casa un paquete bomba. Motivo por el que veremos cómo la familia decide, con gran pesar, mudarse finalmente a Madrid, quedando ese País Vasco tan "plural" al que volvemos en 2011. La hija de Fernando prepara el libro de su familia intentando saber qué pasó mientras recorre calles con paredes llenas de las caras de los asesinos, los mismos que los echaron de su tierra.

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Fotograma de 'El Comensal'

La película podría profundizar más en algunos temas, incluso podría subir un poco el listón de la emoción. Pero precisamente ese es el aspecto que más me gusta, no hay grandes llantos, ni florituras. Hay dignidad, mucha. Y dolor, muchísimo dolor, que además traspasa la pantalla. El dolor de un hombre que se resiste a explicar a su hija lo inhumano que vivió décadas atrás cuando pasaban las semanas con su padre secuestrado. Y todo sin caer en el melodrama, y mucho menos en la autocompasión.

Uno de los grandes aciertos también es no darles voz a los asesinos de ETA, ni a su entorno, lo que es lo mismo. El comensal es una buena película para entender cómo las víctimas del terrorismo nunca dejan de ser víctimas. Al contrario, tienen que seguir sumando ignominias. Y ante eso sólo cabe el recuerdo. Lo ideal sería la reparación, pero ya sabemos que esa es otra película de la que nuestros políticos parecen no querer formar parte.

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