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'Vidas Perfectas', un disfrutable y oscuro drama con Anne Hathaway y Jessica Chastain

El duelo entre Hathaway y Chastain preside Vidas perfectas, estrenada en cines.

El duelo entre Hathaway y Chastain preside Vidas perfectas, estrenada en cines.
Anne Hathaway y Jessica Chastain en Vidas perfectas. | Vertice

Recuperar el melodrama a lo Douglas Sirk en el cine contemporáneo parece una labor reservada a unos pocos como Todd Haynes. Pero Lejos del cielo queda eso, un poco lejos. Vidas perfectas, basada en la película belga Duelles, de 2019, es un ejercicio de recuperación de aquel género clásico al que en esta ocasión se añaden trazas de thriller psicológico noventero y sí, un indisimulado aire de telefilm -que se evidencia en su título original, "Instinto de una madre"- concebido como duelo entre sus dos divas y productoras, Jessica Chastain y Anne Hathaway, dos mujeres-madres desesperadas cuyo intercambio creciente de pullas menos sutil compone todo el metraje (ajustado) de la cinta.


Si algo demuestra Vidas perfectas es que, como las dos casas suburbiales de las protagonistas, la comedia y el drama son vecinas que se pelean y se quieren. Según se incrementa la enemistad entre las dos damas queda la impresión de que el filme de Benoît Delhomme, absolutamente trágico como es, solo necesita un leve ajuste en el tono para deslizarse hacia la comedia negra (y la caracterización de algo sagrado como los niños así lo indica). Chastain y Hathaway parecen conscientes de ello y manejan bien la dosis paranoica del dramón, que lo aproxima poco a poco hacia el thriller. Su giro final, pese a convencional dentro de los estándares de un horror doméstico de la era de Mujer Blanca Soltera Busca, resulta disfrutable.

Durante la primera mitad, Delhomme potencia el clima de velada amenaza en un clima idílico sin que las cuestiones más accesorias o ideológicas (el desdén de la parte masculina, la inserción de la mujer en el mercado laboral o la crítica al "american way") sean poco más que puntillas para detonar el cambio. En Vidas Perfectas lo único que verdaderamente importa es el show de dos actrices dispuestas a elevar un material de telefilme a una categoría de digno largometraje, uno que juega con lo anacrónico y que reflexiona sobre cómo la culpa puede alimentar la locura, sin eludir tampoco las implicaciones irónicas del asunto.

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