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Crítica: 'El teléfono del señor Harrigan' (Netflix), basada en un relato de Stephen King

El teléfono del Señor Harrigan adapta un relato corto de Stephen King y puede decepcionar a quienes busquen sustos fáciles.

El teléfono del Señor Harrigan adapta un relato corto de Stephen King y puede decepcionar a quienes busquen sustos fáciles.
El teléfono del señor Harrigan. | Netflix

Resulta fácil distinguir en la maleza los motivos y lugares que Stephen King, en esa dúctil veteranía de setentón, recorre en muchas últimas obras. El teléfono del Señor Harrigan, relato corto incluido en la reciente recopilación La sangre manda, es de los más significativos en ese aspecto: un anciano como detonante de un relato en primera persona por parte de un joven curioso (elemento presente también en el reciente Cuento de hadas), la muerte como última frontera, el tesoro oculto en la caja fuerte de un viejo (Fin de guardia) y finalmente, el acceso a un mundo ajeno como aquel que King remató para su a viejo El talismán (viejo, pero que será adaptado de manera inminente por los Duffer, los de Stranger Things).

Sin el impacto del relato corto original, El teléfono del señor Harrigan es un digno intento por parte de John Lee Hancock (The Blind Side, Pequeños detalles) de aproximarse a los dos directors que mejor han entenido y cultivado al "Stephen King dramático", Frank Darabont (Cadena Perpetua) y Rob Reiner (Cuenta conmigo). Su película de Netflix no tiene el empaque o el poder hipnótico de aquellas, pero capta bien la esencia de las inexplicables sombras que emergen detrás de una cotidianidad a veces entrañable y reconfortante, pero en el fondo implacable.


El smartphone, esa máquina que en algún momento del relato es descrito por Harrigan -un viejo malhumorado que parece intuirlo todo- como una "droga de iniciación" a un futuro desconocido resulta un elemento tan perturbador como el propio eco de lo sobrenatural. La visión del otro mundo en El teléfono del Señor Harrigan no se basa en certezas sino en casualidades que, eso sí, parecen sentencias del destino (como ese mensaje final). Y lo que espera al ser humano que finalmente renuncia a tirar al lago al que será su mayor acompañante vital, un teléfono con internet, resulta un gesto representativo de ello.

El teléfono del señor Harrigan decepcionará a los que esperen una película de, digamos, un terror evidente. Aquí esa sensación se infiltra por la escuadra, el protagonista es más un testigo que un héroe o una víctima. Entender esa aproximación es vital para valorar la aportación de Hancock, que no desprecia el género por exceso de pretensiones aunque en ocasiones de la impresión de que lo eluda (es una película de terror sin sustos o golpes de efecto). La presencia de un espléndido Donald Sutherland y del joven veterano de Stephen King, Jaeden Martell (protagonista de It) acaban sosteniendo bien el armazón de una película más que digna.

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