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'El salario del miedo' de Netflix es una oportunidad perdida

Netflix ha estrenado una nueva versión de El salario del miedo en clave de eurothriller francés.

Netflix ha estrenado una nueva versión de El salario del miedo en clave de eurothriller francés.
El salario del miedo | Netflix

De las varias decisiones a tomar para llevar a cabo una nueva versión de El salario del miedo, el clásico francés de Henri-Georges Clouzot más tarde adaptado (de manera magistral) por William Friedkin en la fracasada Carga Maldita, la de Julien Leclercq para Netflix toma… más bien ninguna.

O, mejor dicho, toma una que le da todo el sentido a la idea. El salario del miedo cambia el escenario selvático por el desértico para así crear semejanzas visuales con la última Mad Max, Furia en la Carretera, que por cierto en pocas semanas estrenará una nueva entrega en forma de precuela, Furiosa. Por lo demás y en su actualización a clichés del género de acción contemporáneo, la película está mal editada y no particularmente bien contada incluso en la sencillez (superficial) de su acción.

La base original de todas ellas, la novela de Georges Arnaud, proporciona el andamiaje básico: un grupo variopinto de personajes, algunos más bien poco recomendables, deben trasladar un cargamento de nitroglicerina durante 800 kilómetros. A los peligros de menear demasiado el explosivo se añaden los terroristas yihadistas, traiciones mutuas y otros desastres naturales.

Organizada en torno a flashbacks más bien confusos, el espíritu Luc Besson que uno presumía a un actioner francés -no en vano no forma parte de esta producción- brilla por su ausencia en El salario del miedo, un filme carente de toda emoción incluso en sus persecuciones más trepidantes. Solo los planos aéreos, abundantes, y algún plano bien ideado (la explosión del almacén) dotan de alguna expresividad a un filme desdibujado, repleto de actuaciones monótonas que no hacen honor a las problemáticas de sus personajes, y lo peor de todo, de realización un tanto chapuzas (ver cuando los protagonistas confunden una mina… ¡con un francotirador!). El director Leclercq, en suma, no logra salir adelante pese a las facilidades que le ofrecía el material.

En conjunto hay algunas buenas secciones cuando los personajes dejan de entorpecer y la acción simplemente ocupa todo el espacio, pero la sensación de perderse en el relato desaparece pronto por la desanimada planificación y edición de la mayoría de sus secuencias de tensión, muy lejos del oficio mostrado por otros franceses expertos en el género como Pierre Morel o Louis Leterrier. En conjunto, El salario del miedo de Leclercq parece un paseo por el campo comparado con el original y, desde luego, la arrolladora película que dirigió el desaparecido Friedkin.

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