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Juan Manuel González

Crítica de 'El Triángulo de la Tristeza', ganadora de la Palma de Oro

El triángulo de la tristeza, nominada al Oscar, es una sátira de las clases altas con mucho trazo grueso.

El triángulo de la tristeza, nominada al Oscar, es una sátira de las clases altas con mucho trazo grueso.
Avalon

Flamante ganadora de la Palma de Oro en Cannes, presente en lo más granado de la temporada de premios (incluyendo a los Oscar, donde está nominada a Mejor Película, Director y Guion Original) El Triángulo de la Tristeza de Ruben Östlund es una comedia negra que parodia los ya en sí mismos grotescos movimientos culturales de las élites contemporáneas. Dos inútiles redomados, de profesión modelo él e influencer ella (la recientemente fallecida Charlbi Dean) se van de vacaciones en un crucero lleno de nuevos ricos y arrugados de alta alcurnia. Naturalmente, todo sale mal, o bien, según la mentalidad de Östlund, que podría llevarse un Oscar al mejor director por planificar gags dignos de una película de los noventa de Tom Shadyac y Jim Carrey.

La película tiene aciertos a lo largo de sus dos horas y media. Su sección central, donde un capitalista ruso y un comunista americano (excelente Woody Harrelson) suicidan literalmente todo un barco de pasajeros, deja momentos memorables de puro trazo grueso. Vomitonas, diarreas, caídas y todo tipo de gags visuales grotescos y mezquinos se juntan para perpetrar una comedia negra en la que Östulnd se burla de las clases altas, su condescendencia y su vampirización de toda causa social o reivindicación imaginable. Esa parte resulta francamente divertida, si uno es capaz de soportarla (impagable la imagen de la aristócrata rusa "vaciándose" por abajo y por arriba en el baño) pero resulta inconcebible que este tipo de conceptos resulten desafiantes, provocativos, para un jurado como el de Cannes y en el año 2022.

No sé en qué medida el director sueco o un jurado puede considerar que un relato de lucha de clases como este resulte novedoso, desafiante o valioso. Los personajes tienen una psicología nula y son caricaturas, y en conjunto la película no es nada que no hayamos visto en obras genuinamente comerciales al menos cinco veces este mismo año (la última en El misterio de Glass Onion). Destruir estereotipos está bien, meterse con influencers aún mejor, pero El Triángulo de la Tristeza es una obra igual de vacía como objeto fílmico, su intención de derribar alas élites huele a falso porque elitista y apropiacionista es ella misma como película. Las metáforas del rumbo político y social occidental son obvias, como también la inversión con ese nuevo orden matriarcal y de clase baja que se genera como refracción de todo lo anterior. Una crítica con momentos divertidos, pulcramente realizada e interpretada, pero demasiado pretenciosa y que desde luego no deja una particular huela.

El Triángulo de la Tristeza se estrena en cines el 17 de febrero.

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