
Para conocer el esplendor y la miseria de una propuesta política siempre es bueno ponerla en relación con el arte. El PP y el PSOE se llevan bien con el "cine y la cultura" de los Goya. El cine y la cultura nos unen a todos, dijo el fulano de la Moncloa, en la gala de los Goya. Tenía razón. A su lado estaba el señor de la calle Génova. Sánchez y Núñez Feijóo están unidos por el "cine y la cultura españolas". Maravilloso. ¡Vivan los Goya y la madre que los parió! Hasta aquí llegó la ironía. Ahora empieza la realidad y digo: esa gente de los Goya no tiene ni tendrán jamás idea de qué sea la genuina cultura, porque no saben qué es la libertad y, lo que es peor, no quieren ser libres. Viven muy a gusto como esclavos. Es su modelo para el resto de la sociedad española. ¡Váyanse, pues, a la mierda! Es suficiente. No quiero utilizar el noble arte del insulto contra quien sólo merece desprecio.
Y ahora comenten, amigos lectores, que esa no es manera educada de tratar a quienes vienen riéndose de las víctimas del terrorismo desde hace veinte o más años… Todavía me acuerdo de La pelota vasca y el No a la guerra… La gentuza de los Goya son una banda de majaderos y cobardes al servicio de los poderosos, incluida ETA y los separatistas. Esto no es un desahogo. Es la pura verdad. Lo único que lamento de mis insultos es que los dirijo a unos sujetos que se esconden bajo el sacrosanto manto de Goya, el nombre de un hombre ilustrado y siempre con dudas, un pintor con ideas propias, primero afrancesado y, más tarde, crítico preciso de la incultura gabacha. El nombre de un hombre inteligente y siempre con dudas es utilizado para ocultar la estulticia y el dogmatismo de una gente sin alma. Goya era todo lo contrario de estos tipos vanidosos.
A pesar de todo, creo que quizá soy injusto al meter a todo el mundo del cine en el mismo saco. Quizá haya personas libres y sanas de ideología entre los que se dedican a la cosa. ¡Quién sabe! Quiero creer que no todos son tan desquiciados y rastreros como los que decían imbecilidades el día de la gala. Habrá entre los participantes alguno que no se sienta especialmente feliz consigo mismo. La vanidad ficticia de este personal es enfermiza. Ojalá exista entre ellos alguien que dude de sí mismo y, al menos, logre compararse con otros seres humanos que no van a los Goya. En fin, mientras haya habido alguna persona asistente a la gala que haya sentido vergüenza ajena de lo que allí sucedía, tendremos esperanza en la condición humana. ¡Quizá el año que viene la cosa cambie! Aunque lo dudo, porque los torpes, obtusos y tontos seguirán en ese ámbito dominando a los inteligentes malvados. Los Goya, sí, han quedado reducido a una cosa menor de estultos, un lugar donde se dan cita los líderes de dos partidos políticos que desconocen por completo cuáles son los ejes clave de la cultura española.
En fin, en nombre de Goya, defendámonos de los estultos y anhelemos un cambio para el año que viene. La democracia por débil que sea, como es el caso de la española, siempre nos da una ilusión: esto cambiará después de las elecciones de mayo y diciembre.