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Juan Manuel González

Crítica de la película 'Renfield', con Nicholas Hoult y Nicolas Cage como conde Drácula

Renfield es una divertida comedia de terror donde destaca por derecho propio Nicolas Cage interpretando al Conde Dracula.

Renfield es una divertida comedia de terror donde destaca por derecho propio Nicolas Cage interpretando al Conde Dracula.
Nicolas Cage en Renfield. | Universal

Hay películas que funcionan por su naturaleza descarada y -vamos a expresarlo así- escasa voluntad de trascender. Renfield es una de ellas: amparándose en su vasallaje al clásico de la Universal de 1931 (el filme reedita en su prólogo algunos planos de la versión de Tod Browning y Bela Lugosi) y la presencia de Nicolas Cage (feliz de regresar al cine de estudio en su versión más desatada) la película de Chris McKay aborda el mito desde la escuadra, centrándose en el personaje del fiel servidor del vampiro como metáfora de las relaciones abusivas.

McKay, cineasta proveniente de la animación que luego dio el salto a la acción real con la malograda La guerra del mañana, pone en escena Renfield tratando de asemejar el ritmo del filme al de un cartoon de dibujos animados. Solo así se explica el ritmo y la edición de algunas de sus secuencias culminantes y su esfuerzo por liberarse de presiones argumentales en favor de la caricatura, visual y conceptual. Entender esto es vital para disfrutar del invento, aunque todavía hay algunas aristas que limar.

El problema de la película es la excesiva insistencia en sus planteamientos, en su metáfora de las relaciones (laborales, sentimentales) tóxicas. Renfield juega a dos bandas: parodiar la cultura Mr. Wonderful tan propia de nuestros días y, a la vez, denunciar el abuso de poder convirtiendo al conde en un abusador narcisista, ofreciendo de paso un punto de vista nuevo al arquetipo de monstruo clásico que justifique su recuperación. McKay no siempre sale bien librado porque su película, en los poco más de 90 entretenidos minutos que dura (¡milagro!) cree que la lucidez viene de aclarar todo el tiempo esa tesis argumental. Entonces, la bienvenida falta de sutileza como producto orgullosamente trash que es deja de funcionar temporalmente.

Pese a ello, el buen ritmo de dibujo animado, su descaro a la hora de escenificar la acción y el saludable gusto por la tortura física, así como la -repetimos- entusiasta aportación de Cage, paladeando cada momento, cada sílaba como Conde Drácula, dan un merecido pase a esta divertida comedia de horror que ofrece un temporal consuelo al adiós de esa memorable época del horror comercial, a cuando Sam Raimi o John Landis podían juguetear con el mainstream y el cine de estudio y llevarlo a sus propios imaginarios.

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