Ambición, éxito, presión, celos, alcohol, drogas, juergas nocturnas, disciplina casi militar... es un cóctel explosivo capaz de volver loca hasta a la persona más cuerda. Dos jóvenes bailarinas se disputan el papel principal en una compañía de ballet. Irma es la favorita de la profesora, es la que más se esfuerza y la más perfecta. Olga es la recién llegada, pero en la que la directora de la academia de danza ha visto algo, tiene aura de estrella. Las dos se convierten rápidamente en contrincantes, y al mismo tiempo en amigas.
La competitividad en el mundo del ballet clásico no es nuevo en el cine, de hecho hay multitud de películas y series sobre el tema. Sirva de ejemplo una de las más famosas, Cisne negro de Darren Aronofsky. Sin embargo la película holandesa Solo queda la danza tiene algo especial, es una película sobre el ballet sin ser una película sobre el ballet.

La historia central de Solo queda la danza, de la directora israelí Dana Nechushtan, es la amistad que se forja entre las jóvenes bailarinas Irma y Olga en el exigente mundo del ballet de Ámsterdam en la década de 1970. Las dos terminan la formación como las mejores de su promoción, motivo por el que son contratadas por el Royal Ballet de Holanda. Irma se independiza y Olga ve la excusa perfecta para escapar del férreo control parental que buscan a toda costa el éxito de su hija.
Olga no sólo descubrirá en casa de Irma lo que es la independencia, sino también el lado oscuro de su talento. Por muy amigas que sean, que lo son, aparecerán los celos, Irma tendrá que aprender a vivir el éxito de su mejor amiga, pese a que es menos disciplinada que ella.
La directora israelí recurrió para los papeles de Irma y Olga a dos bailarinas profesionales a las que le dio un intensivo de interpretación. El resultado es excepcional. Solo queda la danza es una película con mucha danza, pero encajada a la perfección en la historia sin terminar nunca por desbordar la trama. En su justa medida y manteniéndose siempre en un segundo plano, algo magistral por parte de Dana Nechushtan.