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Juan Manuel González

Megalodón 2 con Jason Statham, para cretinos como nosotros

Megalodón 2 repite las virtudes desprejuiciadas de la primera entrega, aunque sin acabar de pulir sus defectos.

Megalodón 2 repite las virtudes desprejuiciadas de la primera entrega, aunque sin acabar de pulir sus defectos.
Imagen de Megalodón 2. La Fosa | Warner Bros

No trataremos de vender Megalodón 2. La Fosa como lo que no pretende ser: una buena película. Pero la secuela del éxito sorpresa de hace unos pocos veranos, basado como aquel en una novela de Steve Alten, tiene ese nosequé del taquillazo de material derribo que antaño coleccionábamos de tipos como Stephen Sommers o Roland Emmerich. Un espíritu sinvergüenza subrayado aquí por la larga colección de pósters promocionales hilarantes y dirigidos a jugar con esa nueva percepción del cine sharksploitation surgido a raíz de la serie Z que fue Sharknado y sus derivados, solo que adaptada de manera más o menos razonable al formato de cine de más presupuesto.

El nuevo director, el británico Ben Wheatley, subraya todavía más la mirada cómica a los eventos del film y, pese a cierta falta de habilidad en secuencias clave, sale bien parado del verdadero batido imposible que propone la secuela de Megalodón. Extirpando (para bien) casi del todo el sentimentalismo del anterior Jon Turteltaub, y enfatizando más si cabe los guiños al mercado chino, esa verdadera fosa dispuesta a recibir "monster-movies" nacionales e internacionales; Megalodón 2 mezcla thriller al servicio de Jason Statham (no faltan escenas para lucir su habilidad en la lucha cuerpo a cuerpo), actioner de secuestros a lo Jungla de Cristal (¡!) aportado, atención, por el español Sergio Peris-Mencheta, ciertas asociaciones a la buddy-movie clásica (redirigiendo las nociones de cine familiar aportadas por Turteltaub) y, sobre todo, una importante dinámica de thriller submarino a lo Aventura del Poseidón y ese fenomenal canto del cisne del género para el cine de estudios que fue Deep Blue Sea.

Evidentemente, Meg 2 carece de las vibras de cine de terror satírico que podríamos desear de Ben Wheatley, director de Turistas, o incluso de la saga original de Tiburón, pero el británico sí consigue meter su previsible burla al ser humano en el último tercio de largometraje. Falta, como en la primera, un adecuado desfile de víctimas, algo que subraya el hecho de que esta película funciona mejor cuando está encerrada entre cuatro paredes (esa primera mitad en la que se sucede el citado "mashup" con aroma total de ciencia ficción) que en la segunda, en la que los megalodones toman por fin el protagonismo para (¡albricias!) al menos proponer un adecuado aluvión de guiños a Tiburón 2, aunque con un ortopédico y poco emocionante montaje que delata cierta falta de habilidad o presupuesto.

Blockbuster de tono alegre de ese que nos merecemos al final del verano cinematográfico, la saga Meg podría convertirse en el Jurassic Park de Warner Bros, con permiso de la saga Godzilla y Kong, a tenor de sus buenas perspectivas en el mercado oriental. Cualquier película capaz de pasar del período Cretácico a Jason Statham haciendo dominadas merece, en todo caso, algo de nuestro respeto.

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