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'Maestro', el biopic de Bradley Cooper sobre Leonard Bernstein, sobresale entre los tópicos

Maestro, la historia de Leonard Bernstein, es tanto un testimonio de su arte como de las grandezas y miserias de un matrimonio.

Maestro, la historia de Leonard Bernstein, es tanto un testimonio de su arte como de las grandezas y miserias de un matrimonio.
Bradley Cooper en Maestro. | Netflix

Basta un primer acercamiento a Maestro, biopic del mítico Leonard Bernstein, para saber qué ha atraído a su protagonista, director y coguionista Bradley Cooper, de la biografía del compositor de West Side Story. Como si de una nueva versión de su anterior Ha nacido una estrella se tratase, solo que más arty y todavía más oscarizable, Maestro se acerca a la figura de Bernstein haciendo hincapié, evidentemente, en su evidente genio y desbordante carácter (también en su célebre y no precisamente célibe bisexualidad). Pero en manos de Cooper Maestro es, ante todo y por encima de todas las cosas, una enorme historia de amor enmarcada en el lienzo de un gran melodrama clásico americano.

En algún momento de las dos horas de la película producida por Netflix y estrenada de manera limitada en salas españolas (la plataforma estrenará la película el 20 de diciembre, más cerca aún de la temporada de los Oscar) Cooper cede casi todo el protagonismo y punto de vista de la historia a Mulligan, que interpreta a la actriz Felicia Montealegre, esposa y gran amor del maestro. La maniobra, todo un acierto, no es solo una concesión del actor y director a la hora de incrementar el punto de vista femenino, sino también una herramienta imprescindible para convertir su película en lo que en realidad quiere ser, tanto o más que un testimonio de la grandeza creativa de Bernstein. Efectivamente, estamos ante la historia de un matrimonio con todas sus miserias y grandezas, y precisamente cuando el personaje de Mulligan dirige el punto de vista, tanto hacia Bernstein como hacia sí misma, la película se convierte en un arma de destrucción masiva en el mejor de los sentidos: todo lo que sucede en el tercio final del largometraje -a lo que ayuda la propia música de Bernstein- tiene un alcance y efectividad indudables.

Hombre carismático y extrovertido, Maestro se entretiene a la hora de narrar la bisexualidad de Leonard Bernstein, vital a la hora de retratar algunos vaivenes de ese matrimonio. Todo es una herramienta, sin embargo, para un drama emotivo que ignora los tópicos del biopic, que supera sus tropos habituales (esos mortales saltos temporales) y desde luego reivindicaciones más o menos a la moda. Es un filme que, gracias al excelso tratamiento visual de la fotografía de Matthew Libatique, aparentemente severo pero abiertamente expresivo (no es necesario saber en qué año o década estamos: los colores de la fotografía se lo cantan al espectador) va conduciendo al espectador a lo que no es más que un melodrama romántico presentado con todo el peso de una producción clásica. También uno que con esas herramientas va ofreciendo un lienzo amplio donde se desarrolla toda una vida, y en el que lo que denominaríamos una entera existencia va cobrando peso.

Naturalmente, Cooper da el do de pecho en una interpretación que pronto trasciende el evidente maquillaje (su nariz parece ir creciendo según transcurre la película) y que, pese a algunos excesos de la cámara para recrearse en su interpretación (¿hemos mencionado la fotografía en blanco y negro de la primera mitad y su formato 4:3, que parece abonado a producciones con pretensiones?) llega a la necesaria emoción. Cooper se revela como un director seguro de sí mismo, capaz incluso de inyectar humor negro en situaciones tensas (el momento Snoopy) y que domina no pocos de los recursos visuales y escenográficos del mismísimo Steven Spielberg, no por casualidad vinculado al proyecto en calidad de productor y que en algún momento valoró dirigirla. Que Maestro sea no solo una correcta película biográfica sobre el arte y la vida, sino una todavía mejor película romántica, debería auparle, todavía más ahora que antes, en uno de los actores-directores mejor valorados de una industria que parece querer olvidar los valores de su cine clásico.

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