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Santiago Navajas

La sirenita rojinegra de Disney

El problema surge cuando la política interfiere en las decisiones artísticas contaminándolas.

El problema surge cuando la política interfiere en las decisiones artísticas contaminándolas.
Escena de 'La sirenita' | Imagen TV

¿Cuál es el problema de que haya intérpretes que no se correspondan en edad, raza, sexo o lo que sea con lo que se espera en sus personajes? En principio, ninguno. Siempre y cuando sea una decisión artística y no ideológica. Véase El hombre que mató a Liberty Valance para una licencia artística sobre reparto. En la película de Ford a todos los intérpretes les sobran treinta años al menos. Pero Ford quería hacer la película con John Wayne, James Stewart, Lee Marvin… porque le parecían muy buenos. Ya se encargaría él, el Maestro, de que nos pareciera verosímil. Lo que es seguro es que Ford no tenía ningún mensaje político que colar, ninguna agenda social que implementar, ni ningún compromiso justiciero que abordar sobre la discriminación por edad (edadismo). En el arte verdadero, se impone la verosimilitud sobre la verdad y la imaginación sobre los hechos.

El problema surge cuando la política interfiere en las decisiones artísticas contaminándolas. Cuando versionaron la novela de Steinbeck Las uvas de la ira, tanto Zanuck (el productor) como Ford (el director) y Johnson (el guionista) pensaron que había que dulcificar el texto vitriólico de Steinbeck sobre la Depresión en EE.UU. de cara al público cinematográfico en general. Algo en lo que el novelista estuvo de acuerdo porque la esencia de la denuncia social que pretendía se mantenía en la película interpretada por Fonda. La cuestión que hay que plantear siempre es si los cambios respecto al original están en el espíritu original de la creación o bien, por el contrario, obedecen a una agenda sectaria que desvirtúa o destruye lo que el autor pretendía y el común entiende en la obra. Daniel Rodríguez Herrera ha puesto otro ejemplo paradigmático a propósito de Cadena perpetua.

¿Hay algún problema en que haya intérpretes negros en la nueva entrega de Star Wars, la serie sobre Obi Wan Kenobi? Ninguno. ¿Y en la serie de Amazon sobre El Señor de los Anillos (ESDLA)? Creo que sí. En Star Wars es una decisión artística; en ESDLA, me temo que ideológica. Star Wars describe una sociedad plural, con multitud de comunidades e identidades mezcladas, además de la tradición de personajes negros desde el inicio. ESDLA es todo lo contrario: comunidades cerradas obligadas a asociarse, creando conflictos. Si introduces diversidad intracomunitaria destruyes el conflicto latente.

Del mismo modo, ¿cabe una sirenita de Andersen pelirroja o negra? Pues sí, aunque Andersen especificaba que era rubia y blanca. Ahora bien, ¿se hace como una decisión puramente artística o espuriamente ideológica? ¿Forma parte del catecismo con perspectiva de género y racismo inverso de Disney, o es que la actriz es la mejor? ¿Es una cuestión de meritocracia y justicia o de paternalismo y condescendencia? Esto de los repartos cinematográficos siempre ha sido un lío. Elizabeth Taylor se da un aire a Nefertiti así que me vale como Cleopatra. Y Richard Burton podría ser un Marco Antonio. ¿Pero cuela Rex Harrison como Julio César? Ahora bien, Harrison es un gran actor y finalmente veíamos al dictador romano, no a un sajón de Lancashire. Veremos si Halle Bailey, la protagonista negra de la nueva versión por parte de Disney de La sirenita, llega a dar la talla (aunque cualquier crítica a su actuación será considerada automáticamente como racista).

Pero, ¿qué talla? Además de sus propias características como intérprete, los personajes también imponen ciertas restricciones. La sirenita puede ser rubia o pelirroja, blanca o negra. Pero no puede ser una choni fea, gorda y vulgar (salvo en una comedia y entonces podría ser la actriz elegida la fantástica Beanie Feldstein) . Las sirenas tienen que oscilar entre guapas como Ana de Armas y bellísimas como Marilyn Monroe. Sin embargo, las feministas de género también protestarán por la actriz negra porque tiene lo que denominan "un cuerpo normativo y estereotipado" (vulgo: es un pibón), lo que hará que las chicas quieran ser igual de delgadas y bellas, sometiéndose a un supuesto canon de belleza heteropatriarcal (nunca están contentas las clones de Irene Montero porque consideran que la felicidad es un concepto judeo-cristiano, así que toca estar siempre resentidas y amargadas).

El problema con una sirenita negra por parte de Disney no reside en el color de la piel de la actriz, sino en el color rojo de la ideología de los directivos de la productora, que tratan de convertir sus películas en un manifestos adoctrinadores de la ideología racialista y de género con el que la secta woke pretende conquistar el ámbito cultural. Los medios de comunicación dominantes ya lo han conseguido, creando un cartel empresarial multinacional. El siguiente paso está siendo un ejercicio cínico de pederastia adoctrinadora que llega a través de series, películas, cómics… Si se ganan la mente inocente de los niños, habrán ganado las elecciones presidenciales hasta el infinito y más allá. No olvidemos que a García Lorca lo echaron los comunistas de la dirección de La Barraca por negarse el dramaturgo granadino a poner el teatro al servicio de las consignas ideológicas. Antonio Gramsci, Willy Münzerberg y Bertolt Brecht están vigentes hoy más que nunca, pero no en Moscú sino en Florida.

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