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Juan Manuel González

Crítica: 'Noche de Paz', una Jungla de Cristal con el 'Papá Noel' David Harbour

Noche de Paz no es una película brillante en sí misma, pero agrada con su combinación de acción, comedia negra y violencia gratuita.

Noche de Paz no es una película brillante en sí misma, pero agrada con su combinación de acción, comedia negra y violencia gratuita.
David Harbour en Noche de Paz | Universal

En un momento dado de esta entretenidísima Noche de Paz, el Santa Claus interpretado por David Harbour, feliz de protagonizar la cinta como un niño con zapatos nuevos tras el estatus estelar que le ha dado el papel shérif Hopper de Stranger Things, saca de su saco de regalos un DVD de la película Jungla de Cristal. Una referencia nada velada a la columna vertebral que el director Tommy Wirkola y los guionistas Pat Casey y Josh Miller (firmantes de las dos entregas de Sonic) han seguido para articular esta comedia que, entre sangre, apuñalamientos y disparos, sigue de pe a pa las pautas de toda fábula navideña que se precie.

En Noche de Paz, Santa Claus reparte regalos en el piso de arriba de la mansión del adinerado clan Gladstone, encabezada por Gertrude (nada menos que Beverly D’Angelo, de las ciertas películas National Lampoon), mientras abajo la familia celebra una mal avenida Nochebuena. Entonces, como en Jungla de Cristal y sus secuelas, unos terroristas-ladrones entran en escena y Santa se ve obligado a, como un John McClane cualquiera, desplegar sus habilidades de combate para salvar la Navidad (y su propia vida).

No es un asunto nuevo. La idea de Noche de Paz parece existir dentro de otra comedia negra pero navideña, y de culto, como Los fantasmas atacan al jefe, en la que ya en plenos ochenta -la época de la citada Jungla- el ejecutivo televisivo interpretado por Bill Murray ideaba un sensacionalista telefilm navideño en la que Santa Claus y sus elfos acababan con unos peligrosos terroristas que atacaban su sede.

Por lo demás y pese a este totalmente perdonable "robo", que de hecho agradecemos, el director Tommy Wirkoka demuestra una vez más carecer de la habilidad para las escenas de acción cuerpo a cuerpo de David Leitch, productor del evento y uno de los creadores de la saga John Wick (influencia capital en el reciente cine de acción y también en Noche de Paz). Hay una ausencia de brillantez general en la puesta en escena que hubiera venido muy bien el filme, pero en conjunto Wirkola resuelve la comedia negra navideña "a la Gremlins" con buen humor y un saludable gusto por el gore. La falta de originalidad de Noche de Paz, dejando de lado la ocurrencia del Santa Claus heroico, se agradece en tanto respeta y conoce un género desaparecido de los multisalas actuales: la arquitectura del actioner de los 80 al que rinde sentido homenaje, todo ello sin necesidad de subvertir el mensaje navideño de la historia, cosa que hubiera resultado contraproducente.

Sabedor de que la figura del Santa Claus homicida es un icono del slasher gracias a series Z como Noche de Paz, Noche de Muerte, el director noruego, que acostumbra a decorar sus pastiches con abundantes dosis de inofensiva sangre (lo hizo en Hansel y Gretel y Zombis Nazis) se limita a potenciar la violencia caricaturesca ya presente en la fórmula Jungla de Cristal y, también, su secuela en el aeropuerto para obsequiar al espectador con un gamberro y pequeño espectáculo de serie B con, eso sí, una excelente banda sonora orquestal de Dominic Lewis (donde, de nuevo, se rinde constante homenaje al desaparecido Michael Kamen, artífice de la música de la saga de Bruce Willis). Noche de Paz requiere de la complicidad del espectador, pero no oculta en ningún momento ninguna de sus cartas para resultar una propuesta tremendamente entretenida.

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